La Tuna, última morada de doña Consuelo Loera

consuelo loera

La madre del Chapo Guzmán fue velada sólo por amigos y familiares

En un evento privado, y resguardado por docenas de pistoleros que habrían llegado desde Culiacán, Santiago de los Caballeros, La Majada, Tameapa, y otras poblaciones de Sinaloa, según confirmaron personas que estuvieron en el funeral, doña Consuelo Loera Pérez fue finalmente llevada a su última morada: una tumba discreta en el panteón de La Tuna, donde descansan los restos de otros familiares, incluyendo de quien fuera su esposo, don Emilio Guzmán Bustillos.

“Estábamos en guardia y se nos pidió el apoyo, pero no porque hubiera gente muy importante, sino como una atención para la familia”, dijo un joven pistolero, quien solicitó no se revelara su identidad, y prefirió no mencionar la facción para la que trabaja.

La zona de La Tuna, en la zona serrana del municipio de Badiraguato, había sido blindada desde el domingo 10 de diciembre por la tarde, fecha en que falleció doña Consuelo, ya que personas allegadas a la familia Guzmán Loera solicitaron respeto para despedir a la mamá del Chapo, pues se esperaba que hubiera “gente muy importante”, como se refirieron las fuentes a personajes como Aureliano Guzmán Loera, el Guano, y gente alto nivel que forma parte de la cúpula del cártel, incluyendo amigos y conocidos de la familia.

“El Guano andaba por acá, pero entraba y salía. Porque, aunque era muy apegado a doña Consuelo, casi no se paró por el pueblo porque sabe que lo buscan y no se quiso confiar, con todo y que la gente que andaba en el entierro eran familiares, amigos y gente de confianza”, dijo uno de los asistentes.

“Pero, aun así, ese señor nunca se cuida mucho”, dijo otra persona consultada por Ríodoce.

“Nosotros no tuvimos conocimiento que Aureliano Guzmán Loera estuviera en ese funeral”, dijeron fuentes de la Sedena, aunque sin precisar si habían montado un operativo durante el velorio de doña Consuelo.

En uno de los videos que circulan en redes sociales, pudo apreciarse una corona de aproximadamente 200 rosas rojas, donde se veía un listón con el nombre impreso de Joaquín Guzmán Loera, y más adelante otra corona aún más grande con rosas rosas y blancas, en la que apenas alcanza a leerse la leyenda: “de su hijo Aureliano”.

Según señalaron varios medios locales que intentaron cubrir el funeral, a nadie se le permitió siquiera llegar a La Tuna, ya que 10 kilómetros antes, a la altura del rancho La Lagunita, había un retén de tres pistoleros jóvenes que detenían a todo vehículo que se acercaba a la zona, y si no se conocía a los ocupantes o si descubrían que eran periodistas, los regresaban, no sin antes intimidarlos para que no tomaran fotos ni publicaran nada.

“Nosotros no nos enteramos que vinieran periodistas”, comentó un residente de La Tuna, cuando se le cuestionó sobre la privacidad con que se manejó el funeral y el sepelio. “Y pues, gente armada siempre ha habido por toda la sierra, pero nadie supo de que a periodistas no se les permitiera llegar”.

Finalmente, los restos de doña Consuelo fueron depositados en la misma tumba que sus padres: don Ovidio Loera Cobret y doña Pomposa Pérez Uriarte. Sin mayores tributos que el silencio, el llanto y los recuerdos.

La madre de una ‘leyenda’

Doña María Consuelo Loera Pérez tenía 94 años cumplidos al momento de rendir cuentas al creador. Según la propia Marina, “era la madre de una leyenda”, pues su hijo Joaquín, el Chapo Guzmán, había puesto en jaque en varias ocasiones a los gobiernos de México y Estados Unidos, pues no sólo no podían atraparlo durante casi 15 años de búsqueda implacable, según afirmó la DEA y el ejército de México entre 2001 y 2014, sino se les fugó dos veces de cárceles de máxima seguridad, en enero de 2001, y en julio de 2015.

“Siempre que llegábamos por él, tenía minutos de haberse escapado, incluso hasta las sábanas donde estaba dormido hasta estaban todavía calientes”, dijo un general brigadier del Estado Mayor presidencial que intentó capturar a Guzmán Loera entre 2007 y 2011.

Quien habría criado a Guzmán Loera, para no rendirse y ser organizado, sería doña Consuelo, como todo el mundo se refería a la señora.

De caminar pausado por el mismo peso de los años, doña Consuelo nació y fue criada en el rancho La Lagunita, en Badiraguato, hasta que conoció a don Emilio Guzmán Bustillos, hace casi 80 años, con quien se casó y posteriormente se mudó a La Tuna, donde ambos residieron hasta el resto de sus días.

De esa unión nacieron Joaquín, Aureliano, Miguel Ángel, Arturo, Armida y Bernarda Guzmán Loera. En una zona donde no existe desarrollo social ni económico, la familia Guzmán Loera sobrevivía al tiempo y a la carencia, y según confesó doña Consuelo durante una entrevista concedida a este semanario a finales de 2015, eran tiempos difíciles, y todos sus hijos tenían que cooperar en el quehacer diario para poder salir adelante.

“Vendíamos tostadas y tacos dorados afuera de la casa, y todos me ayudaban a partir la verdura y a atender a los clientes, y el Chapo traía refrescos o frutas para hacer agua de sabores”, recordó doña Consuelo durante esa entrevista.

A pregunta expresa sobre cómo se refería ella a su hijo, doña Consuelo pareció extrañada por la pregunta, y con mucha naturalidad respondió entonces: Pues… “Chapo”.

El apelativo se habría dado luego que un hermano de doña Consuelo fue a visitar a la familia después de meses de ausencia, y tras ver de nuevo al infante ya con 3 años cumplidos, se sorprendió de ver lo mucho que había crecido, pero también por lo ancho de espalda y fuerte que se miraba: “Está Chapito el chamaco”, exclamó el tío. Y desde entonces, toda la familia y el pueblo entero se refirió a Joaquín Guzmán Loera como el “Chapo”.

Doña Consuelo siguió trabajando duro, pero cuando su hijo alcanzó la adolescencia, se puso a hacer lo único que los jóvenes del pueblo y la comarca sabían hacer para aspirar a ganar un poco de dinero: trabajaba en la raya de amapola y siembra de mariguana.

La vida lo llevó a formar un imperio, y doña Consuelo se enteró a través de los medios cómo ganaba notoriedad. A esas alturas, a doña Consuelo sólo le quedó una salida: orar por su hijo: pedir por su bienestar.

“Yo soy su madre, y haga bien o mal, yo sigo siendo su madre, y sólo le pido a Dios que lo cuide, y a él que se acerque con Dios porque esa es la única salida”, dijo entonces doña Consuelo.

Loera Pérez murió el pasado 10 de diciembre en una clínica privada de Culiacán.

Artículo publicado el 17 de diciembre de 2023 en la edición 1090 del semanario Ríodoce.

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