Malayerba Ilustrada: El choque

Cartón el choque1

Había salido del banco y traía la bolsa llena. Era uno de sus primeros aguinaldos. La fiesta navideña en el rostro: esa que da el dinero, la posibilidad de comprarse algo y regalar, la seguridad que dan esos papeles con rostros de personajes nacionales y cifras de dos y tres ceros en las esquinas.

Se subió a su enclenque camioneta. Tosijosa por esos veinte años de uso, pero no dejaba de encender el motor cada mañana, aunque a veces, durante la marcha, se arranaba o tardaba en reaccionar cuando ella aplastaba el acelerador. Pensó dirigirse a casa de sus sobrinos. Su hermana tendría algo de comer y además era muy buena para cocinar. Movió la camioneta para atrás y luego para adelante, con cuidado de anciana. Sintió un ligero arrempujón trasero y se asomó al retrovisor.

Atrás, un carro Lincoln blanco y reluciente, tanto que podía ver su reflejo. Los accesorios cromados y los vidrios tan polarizados que parecían una noria sin fondo. Se bajó y preguntó qué pasó. Dos hombres se le aprontaron y uno le dijo me chocaste. El otro permaneció atrás, como cuidándolo. Me chocaste, págame. Pero si no tiene ningún golpe, además parece que tú me pegaste a mí. El otro insistió: me acabas de chocar, págame y no la hagas de pedo y asunto arreglado.

Ella vio que el estacionamiento estaba solo y subió a la camioneta. Miró al hombre y le dijo voy a sacar el carro y me orillo aquí, adelantito. Adelante, varios metros, había una guardería y varios comercios. Así lo hizo y apenas quiso bajar de nuevo cuando ya tenía encima a esos dos. Mira hija de la chingada, ni con tu camioneta pedorra ni con tu vida tacuache me pagas el carro. Dame todo lo que traigas. Entonces quiso arrebatarle el bolso. Ella forcejeó y empezó a gritar auxilio, me están asaltando. Auxilio, auxilio.

Los padres que iban por los hijos a la guardería comenzaron a voltear. Se hicieron bolitas de personas alrededor de los comercios. Todos los ojos sobre ellos. Los hombres ahí, desconcertados. El que iba atrás se llevó la mano a la cintura pero no mostró arma alguna. El otro volteó para todos lados y se le notaron las chispas en esa mirada. Vámonos, güé. Esta pinche vieja ya nos partió el jale.

Se subieron al carro blanco. Ningún rasguño ni lesión en la carrocería. Aquellos lo que querían era extorsionarla, quedarse con su aguinaldo y ganarse el infierno a punto de amenazas y puñetazos. Una camioneta blanca se paró adelante y le cerró el paso a los del Lincoln. Bajaron dos hombres armados y luego otro que parecía el jefe. Ese se dirigió hacia los dos que seguían dentro del vehículo. Ropa versach y zapatos de espejo. Abrió la puerta y algo le gritó al que manejaba. Casi lo sacó a jalones y luego le dio una cachetada. Llévenselos, ordenó. Y en la calle todos volvieron a sus andadas.

Columna publicada el 16 de diciembre de 2018 en la edición 829 del semanario Ríodoce.

Facebook
Twitter
WhatsApp
Email
  • 00
  • Dias de Impunidad
RÍODOCE EDICIÓN 1103
GALERÍA
Decenas de mujeres salieron a manifestarse este 8M a las calles de Culiacán, para exigir justicia por las víctimas de violencia. Partieron del Ayuntamiento y hasta el Palacio de Gobierno donde realizaron pintas.
COLUMNAS
OPINIÓN
El Ñacas y el Tacuachi
BOLETÍN NOTICIOSO

Ingresa tu correo electrónico para recibir las noticias al momento de nuestro portal.

cine

DEPORTES

Desaparecidos

2021 © RIODOCE
Todos los derechos Reservados.