Paz, escombros y semillas

 

CIUDAD DE MÉXICO, 19SEPTIEMBRE2017.- Edificio colapsado en las calles de Prolongación Peten y Av. Zapata en la colonia Sta. Cruz Atoyac, despues del sismo de 7.1 grados en escala de Richter con epicentro en el estado de Morelos. FOTO: ADOLFO VLADIMIR /
CIUDAD DE MÉXICO, 19SEPTIEMBRE2017.- Edificio colapsado en las calles de Prolongación Peten y Av. Zapata en la colonia Sta. Cruz Atoyac, despues del sismo de 7.1 grados en escala de Richter con epicentro en el estado de Morelos.
FOTO: ADOLFO VLADIMIR /

La mayoría de jóvenes corrían de un lado a otro buscando donde ayudar, donde aportar, donde entregar su energía y solidaridad. Los vi corriendo en la Roma, Condesa y el 20 de septiembreencontré a otros en los centros de acopio que se había instalado por toda la ciudad.Llevaban en sus manos lo que podría servir en los derrumbes: Una pala, un pico, una barra, una segueta, una esperanza.

¿Qué los movía en automático? El sentido de solidaridad ante la desgracia ajena. Si, ese sentimiento espontáneo por el otro, ese hombre o mujer que quizá se le encontraba en la calle todos los días sin cruzar mirada, intercambiar una sonrisa, o los obligados “buenos días”, la tragedia, nuestra tragedia, invierte el individualismo cotidiano en un sentimiento generoso. Ese que en determinadas circunstancias saca lo mejor de cada ser humano.

Hay algo profundo en esa actitud abnegada de los capitalinos que en menor escala parece hacerse visible en la provincia. ¿Será acaso un asunto mediático donde antes que cualquier otro lugar del país se entera la gente? Quizá hay algo de esto cuando los principales medios de comunicación se encuentran en la Ciudad de México y eso significa mayor difusión pero, es viable en tiempos de internet.

Hay algo más, inscrito quizá en el ADN social, en una historia larga de luchas pequeñas y grandes, que ha terminado por crear un sentido de comunidad que no encontramos con esa extensión en otras regiones del país. Hay en la Ciudad de México una mayor cultura de la participación. Veo la diferencia entre los hijos de los amigos que están o no vinculados a partidos, ONG´s o grupos culturales. Y ese sustrato de participación social se activa como un resorte ante lo inesperado. La tragedia del sismo. Nuevamente lo mostró como sucedió en 1985.

Y que mejor para empezar a explicarnos ese resorte social que volver a Octavio Paz que en un texto memorable e iluminador: Escombros y semillas, escrito días después de los sismos de 1985, encontró lo que a su juicio mueve, como movió, a la gente, a su mayoría joven, el pasado 19 de septiembre:

Paz dice:

“La reacción del pueblo de la ciudad de México, sin distinción de clases, mostró que en las profundidades de la sociedad hay —enterrados, pero vivos— muchos gérmenes democráticos. Estas semillas de solidaridad, fraternidad y asociación no son ideológicas, quiero decir, no nacieron con una filosofía moderna, sea la de la Ilustración, el liberalismo o las doctrinas revolucionarias de nuestro siglo. Son más antiguas, y han vivido dormidas en el subsuelo histórico de México. Son una extraña mezcla de impulsos libertarios, religiosidad católica tradicional, vínculos prehispánicos y, en fin, esos lazos espontáneos que el hombre inventó al comenzar la historia. Kropotkin y Santo Tomás, Suárez y Rousseau, suspendiendo por un momento sus disputas, habrían aprobado con una sonrisa conmovida la conducta del pueblo. Las raíces comunitarias del México tradicional están intactas. La acción popular recubrió y rebasó en unas pocas horas el espacio ocupado por las autoridades gubernamentales. No fue una rebelión, un levantamiento o un movimiento político: fue una marea social que demostró, pacíficamente, la realidad verdadera, la realidad histórica de México. O, más exactamente: la realidad intrahistórica de la nación. La enseñanza social e histórica del sismo puede reducirse a esta frase: hay que devolverle a la sociedad lo que es de la sociedad”.

“Los gérmenes del renacimiento están en el origen. Son los de nuestro comienzo. Han sobrevivido a muchas desdichas y tradiciones, a la seducción de la falsa modernidad y a las simplificaciones de las ideologías. Hay que preservarlos y vivificarlos. Sería funesto que se desvaneciesen o volviesen a ocultarse. De ahí que sea indispensable que en la tarea de reconstrucción-rectificación que será larga y penosa, participen todos los distintos grupos sociales. Tenemos que encontrar nuevas vías de participación popular. Es inaplazable asimismo que las autoridades oigan la crítica y acepten la fiscalización de la sociedad. Si el Gobierno quiere reconquistar la confianza popular y no exponerse (y exponernos) a un estallido más grave y profundo que el temblor, debe mostrarse más abierto y flexible. El Gobierno no es una fortaleza, sino un lugar de encuentro. No pido que abdique de su autoridad, sino que la comparta, que sea más atento y sensible a las voces de los que están fuera. El temblor sacudió a México, y entre las ruinas apareció la verdadera cara de nuestro pueblo: ¿la vieron los que están arriba?”

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