Postales del Évora

 

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Un par de cartas sin remitente llegaron a la redacción de Ríodoce. En tiempos del correo electrónico y la comunicación instantánea, una misiva por correo tradicional es ya una rareza. Los pequeños sobres contienen un par de cartas y tres postales del Guamúchil de los años 80, fotos de hace 30 años. En ellas, el sr. F. va contando con detalles lo que calladamente muchos dicen sobre lo que enfrenta toda la región del Évora en la seguridad pública: venta y trasiego de drogas por ser el punto clave del corredor que va de Mocorito a Angostura; cuerpos de policía que nunca atienden un llamado; robo y venta de combustible; una región completa donde el verdadero poder está entre los recién llegados de Caitime, o de Mocorito, o quienes habitan casas enormes apenas por unos días.

Guamúchil sigue siendo una pequeña ciudad donde casi todos se conocen. Se convirtió en los últimos 10 años en el punto de convergencia de la zona serrana y la costa, no es casual que la PGR asegurara que Joaquín Guzmán Loera recibiera en esta ciudad el año nuevo 2016 junto a Lucero Sánchez, en ese entonces diputada local. El Chapo y su grupo de seguridad encabezado por Orso Iván Gastélum, el Cholo, se sentían seguros en la estancia y el tránsito.

El sr. F., como en otros testimonios del Évora, ve a su ciudad y a las comunidades tomada por “sicarios y punteros”, por “una banda de facinerosos que son los mandamás y nadie se atreve a combatirlos, de nadie se ocultan. La policía Municipal, Ministerial y el Ejército son letra muerta.”

En Sinaloa está demostrado que los temores siempre son fundados. Y que el último que merece la confianza es la autoridad, cualquiera que sea. Los ejemplos sobran. Como el sr. F. hay otros muchos que no encuentran a quien llamar ante cualquier emergencia o simplemente cuando ven que su ciudad, su colonia, y casi su casa está tomada, fue invadida. En Sinaloa son muchos los territorios perdidos por la autoridad, comunidades donde no llega ni el Ejército, colonias donde la policía no puede entrar.

Los ciudadanos en el desespero no encuentran a quien recurrir en cualquier caso, porque es claro quién tiene el poder. Refiere el sr. F, y lo saben muchos más, que los periódicos, la radio y la televisión no cuentan lo que realmente sucede en su ciudad, en sus colonias, cuentan otra realidad, como si hablaran de otra ciudad, de otra colonia, de otro país.

En Guamúchil, justamente, desde hace más de tres años viven decenas de familias que fueron abandonando sus pequeñas comunidades en los altos de Mocorito y Sinaloa municipio cuando grupos de los Beltrán Leyva y los Guzmán Loera se disputaban la sierra. Abandonaron sus casas solo con lo puesto, no hubo oportunidad de llevarse nada, era la vida o la estufa, la vida o el puerco y las gallinas. En aquel 2013 y 2014 cuando el gobernador Mario López Valdez recorrió en helicóptero el corredor de los pueblos desplazados minimizó el temor, pidió que volvieran a sus casas, pero los grupos armados seguían ahí… y no se fueron ya.

Será muy difícil que el nuevo gobierno, los cambios en las alcaldías y la gubernatura, la modificación de mandos policiacos, mejore en algo la situación de miles en Sinaloa que son víctimas de la violencia, si desde el mismo gobierno no ven que cada ataque a esos ciudadanos es un ataque a nosotros mismos. Lo que le hacen al sr. F. me lo hacen a mí, se lo hacen al Alcalde, al director de la policía, al vecino.

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Mirilla

(El juez) En México puede huir de la justicia un gobernador o un policía federal, en eso no hay diferencia. Un juez de control le permitió al policía imputado por el delito de homicidio del niño Joel, asesinado la madrugada del 1 de enero en la comunidad de Bachigualato, Culiacán, enfrentar el juicio en libertad. Sin ninguna medida precautoria, el imputado a su vez decidió no asistir a la primera audiencia y convertirse en prófugo de una justicia que los familiares del niño Joel han tenido que mendingar, reclamar y protestar por ella.

Lo ocurrido en Bachigualato evidencia la facilidad con que un policía puede impunemente disparar su arma de cargo, la falla del sistema de emergencias cuando los vecinos reportaron disparos en la noche de año nuevo y nunca acudieron, y sobre todo la fragilidad del nuevo sistema penal acusatorio que en cada caso se pone a prueba en medio de tantos detractores.

 

Primera cita

(El dolor ajeno) Desde el presidente Enrique Peña hasta el diputado de un pequeño distrito del norte de Sinaloa, Bernardino Antelo, la confirmación es la misma: la clase política mexicana enterita anda extraviada, errando sin cencerro, conscientemente alejada de la realidad —como la definición de autismo—.

Enrique Peña en sus dos discursos para la “amplia explicación” de la medida de incrementar el precio de los combustibles, nunca podrá empatar con la irritación social que cunde como cerillo en reguero de gasolina. No hay empatía porque ya es imposible que Peña se identifique o comparta. Si llevas 20 años o más que no llenas el tanque de gasolina, ¿cómo podrás saber del enojo?

Improvisando o leyendo, Peña Nieto navega a la deriva. Pero el llamado del diputado norteño, Bernardino Antelo, para regalar vales es patético, ofensivo, ruin. Ante el incremento, la solución es la dádiva, un tanque lleno. ¿Y mañana? Gasolina a 18 pesos.

 

Deatrasalante

(En tierra ajena) Diálogo entre desplazados de hace casi tres años. Habían llegado a Guamúchil y vivían arrimados con parientes y conocidos. Por más que gestionaron, ninguna autoridad respondió ofreciendo soluciones, continuamente salían regañados de las reuniones donde solicitaron a Juan Millán Pietsch o al alcalde de Salvador Alvarado un pie de casa o un terreno:

—¿Ya se habrá calmado allá arriba?

—N’ombre que se va a calmar, está pior (PUNTO)

 

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