El colombiano que trabajó encubierto para el FBI y consiguió mensajes de el ‘Chapo’

christian_rodriguez-testigo protegido

Christian Rodríguez tiene 32 años. Empezó a colaborar con narcotraficantes a sus 21 años de edad después de dejar la universidad al tercer semestre. Estaba estudiando ingeniería en sistemas pero decidió mejor ser emprendedor y puso su compañía de ciberseguridad.

Como emprendedor, llegó a instalarle un elaborado sistema de encriptación al Cártel de Sinaloa para llevar a cabo comunicaciones seguras. Sin embargo, no pasó un solo día en la cárcel. Incluso podrá llegar a cobrar una recompensa de $5 millones de dólares por ayudar en la captura del narcotraficante colombiano Jorge Milton Cifuentes Villa. Y el 9 de enero de 2019, dio el testimonio más sólido en contra de Guzmán Loera que se ha visto en estas ocho semanas de juicio. Ésta es la historia del colombiano que trabajó encubierto para el FBI y consiguió copiar mensajes de texto escritos personalmente por el Chapo Guzmán.

Dolly fue su primera clienta de la familia Cifuentes. A ella le siguieron su hermana Lucía y otros, hasta que había instalado cientos de usuarios en un sistema de mensajería instantánea para los narcos colombianos. Tan contentos estaban los Cifuentes que el hermano menor, Alexander, lo mandó llamar a México. Rodríguez viajó a Culiacán, donde lo esperaba un avión pequeño en una pista de aterrizaje clandestina que lo llevó a las montañas, por Culiacán, donde lo esperaba un grupo de hombres armados con vestimenta militar.

“Alex me estaba esperando y me presentó con su socio”. Era el Chapo, recordó el testigo protegido en la octava semana del juicio contra Guzmán Loera. En su primera reunión, Rodríguez y Guzmán Loera hablaron de las opciones que tenían. Pero, según el testigo, al Chapo no le gustaba escribir en la computadora y pidió algo para teléfonos.

En su segunda reunión, Rodríguez le instaló un sistema para hacer llamadas por internet. Con el tiemplo, le instalaría también un software de espionaje (Flexispy) a los celulares que el Chapo le pedía. “Alex Cifuentes y el Gordo me dijeron que era como su juguete”, explicó el testigo, refiriéndose al software de espionaje.

El Chapo tenía a una persona escuchando específicamente las conversaciones que grababa al abrir el micrófono de sus conocidos, para escuchar lo que decían de él. Lo que el acusado no sabía era que Christian Rodríguez estaba colaborando con el FBI.

“Agente Marston, ¿nos puede leer el siguiente mensaje?” Le pidió el fiscal Michael Robotti al testigo, un agente del FBI que había conseguido copias de mensajes de texto entre el acusado y su esposa y entre el acusado y su amante a través de Rodríguez, uno de sus informantes encubiertos.

“Jeans too, love?”, leyó Stephen Marston la traducción del mensaje en inglés. Después leyó otro: “black moustache dye”. Ambos se referían a cosas que el acusado le pedía a su esposa tras la redada en Los Cabos, de donde Guzmán Loera había logrado escapar en febrero de 2012. En el primer caso pedía pantalones y en el segundo; tinte de bigote negro.

En otros mensajes, el Chapo le pedía a Coronel Aispuro que escondiera armas en el clavo de una de sus casas o discutían dónde colocar a uno de los escoltas, el Cachimba. También hablaban de cirugías plásticas, negocios con el padre de Coronel Aispuro, regalos de miles de dólares y propiedades para sus hijas.

En inglés, las comunicaciones sonaban planas, pero en la transcripción proyectada en las pantallas de la sala 8D de la corte federal, los mensajes en español con faltas de ortografía evidenciaban la intimidad de dos personas que ahora estaban sentadas en sus respectivas bancas de la corte.

A esos mensajes le siguieron los que le había enviado el acusado a Agustina Cabanillas Acosta, su amante. El agente Marston leyó algunos mensajes más de ese intercambio donde Guzmán Loera le escribía “te amo” y “eres lo más importante en mi vida” a Cabanillas Acosta.

Con su amante, el Chapo también hablaba de cirugías pláticas que él pagaba, de arreglos con pilotos para realizar vuelos ilegales, de droga y de viajes a Estados Unidos. De vez en cuando, el Chapo volteaba a ver a Coronel Aispuro, quien bajaba la mirada, evitando el contacto visual.

A diferencia de otros testigos y otras pruebas de cargo presentadas por la fiscalía, estos mensajes fueron evidencia de primera mano. No eran rumores de terceros ni recuerdos de conversaciones con segundos. Los mensajes de texto presentados el día 26 en el juicio contra Guzmán Loera parecen indefendibles.

Con semblantes serios, los abogados de la defensa escucharon la primera parte del testimonio de Christian Rodríguez, después de un contrainterrogatorio escueto hacia el agente Marston del FBI. El testigo volteó a ver al acusado una sola vez, cuando describió su ropa al inicio del testimonio, y se encontró con la mirada helada de un Chapo Guzmán que nunca le quitó la mirada de encima.

 

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