Hay que despojar el discurso pronunciado por el Presidente el jueves 27 —a dos meses exactos de los sucesos de Iguala— de quien lo leyó, de Enrique Peña. Un ejercicio donde se pasa de escucha a lector. Y junto a ese ejercicio está separar lo que otros han seleccionado como lo destacado del discurso y han cortado el resto, donde la magia de la edición se repite en radio y televisión. Es necesario ver el todo.
4 mil 390 palabras sin saludos, ligeramente menor al discurso cuando asumió la presidencia el 1 de diciembre del 2012, cuando ocupó entonces 4 mil 496 palabras para delinear el proyecto de nación. El esqueleto es muy parecido, en el mensaje por un México en paz recurrió al decálogo, 10 puntos que desglosó; y en la toma de protesta las llamó decisiones que había tomado, y fueron 13.
Sobra decir que aquel 1 de diciembre el tono era esperanzador, meses atrás había ganado una reñida disputa electoral y la palabra era transformar. Ahora, se trataba de explicar y la frase repetida es Estado de derecho, siete veces citado, solo superado por “justicia” que se recurre a ella en 17 ocasiones.
Hay en los dos discursos ideas recicladas, citadas casi de manera textual:
1 de diciembre 2012: “El Estado ha cedido importantes espacios. La inseguridad y la violencia han robado la paz y libertad de diversas comunidades del territorio nacional.”
27 de noviembre 2014: “Lo más desafiante para México es que a pesar de las acciones emprendidas en la actual y anteriores administraciones, algunas de estas condiciones de debilidad institucional siguen presentes en otras localidades y zonas del país.”
1 de diciembre 2012: “Debemos cambiar de paradigma, entender que no habrá seguridad mientras no haya justicia. En el México que vislumbro hay justicia e inclusión, que serán las bases del pacto social.”
27 de noviembre 2014: “Por ello, como un mexicano más, me sumo al clamor ciudadano que exige justicia, y como Presidente de la República, y dejo de manera muy enfática, asumo la responsabilidad de encabezar todos los esfuerzos necesarios para liberar a México de la criminalidad, para combatir la corrupción y la impunidad.”
1 de diciembre 2012: “Hoy, somos un país donde pocos lo tienen todo, y la mayoría carece de condiciones para el goce efectivo de sus derechos.”
27 de noviembre 2014: “Tenemos que seguir avanzando juntos para superar la pobreza, la marginación y la desigualdad, que lastiman, especialmente al Sur del país.”
En la presidencia han tenido que reconocer en la pieza discursiva que son el mismo país de hace dos años. En palabras del gobierno: “…a pesar de las acciones emprendidas…México necesita decisiones audaces y firmes”, agregaría después el discurso: “esta es una de ellas”.
Pero la pregunta que queda después de 4 mil 390 palabras —36 minutos de lectura a ritmo de Peña Nieto—, es que no hay ahí una sola “decisión”, “audaz” y “firme”, en todo caso hay 10 acciones, muchas de ellas recicladas de aquellas 13 decisiones que anunció en la toma de posesión.
Y aquí es donde falló lo que asumieron en la Presidencia. El México que se ve desde el gabinete de Peña, se va pareciendo apenas al México real, pero todavía está muy lejos. No es suficiente con repetir: “Todos somos Ayotzinapa”, tres veces, como aquel Viva México que hemos escuchado de tantos presidentes y gobernadores. No, la empatía necesita de más, y menos si el grito se hace desde un palacio custodiado hasta la exageración.
MARGEN DE ERROR
(Se me chispoteó) El staff presidencial encargado de medir el pulso mediático debe estar agradecido de la muerte de Roberto Gómez Bolaños, Chespirito. Al menos por un par de días, quizás tres, abarcará portadas y pláticas, tiempo que necesitan en estos momentos.
Hoy, queda claro que en la presidencia pudieron ahorrarse tiempo y esfuerzo en articular la respuesta del Estado mexicano a la crisis, con una frase inventada por el propio Chespirito y a la que él mismo le dio significado: Churin Churin Funflais. En esa ingeniosa letra, cuando alguien pregunta algo complicado se responde Churin Churin Funflais. Y dice: “Muchos en un discurso ya tienen este recurso, tan solo dicen…a ver Chavo, me puedes decir quién se comió la torta de jamón que tenía sobre el escritorio…”
MIRILLA
(Que no cunda el pánico) Ríodoce retiró de circulación todos los ejemplares de la edición 617 del domingo 23 de noviembre. Por un error en la portada, una fotografía que no correspondía a la persona en mención, se reimprimió y distribuyó de nuevo por todo Sinaloa.
Reconocer, aclarar, corregir, son responsabilidad obligada en cualquier actividad, aunque por normalidad se actúa en contrario. Los periodistas y los medios, como los médicos, entierran sus errores. Ser infaliblemente asertivo es de los dioses, pero errar es de humanos.
DEATRASALANTE
(Síganme los buenos) Voté por Cárdenas en 88, volví a hacerlo en 94. Para las elecciones del 2000 lo entrevisté en los jardines del hotel Tres Ríos, en Culiacán. Centré la plática en su estancia en territorio enemigo, en Sinaloa, cuna del candidato del PRI Francisco Labastida y también en el voto joven con quien conectó en sus pasadas postulaciones, pero esta vez se oía distante, avejentado —el hijo del General Lázaro Cárdenas estaba por cumplir 66 años. Además lo habían desgastado los dos años y meses en la jefatura de gobierno de la Ciudad de México.
La historia ya la sabemos todos. Cuauhtémoc Cárdenas no ganó, pero tampoco Labastida, y se convirtió en el segundo candidato presidencial del PRI en perder la elección, el primero fue Salinas, con la diferencia de que éste sí fue Presidente. Luego, la ingrata historia colocaría a Cárdenas como el ejemplo de la rectitud pública, como el hombre de una pieza que ahora decide dejar otro partido, uno fundado por él mismo(PUNTO)
