Narcocorridos y el estigma sobre un género musical

CÉSAR BURGOS. Se criminaliza al nacocorrido.

César Burgos, del Laboratorio de Estudios Psicosociales de la Violencia, asegura que su prohibición no ha bajado los niveles de violencia y de producción de drogas

“Me levanto, un baño y luego me pongo a forjar/ es veneno, da pa’ arriba de muy buena calidad/ los teléfonos no paran nunca de sonar…” se escucha.

Estigmatizada y defendida, es la música que predomina. Se escucha en el transporte público, en antros y hasta en planteles educativos. Aun así, es la oveja negra de los géneros musicales…

Epicentro del cataclismo causado por el narcotráfico. Es el narcocorrido.

César Burgos reflexiona por un instante y una sonrisa casi imperceptible se dibuja en sus labios. Es el coordinador del Laboratorio de Estudios Psicosociales de la Violencia de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Sinaloa.

“Es imposible predeterminar que una persona, por el simple hecho de escuchar narcocorridos inmediatamente, o de forma automática, va a reproducir un comportamiento violento. O que va a aspirar a incorporarse al narcotráfico o va a iniciarse en el consumo de sustancias”, expresa.

Las críticas hacia el narcocorrido no son más que el resultado de un pensamiento “adultocentrista”, es decir, los pensamientos que tienen los adultos siempre cargados de temores, de estigmas y la forma de deslegitimar lo que hacen los jóvenes.

Esta deslegitimación, continúa, no es solo contra el narcocorrido, sino contra los videojuegos, comics, consumo de pornografía, entre otros.

La censura desde los años 80 contra este tipo de música es, asegura, por la creencia de que los jóvenes van a incursionar en el narco.

“¿Qué consecuencia tuvo esto? La criminalización de un género musical, y la supuesta concepción de que a través de la cultura se iba a construir un entorno más pacífico”, señala.

La censura, dice, no ha disminuido la producción de drogas ni la violencia.

“Las políticas de censura no tienen ningún sustento científico… Obedecen más a un capricho o a una suposición o a una especie de intuición moral”, subraya.

“…bien forrados los paquetes van/ no hay pendiente, no puedo fallar/ siempre estoy listo para cruzar/ polvo, ruedas y también cristal…”

Culpar en lugar de asumir responsabilidades

El estudioso del comportamiento de la violencia se refiere a las críticas de los políticos que atribuyen al narcocorrido toda suerte de males, pero no problematizar que los bares están abiertos después de las cuatro de la mañana, donde se consumen drogas sin ningún control.

“Siempre para un político va a ser más fácil culpar a algo, como en este caso la música, que asumir las responsabilidades de seguridad que se deben de brindar”, manifiesta.

El psicólogo señala que para el político es muy sencillo decir que los jóvenes quieren entrar al narco porque escuchan narcocorridos.

PESO PLUMA. Corridos tumbados.

“Pregunten cuánto gana un ingeniero químico recién egresado en un laboratorio… pregúntele a un joven si trabajando en equis laboratorio médico le conviene y no trabajar en otro laboratorio que está en una casa…”

“Las morritas bien locas se van/ disfrutamos esté bien o mal/ de esta vida no me vo’a quejar, ar, ar…”
César Burgos hace una pausa. El espacio donde se mueve es sobrio. Libros y un cúmulo de papeles que se amontonan en una mesa.

Las brigadas realizadas para conocer el comportamiento de la violencia le dan un punto de vista diferente con respecto al ingreso de los jóvenes al narco, no atribuible al narcocorrido.

“Hay jóvenes que nos dicen: ‘fíjate que yo me animé (a entrar) para saber qué se sentía. Qué se siente pasarle a un retén, y sentir el poder de decirle a un poli traigo clave. Soy de la gente de tal o cual… o que por un dije que traiga colgado en el carro me dejen pasar’”, comenta.

Valoración cultural y contextual

El psicólogo afirma que la apreciación musical del narcocorrido tiene diferentes valoraciones, como la estética, cultural y hasta la contextual.

No es lo mismo escuchar al Komander aquí que en Las Vegas. Aquí lo censuran y no lo dejan entrar a los palenques, mientras que en Estados Unidos tendrá otra valoración.

“¿Qué representa allá, en Estados Unidos? La mexicanidad, el orgullo latino, la nueva música del México que nos representa.

“(Pero) tampoco les gusta, porque quieren, y siguen pensando, que la música que nos representa en el mundo es el mariachi. Y no lo es…”

Apología a la violencia

Alonso Ramírez, director del Instituto Municipal de Cultura de Culiacán, dice que los narcocorridos son una expresión que hay que respetar, aunque también ha estigmatizado a la entidad por la apología que hace de personajes que le han hecho mucho daño a la sociedad.

“A mí me gustan los ritmos, me gusta la música, pero no me gustan las letras que cantan porque son apología a la violencia, y creo que la violencia que vivimos actualmente es derivada de toda esta narcocultura que se está dando”, expresa.

Elisa de Fátima Serrano Carreón, titular del Sistema de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (Sipinna) Culiacán, criticó el que se permitan los narcocorridos en las escuelas durante festejos como el Día del Niño.

“¿Qué criterio puede tener una directora de escuela que permite que niños y niñas escuchen corridos en el recreo? ¿Qué criterio puede tener un director, una directora que admira a los narcotraficantes? Ninguno…” cuestiona.

Artículo publicado el 21 de mayo de 2023 en la edición 1060 del semanario Ríodoce.

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