Intestino permeable: genética y malos hábitos

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La expresión nueva normalidad nos hace pensar de inmediato en el Covid-19 y las medidas preventivas que debemos cumplir para adaptarnos a ella. Pero en realidad hemos sido adaptados a nuevas normalidades a lo largo de nuestra existencia.

En algún momento fue una nueva normalidad pasar de cazadores-recolectores nómadas a agricultores sedentarios. Lo fue tener la bombilla eléctrica e iluminar las noches con mayor eficiencia. También movernos en vehículos de un lado a otro. Trabajar en un cubículo de 8 a 6. Tener deudas. Estrés.

Muchas de estas nuevas normalidades nos trajeron malos hábitos alimenticios. La sobreoferta de productos chatarra, las alacenas llenas de alimentos procesados, dietas a base de cereales y altas en azúcares, fueron promotores de lo que hoy es también (y antes que el coronavirus) una normalidad: la obesidad.

A la par del cambio en la alimentación creció otro problema: síndrome de intestino permeable. Pero ¿existe relación en ambos casos?

 

Intestino permeable, filtraciones tóxicas

En un principio se pensó que el intestino era un conducto denso, por el que nada podía filtrarse hacia el cuerpo. Después, que solo algunos pequeños nutrientes eran filtrados hacia la sangre. Nada del tamaño de bacterias o moléculas de alimentos grandes. Pero hasta hace algunos años, se descubrió que en realidad la pared intestinal es una estructura dinámica.

El intestino es permeable naturalmente, aunque esa permeabilidad es un proceso biológico controlado. La pared intestinal es una membrana que está revestida por millones de células. Entre cada una de estas células hay unos espacios diminutos, dichos espacios son administrados por una proteína llamada zonulina, que funge como el portero de la pared intestinal.

La razón de que existan momentos de apertura y cierre de la pared celular es porque su función es bloquear el acceso a patógenos y agentes tóxicos, pero permitir el paso de nutrientes.

El problema surge cuando se pierde la capacidad de abrir o cerrar los espacios a conveniencia del organismo. Cuando esta acción no funciona correctamente se filtran buenos y malos, provocando alergias o enfermedades autoinmunes.

“Ahora creemos que, bajo ciertas circunstancias, se abren fisuras en la barrera intestinal que pueden permitir que las cosas pasen”, dijo el Dr. Alessio Fasano, director del Centro de Investigación de Inmunología y Biología de la Mucosa del Hospital General de Massachusetts.

Fasano ha estudiado durante más de 30 años la salud intestinal. “Durante mucho tiempo, no pudimos explicar cómo las moléculas grandes que causan alergias y enfermedades autoinmunes pasaban del intestino al cuerpo”, agregó.

 

Su relación con el entorno y la dieta

Una de las razones que impulsan el deterioro de la pared intestinal es la genética. En ella viene implícito el fallo, pero no lo es todo. La vejez, es otra razón, pero, junto con la genética, es inevitable. La razón complementaria y la que al final detona el problema es el entorno. .

Un entorno que favorece la permeabilidad intestinal es el de la inflamación sostenida. El estrés, la falta de descanso, el consumo de antibióticos y la mala alimentación son la causa principal de que el problema se agrave.

Si la microbiota pierde estabilidad el sistema inmune también. Y dicha estabilidad es una consecuencia directamente ligada a la alimentación. Otro factor es el consumo excesivo de tabaco y alcohol, así como de sustancias tensoactivas, es decir, estabilizantes y emulsionantes, aditivos muy comunes en productos procesados como pan dulce, gomitas, leches saborizadas o yogurt bebible.

Los azúcares, harinas y derivados de trigo y aceites vegetales hidrogenados elevan el nivel de inflamación, además acidifican los niveles de PH en nuestro cuerpo. Así mismo, los productos que su vez son muy ácidos o picantes irritan la mucosa, provocando disfunción en el sistema digestivo.

El diagnóstico del intestino permeable solo puede ser detectado por un especialista. Si la causa va más allá de genética o edad, lo que sigue es hacer un cambio de hábitos.

La carencia de zinc y vitaminas B6 está asociada a la permeabilidad intestinal. A menudo se recomiendan suplementos y el consumo de alimentos ricos en estos nutrientes. También la L-glutamina es importante en la función intestinal, un nivel bajo de este aminoácido es síntoma de intestino permeable. Es posible suplementarla, aunque también está presente en alimentos como pollo, pavo, cerdo, espinacas, frutos secos, yogurt y quesos frescos.

Artículo publicado el 05 de julio de 2020 en la edición 910 del semanario Ríodoce.

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