Un "Chapo" gigante

marcha tamales
Andrés Villarreal
(TAMBORA) Dicen que no hay chapo que no se crea grande. Solo que en el caso de Joaquín Guzmán no fueron aires de grandeza los que lo estiraron a tamaños de gigante, sino el mismo sistema que lo elevó al sitio de una superstar. Con el Chapo todo se vuelve superlativo, o un mito casi imposible de descifrar.
Para empezar su estatura, que lleva al pegajoso apodo pronunciado hoy día en todos los idiomas, sin traducción. Hay quienes lo bajan al 1.55 metros, que más que chapo entonces sería enano (Univisión, CNN-Expansión y otros periódicos). Y quienes lo elevan a un 1.73 metros, basándose en una ficha del departamento del crimen de Chicago, en Estados Unidos, y entonces ya no sería Chapo porque estaría por encima del promedio de estatura del mexicano, que es de 1.64 metros, según una encuesta elaborada por la industria del vestido. En medio, hay otros “datos”. Alejandro Almazán que escribió la novela El más buscado, basándose en su historia, no se mete en vericuetos y dice que mide uno sesenta y tantos. El Zeta de Tijuana le da 1.68 metros igual que wikipedia, o ésta le copió a aquél, ya no se sabe. En facebook circula una foto, real o truqueada, que correspondería a su ingreso al penal del Altiplano, y ahora mide…1.65 metros.
Este simple dato da cuenta de las profundas erratas que es posible encontrar en lo que circula como información sobre Joaquín Archibaldo Guzmán Loera. Lo mismo pasa con su fecha de nacimiento; se manejan dos al menos. Con su instrucción escolar: le atribuyen hasta tercero de primaria en las crónicas de su captura en 1993, dicho por él mismo al presentarlo a los medios de comunicación. Y ahora hay medios que señalan que llegó a sexto de primaria.
Con su poder económico pasa lo mismo. Forbes hizo un cálculo que en su momento se puso en entredicho y que la revista tuvo que explicar cómo calculaba la fortuna de alguien que no cotiza en la bolsa y que sus negocios son ilícitos. Le dio el sitio 701 de la lista mundial —hoy eso es un corrido— y le puso mil millones de dólares a su chequera. (Por cierto que Forbes en los cuatro años que lo incluyó en la lista de multimillonarios del mundo le dio la misma cifra, no la aumentó un dólar).
La misma Forbes lo responsabiliza de introducir el 25 por cieto de la droga que llega a Estados Unidos vía México, pero en la revista The Economist ya ese porcentaje aumenta al 45 por ciento. Ninguno explica cómo llega al cálculo.
¿Qué importa cuánto mide? ¿Qué más da si tiene mil millones de dólares o dos mil o 500? ¿Si lleva una tercera o la mitad de la coca, mariguana y anfetaminas a Estados Unidos y Europa?
Importa, porque no existe ningún rigor periodístico para el manejo de cifras, datos e historia en torno al Chapo —y en muchos otros temas. Manoseados van de teclado en teclado, de boca en boca repetidos. Eso agigantó al Chapito de La Tuna, un pueblo empolvado de uno de los municipios más pobre de Sinaloa y de México, cuna del único sinaloense que estuvo cuatro años en la lista de los más ricos del mundo.
MARGEN DE ERROR
(CLARINETE) Muchos se dijeron avergonzados al verse en el espejo de la marcha del miércoles 26. Esos sinaloenses, por más que los nieguen ahora, somos nosotros mismos. Quienes han vivido y convivido justo al lado. Con los gritos de libertad para el Chapo, con el ridículo blanco de las camisas, con niños y niñas al lado de viejos, con los superjodidos que arrebatan el tamal y el agua, junto al carro de 50 mil dólares y los senos de 50 mil pesos.
Los cientos que fueron a la marcha y bailaron con la banda, y recorrieron la calle principal de nuestra ciudad, no salieron de la nada. No los inventaron, por más que muchos de ellos hayan sido acarreados desde comunidades del estado. Ellos y nosotros estamos aquí mismo, han estado siempre. Ahora con el Chapo, antes con Amado Carrillo, y hace una generación con Rafael Caro o con Pedro Avilés.
“Hemos fallado todos” dijo el gobernador sobre la marcha, pero principalmente ha fallado el Estado como autoridad. Desde él hasta quien acaba de rendir homenaje, el gobernador Alfredo Valdez Montoya. La sociedad de Sinaloa lleva medio siglo o más permeada por el narco, se han hecho alianzas familiares, negocios, tratos de amor y odio. Ahora porqué se espantan de verlos a todos reunidos en una sola calle.
En dos horas se nos reflejó todo lo que habíamos venido negando. Burlas a la policía, quizás los mismos que ayer y antier estuvieron rendidos a sus órdenes.
DEATRASALANTE
(TUBA) En medio de la absoluta pérdida de cualquier esperanza, con historias que podrían llevar a pensar que Con una granada en la boca ya no hay modo de estar peor, Javier Valdez Cárdenas logra en cada crónica de su nuevo libro (editorial Aguilar 2014) devolverle la vida a centenares de víctimas de esta violencia de cada día. Si hemos negado vivir al lado de los que marcharon por la Obregón en defensa del Chapo, igualmente hemos negado darle identidad a quienes ha tocado las miles de esquirlas de la violencia, y es ahí donde las crónicas de Javier Valdez tienen su mayor valor. A leerlas. (PUNTO).

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