La Gilbertona: la despiden el pueblo, el gobierno y los narcos

LA GILBERTONA. El adiós a su majestad.

Los funerales de Gilberto Salomón unieron a los hombres que mandan en el estado

Desde la soledad de la muerte, La Gilbertona observa sus funerales en Culiacán, ajena al alboroto de quienes asisten a la casa funeraria que se ilumina con el resplandor de su fama, insensible ante la casi nula pena por su partida. Inmune al dolor de sus años…

Gilberto Salomón Vázquez en su caracterización de su majestad, La Gilbertona, a través del cristal de su féretro. Vestida de noche de gala y coronada de fantasía.

La atmósfera en la sala funeraria es festiva. Cámaras y teléfonos celulares inmortalizando el adiós al personaje, en un ambiente corrompido por la muerte y los vapores espesos de las flores.

Pável Moreno, su amigo y confidente, se tercia al pecho el acordeón y le tuerce las notas al pentagrama de una canción. Otros músicos completan la armonía de la canción.

¿Qué sentimiento te impulsó para dejarme?/ ¿y qué ganaste al destrozarme el corazón?/ tanto te amé que hasta por ti pensé matarme, canta Pável.

La sala donde descansa La Gilbertona es una babel de lenguajes múltiples. En el vestíbulo de la casa funeraria sigue la espera de quienes buscan un destello del resplandor que se apaga con la muerte.

“Si un día regresas con tu amor a provocarme/ yo te aconsejo, se te olvide la intención/ porque un amor, cuando es sincero nunca miente/ tú me has pagado con moneda sin valor…”

La noticia del fallecimiento es noticia nacional.

La despedida

La víspera de su muerte, La Gilbertona aceptó la mortalidad del ser humano en su lecho de convaleciente moribundo.

Los que saben dicen que la muerte ya la acechaba agazapada en forma de una dolencia pulmonar, fugitiva de un tratamiento contra un cáncer que la aquejaba y no la dejaba ya vivir.

Con la muerte de Gilberto Salomón Vázquez se va armando el rompecabezas de su vida. Las entrevistas a La Gilbertona crean un boceto de su paso por el mundo. La difícil vida en burdeles de la frontera del personaje icónico de Sinaloa.

“Mi vida fue muy puta…”, cuenta en una de sus tantas entrevistas.

En la víspera de su muerte ya la habían matado las redes sociales. Y el rumor esparcido como hiedra por Culiacán.

“Toda la gente no es eterna… Dile (a los zopilotes) que digo yo… todo mundo se tiene que morir. No nomás uno…”, responde, postrada en su último lecho, a Pável Moreno, quien, entre risas le decía que ya los zopilotes lo buscaban.

El resplandor de su estrella el 14 de marzo se apagó. La inclemencia de la muerte consumada a las siete de la mañana del jueves.

La víspera de su muerte la vida ya se le estaba escurriendo por las ranuras de sus años, inmisericorde.

“Hoy, 14 de marzo, nos despedimos de Gilberto Salomón Vázquez, la famosa Gilbertona, quien a los 88 años de edad deja de latir ese corazón que nos entretuvo tanto con sus ocurrencias y enojos. En paz descanse…” publicó Pável el día infausto para sus seguidores.

El deterioro de sus pulmones marchitaron lo florido de su lenguaje, a unos días de la primavera.

El pésame del poder

En los funerales de La Gilbertona están el pésame del poder, las condolencias de los que mandan en Sinaloa.

La vida desparpajada de Gilberto Salomón Vázquez y su lenguaje rico en improperios le granjearon el cariño de la gente. La simpatía de quienes ostentan el poder, así como de los que de él carecen. Y en su último adiós refrendaron su reconocimiento.

Entre el universo floral, abigarrado en la sala donde descansa La Gilbertona con su vestido de gala y su corona de oropel, sobresalen los arreglos por la resonancia de sus nombres y apellidos. El pleno de los poderes del estado, de los que mandan en Sinaloa, en las exequias unificadoras.

Coronas fúnebres de Ismael Zambada y de Los Chapitos y del gobernador Rubén Rocha Moya, al interior. Al exterior, un monumental arreglo floral con el nombre del secretario general de Gobierno y candidato al Senado de la República por Morena, Enrique Inzunza Cázarez, concentra las miradas.

El candidato se deslinda del detalle y lo llama “guerra sucia”.

“Sus amigos de Jalisco”, que algunos aseguran que son del Cártel Jalisco Nueva Generación, envían también en rosas sus pésames y condolencias.

Y el mundillo del espectáculo y la farándula se solidariza ante la muerte de su estrella.

El adiós

La fiesta de sus funerales siguió con el traslado de La Gilbertona a su Tierra Blanca que lo vio crecer en Culiacán, seguida por un cortejo de admiradores. Gilberto Salomón Vázquez en el último recorrido por las calles de Culiacán, en su despedida para siempre jamás.

Con el sol líquido del mediodía de su último invierno, La Gilbertona atraviesa la ciudad rumbo a Imala, donde lo espera el descanso eterno, después del jolgorio en el que se han convertido sus funerales.
La música en vivo para su muerte armoniza la pérdida de La Gilbertona. Sus exequias son las de una “mamá grande”.

Pável Moreno, su amigo y confidente, asido al ataúd que resguarda a Gilberto vestido de gala con su corona de oropel, da ánimos al inerte.

“¡Vamos, Gilbertona…! ¡Vamos, Gilbertona…!”, grita.

Gilberto Salomón Vázquez observa insensible, ajeno al carnaval de sus exequias, consciente de su mortalidad y de la perennidad de su vida desparpajada. De la marchitez de su lenguaje florido y de una vida que siempre le valió “puritita verga…”.

Artículo publicado el 17 de marzo de 2024 en la edición 1103 del semanario Ríodoce.

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