Las 12 uvas

 
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Si se trata de deseos, las 12 uvas sin semilla que se comió apresurado el gobernador Malova en las últimas campanadas del año para recibir el 2016, podrían contener los siguientes deseos. Para efectos de comprensión serán explicados cada uno de ellos, pero en realidad el gobernador solo pudo citarlos.
Primera uva. Que el amigo entrañable sea el candidato del PRI. Gerardo Vargas Landeros será ungido candidato del partido que le negó el cariño en 2010 a López Valdez.
Segunda uva. Si no es Gerardo Vargas, que no sea (inaudible). Todos, menos él.
Tercera uva. Que los candidatos a la gubernatura no lo critiquen ni lo acusen de corrupción. O mencionen casas o ranchos de su propiedad, o le señalen a sus cuates que hicieron negocios.
Cuarta uva. Que los nuevos Hospitales se construyan en 2016. Que los inaugure en agosto, completamente equipados y llenos de pacientes que sean dados de alta inmediatamente.
Quinta uva. Que haya mucho sol, todo el año (excepto los días de lluvia). Para que la planta fotovoltaica que apruebe el Congreso —sin discusión y por unanimidad y hasta con porras— genere mucha energía, más de 30 Mw.
Sexta uva. Que haya mucha lluvia, todo el año (excepto los días de sol). Para que las presas se vuelvan a llenar después del mejor ciclo agrícola de toda la historia de Sinaloa. Con Estados Unidos demandando más tomates, berenjenas, pepinos, ejotes. Y Maseca, 6 millones de toneladas de maíz blanco a 4 mil 500 pesos la tonelada.
Séptima uva. Es personal.
Octava uva. Que al finalizar el año, la gente me recuerde como un gobernador “buena onda”.
Novena uva. Salud para toda la familia.
Décima uva. Conseguir la licencia de piloto.
Onceava uva. Volver al PRI. Ser recibido como el hijo pródigo bíblico. Que maten dos becerros, los más gordos, y que todos se diviertan y aprendan de los errores del pasado.
Doceava uva. Que se cumplan los once deseos restantes.
 
Margen de error
(2016) El año que inicia será invadido por la política. La contienda por el poder acaparará la agenda pública, los espacios de discusión y de los medios de comunicación.
Demasiada política y por más que se busque elevar la contienda, no hay muchas expectativas de que sea así. La discusión debería centrarse en los proyectos y las propuestas, más que en quien se peina mejor o muestra a una familia más funcional.
 
Mirilla
(Atacados) La Marina perdió a dos de sus infantes en una operación en El Ébano, Angostura. En una acción casi de rutina, fueron sorprendidos por un atacante solitario y con pistola, no con rifle. Y aunque también murió el atacante, fue
—al menos es lo que se ha podido reconstruir de la persecución— por uno de los accesos a una pequeña comunidad de Angostura, El Ébano, cuando José Peñuelas el Indio, bajó de su auto y les disparó directo a los infantes que descendían de las camionetas.  Los datos hasta ahora señalan que fueron solo dos disparos, uno a cada uno de los marinos, directos a la cabeza.
Es conocido el Indio en la zona por encabezar a las células delictivas que movilizan la droga por los accesos a la costa de Angostura.
La Marina lleva meses en toda la zona con diversas operaciones. Hace mes y medio, por ejemplo, los convoyes de la Marina ahí retuvieron a una pareja de policías municipales de Angostura. Los acusaron de tener contacto con las células del Cártel de Sinaloa que controla esa región, y hasta los golpearon para que les revelaran información. Los propios policías aseguran que no revelaron ninguna información, porque no la tenían, pero es justamente la zona donde ocurrió aquel suceso.
 
DEATRASALANTE
(El límite) Hay un dato duro que derrumbará dentro de algunas semanas el argumento de la disminución de asesinatos en el sexenio de Mario López Valdez. Para convertir al periodo 2011-2016 en el sexenio más violento de la historia de Sinaloa.
Es un número límite: 6 mil 609 crímenes se cometieron en todo el sexenio de Jesús Aguilar Padilla (2005-2010). En los seis años de Malova está acercándose esa cifra, por más que durante sus primeros cuatro años el número de homicidios se fue reduciendo consistentemente, este 2015 se acabó esa pendiente en descenso.
Es un dato duro, sí, pero es también un dato que se ha reducido a un número sin la carga real de muerte que implica. Se olvida desde el periodismo y desde la autoridad que se trata de vidas.
En un estado violento como Sinaloa, el índice de homicidios dolosos se convierte en un indicador principal sobre la condición de seguridad pública en el año o en un periodo gubernamental. Es injusto, seguramente, porque un solo indicador no responde a un tema complejo. Las estadísticas, siempre engañosas por la facilidad de manipulación y de comparaciones convencieras, se promocionan cuando convienen y se transforman cuando son adversas.
Sinaloa, pese a su condición de alta incidencia de asesinatos —la gran mayoría relacionados con el término de moda de rivalidad delincuencial y de pugnas de organizaciones criminales— carece de una política real de seguridad a largo plazo. Cada gobernador inventa una, que generalmente son más policías e ir detrás de la política federal —que también son más policías, o el Ejército o la Marina—. Tampoco, un centro de estudios de la violencia, que aporte información necesaria para la toma de decisiones.
Son solo, claro, deseos de año nuevo (PUNTO)

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