Malo, caro y escaso

 

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Sinaloa tiene una fuerza pública mermada. Se consume en sí misma.

Las corporaciones policiacas que operan en el estado están disminuidas en número. Ese es un dato duro, no una opinión. Las bajas, los asesinatos de sus miembros y los despedidos, no alcanzan a suplir a las muy pocas altas. Además, carece de liderazgos que convenzan sobre las estrategias en materia de seguridad y la visión como una política pública a largo plazo.

Ese par de condiciones no son provocadas por la llegada de militares a sus mandos, son un mal endémico en las policías de un estado como Sinaloa, y en todo el país. Cada vez que se intenta una depuración de corruptos y no aptos, caen en la misma crisis.

Aunque lo peor que les pasa a las policías, e igualmente una condición cíclica, es la desconfianza interna –sin hablar de la percepción ciudadana sobre las policías: Si los elementos de una patrulla desconfían del jefe de la compañía, o éste del jefe inmediato, y aquel del superior, todo se volverá un completo desastre.

Lo que tenemos en Sinaloa es que el Secretario de Seguridad Pública —Estatal o Municipal— no confía ni en su propia sombra y se rodea solo del equipo que lo acompañó en su arribo al estado. De ahí en fuera todos son dignos de  desconfianza. Para explicarlo en términos de mercado y mercancías: los policías son malos, caros y escasos. Todos por separado, y a veces juntos. Los hay malos, infiltrados, corruptos que están con algún bando de la delincuencia; los hay caros, porque ganan lo que no merecen, y su encomienda es mantener el statu quo; y los escasos, aquellos que mejor optan por correrse al margen de las situaciones de corrupción que conocen y reconocen, y que intentan fallidamente de cumplir su labor, real.

¿Por qué está mermada la policía en Sinaloa? Ninguna corporación de cobertura estatal podrá imponer el orden si solo se compone de 800 elementos. Las condiciones geográficas de Sinaloa, su extensión y la magnitud de sus problemas, vuelven ridículo que una corporación preventiva estatal se componga solo de 400 elementos por turno, sin contar que muchos de ellos están destinados a realizar labores administrativas o de custodia de funcionarios públicos.

Las otras dos policías, las Municipales y la Ministerial, están en una condición similar: Son pocos, son caros, y están escasos. Los Secretarios de Seguridad Pública en Concordia, Rosario, Choix, Mocorito, etcétera, tienen un número de elementos ridículo. Unos cuidan barandilla, otros se suben a una patrulla a pasear y el resto arriesgan la vida en una terracería serrana. De lo que se trata es de cumplir con el requisito de que el municipio mantiene la fuerza pública a su mando, en la formalidad, pero imposible en la realidad.

Y en cuanto a la Ministerial, además de la desconfianza en las herencias de Jesús Antonio Aguilar Íñiguez, están el perfil de una policía que nunca han logrado volverla en un cuerpo investigador, como su facultad principal lo marca en la ley.

 

Margen de error

(Aprender del error) Primera decisión macro del gobierno de Quirino Ordaz y de los militares que nombró en los cargos civiles: dejar de hacerle al loco en la evaluación de control y confianza como ocurrió en los seis años del gobierno de Malova. Entre el 2011 y 2016 la política de seguridad se sostuvo en la premisa de que Chuytoño sería el sostén de cualquier acción policiaca, en mando directo y unificado. De ahí que al final Genaro García Castro, el Secretario de Seguridad con Malova, no resultara embarrado en cualquier operación. Lo operativo sería Chuytoño, los recursos los manejarían a través de Genaro García.

Al final, lo que se obtuvo fueron seis años perdidos en el tema de construir instituciones. Los nuevos mandos no confían para nada en las herencias del régimen pasado. Y encima de todo salieron en medio del desprestigio por las acusaciones de protección a unos y ataque a otros.

 

Mirilla

(Con-fian-za) Dice el dicho que las escaleras se barren de arriba hacia abajo. Todo México vive una crisis crónica de sus instituciones, una encrucijada de la que pareciera imposible de salir. Felipe Calderón reconoció la crisis de las instituciones locales y mandó al Ejército a la calle a batirse en un duelo desigual con el narco, pero poco resultó al final de la construcción de instituciones civiles sólidas. El diagnóstico fue correcto, el error estuvo en la inexistente estrategia para combatirlo.

Guardada la distancia con Quirino Ordaz en relación con Malova, está pasando lo mismo que con Felipe Calderón en relación a Enrique Peña, pero al revés. Es decir, Malova creyó, se engañó, le convino, que conformando una policía corrupta y cargada con uno de los bandos disminuirá los índices, aunque no importara que al largo plazo su estrategia resultara fallida y se derrumbara. No se encargó de construir instituciones porque eso solo corresponde a hombres de estado, y Malova y su equipo político estuvo años luz de acercarse a eso.

 

Deatrasalante

(100) Esta semana se cumplirán 100 días del asesinato de Javier Valdez. Aunque terminemos predicando en el desierto, insistiremos que es una obligación de los Fiscales a cargo de la investigación resolverlo a cabalidad. Si ellos están empeñados en llenar expedientes, fojas, formatos, y hacerse los tontos, hay muchos que insistiremos en la exigencia. No solo de palabra, sino de acto. Al final veremos quien se encarga de escribir la historia de lo que está ocurriendo con Javier Valdez a 100 días de su asesinato (PUNTO)

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