Pobrecita generación afore

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El dinero no alcanza; si queremos pensiones que eviten la condena de un retiro en la pobreza, los trabajadores debemos ahorrar más durante nuestra vida productiva.

El retiro y las pensiones no son un cuento de hadas con final feliz. No existen ratoncitos que convierten la calabaza en carroza.

Si eres de la generación afore y al final de tu vida productiva tienes en tu cuenta de retiro alrededor de 650 mil 326 pesos, tendrás garantizada una pensión de 2 mil 844 pesos mensuales. Este dinero no te alcanzará, a menos de que seas faquir o recibas una herencia. Por ello, tendrás derecho a recibir alrededor de mil pesos, de la pensión garantizada por el gobierno. En total, tu perspectiva será recibir 3 mil 843 pesos. Tampoco te alcanzará.

¿Te imaginas viviendo 15 años con menos de 4 mil pesos mensuales? Eso es más o menos lo que te espera, suponiendo que tengas el salario promedio, menor a 5 salarios mínimos y vivas hasta los 80 años. Asumo que te jubilarás a los 65 años, después de haber cotizado  mil 250 semanas.

“Pobre de mí”, dirás después de asomarte a esta ventana. Tienes razón, pero piensa que en México alrededor de 60 por ciento de la población no tendrá más pensión que la mínima garantizada por el gobierno. Son muchas personas que trabajan de tiempo completo en la informalidad, pero también aquellas que sufren la inestabilidad del mercado laboral. Entran y salen de la economía formal. Entretiempos obtienen algunos ingresos pero no generan prestaciones.

Quizá sigues pensando en esos 4 mil pesos mensuales después de una larga vida de trabajo y, por ello, mires con envidia a tus amigos que trabajan en alguna dependencia de gobierno o en una universidad pública.

En sus contratos, suponiendo que hayan empezado a trabajar ahí en la década pasada, dice que tendrán una pensión que puede ser 60, 70 u 80 por ciento de su salario. Te diré una cosa que disipará tu envidia: la inmensa mayoría de las instituciones públicas no tiene los recursos para pagar las pensiones que ha comprometido. Eso no lo digo yo, sino un informe de la Auditoría Superior de la Federación, reseñado la semana pasada por Elizabeth Albarrán en El Economista.

Entre las instituciones mencionadas están Petróleos Mexicanos, la Comisión Federal de Electricidad, el Instituto Mexicano del Seguro Social, el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado y las universidades estatales.

¿Qué hacer? El escenario futuro es terrible. Podemos usar para describir la metáfora de la bomba de tiempo o la del reloj de arena. El hecho es que el tiempo corre deprisa. México vivirá en dos décadas un proceso demográfico que en el continente europeo se llevó alrededor de 60 años, dos generaciones.

Hablar con claridad del problema recomienda Mariano Bosch, uno de los mayores especialistas de mercados laborales y sistemas de retiro en Iberoamérica. Él trabaja en el BID en Washington. Hablar con claridad es una cosa que resulta complicada para los políticos, porque es un tema donde hay que decir verdades muy duras. El dinero no alcanza; si queremos pensiones que eviten la condena de un retiro en la pobreza, los trabajadores debemos ahorrar más, durante nuestra vida productiva, trabajar más años y pagar más impuestos para que el gobierno tenga los recursos que le permitan ofrecernos pensiones más dignas.

El retiro y las pensiones no son un cuento de hadas con final feliz. No existen ratoncitos que convierten la calabaza en carroza. Necesitamos un nuevo pacto social que permita la reestructura del sistema de seguridad social, afirma Pedro Vázquez Colmenares, experto con amplia trayectoria académica y en el sector público.

La solución del futuro incluye esquemas de ahorro voluntario, solidaridad social y transferencias de gobierno. Se necesitan propuestas financieras y administrativas, pero también un cambio cultural: no evadir el tema ni en el hogar ni en el gobierno. Ver las cosas como son y recordar las palabras de Albert Camus: las soluciones absurdas no liberan, crean ataduras.

*El autor es Director General Editorial de El Economista. Licenciado en Economía por la Universidad de Guadalajara. Estudió el Master de Periodismo en El País, en la Universidad Autónoma de Madrid en 1994, y una especialización en periodismo económico en la Universidad de Columbia en Nueva York. Ha sido reportero, editor de negocios y director editorial del diario PÚBLICO de Guadalajara, y ha trabajado en los periódicos Siglo 21 y Milenio.
Se ha especializado en periodismo económico y en periodismo de investigación, y ha realizado estancias profesionales en Cinco Días de Madrid y San Antonio Express News, de San Antonio, Texas.

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