El Che: realidad y mito

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Se cumplen 50 años de la captura y muerte del revolucionario en Bolivia

 

 

Nacido en Argentina, trotamundos, comandante en Cuba de la primera revolución socialista triunfante en América Latina, rostro adusto en una camiseta, soldado en África, muerto en Bolivia, modelo para seguir o a eliminar. Guerrillero o un simple asesino. Cincuenta años después de la muerte de Ernesto Che Guevara, su figura sigue siendo tan palpable y polémica como en la década de 1960.

 

“La desigualdad que había cuando él luchaba ahora es mayor, la concentración económica es mucho más grande, aquello por lo que el luchó está presente. Estaría en el mismo lugar que estuvo siempre, enfrentando aquello. Él ponía el cuerpo adelante y por eso en Bolivia le fue como le fue”, dijo desde Buenos Aires, en una entrevista con The Associated Press, el hermano menor del Che, Juan Martín Guevara.

 

El aniversario de cinco décadas de la desaparición física del Che será ocasión para actos en lugares tan distantes de América Latina como Argentina, Bolivia y, por supuesto, Cuba, donde se le considera un héroe nacional y donde su recuerdo se cultiva con esmero.

 

En la Plaza de la Revolución de La Habana, la principal del país, su rostro es parte principal del decorado. Miles de admiradores la visitan cada año.

 

Los niños de las escuelas cubanas comienzan sus mañanas escolares al grito de “pioneros por el comunismo, seremos como el Che”, fotos suyas adornan dependencias públicas y las salas de algunos hogares; mientras sus discursos o dichos suelen ser citados por las autoridades o los ciudadanos de a pie.

 

Cuba hizo un enorme despliegue científico y diplomático para lograr que los restos de Guevara y su guerrilla, caídos en Bolivia, fueran rescatados a finales de la década de 1990 y se trajeran a un mausoleo especialmente construido en Ciudad de Santa Clara, donde él instaló su comandancia inicialmente.

 

El Che fue capturado el 8 de octubre de 1967 por el Ejército de Bolivia, a donde se había trasladado para hacer la revolución. Lo fusilaron un día después en el pequeño poblado de La Higuera.

 

Su hermano Juan Martín, de 74 años, recordó el día en que se enteró de la muerte del guerrillero. Había madrugado y al observar la tapa de un periódico con la fotografía del cuerpo sin vida del legendario comandante tuvo el presentimiento de que esta vez sí lo habían abatido. Eran principios de octubre de 1967.

 

Hijo de Ernesto Guevara y Celia de la Serna, el Che nació el 14 de junio de 1928 en Rosario, Argentina. Luego llegaron Celia, Roberto, Ana (ya fallecida) y Juan Martín.

 

“En mi casa dos cosas no se aguantaban: la Iglesia y los militares. En ese contexto se dio el crecimiento de una persona con mucho más inquietudes que las de otra gente del mismo nivel”, apuntó el menor de los hermanos Guevara.

 

Poco después del triunfo de la revolución cubana en 1959, la familia Guevara fue invitada a La Habana. Juan Martín tenía 15 años cuando se reencontró con su hermano, ya convertido en una figura emblemática de la izquierda revolucionaria y símbolo de la justicia social de muchos de los movimientos sociales del planeta.

 

En Florida, donde vive aún un puñado de exiliados cubanos de la primera hora revolucionaria, la imagen de Guevara y su legado generan urticaria.

 

A comienzos de septiembre una exposición patrocinada por la embajada de Irlanda con el rostro de latinoamericanos famosos de ascendencia de aquella nación e instalada en el aeropuerto de Miami ocasionó tantas quejas que su fotografía —con un pie en el cual se explicaba que fue un médico y luchador contra las injusticias— debió ser sacada antes de las 12 horas.

 

Juan Martín Guevara es un fuerte crítico del mercadeo alrededor de la figura de su hermano e incluso no está de acuerdo con el santuario que se levantó en La Higuera, donde miles de turistas le rinden tributo cada año.

 

“El Che como producto es atractivo, la remera (camiseta), el mercadeo. Son vendibles, un buen negocio para comerciantes”, opinó “De esa manera se lo vulgariza, se lo banaliza, se lo degrada desde el punto de vista ético, político”.

 

En Cuba, los propios hijos del Che suelen quejarse del uso mercantil de la figura de su padre y en cambio rescatan la vigencia ideológica de su legado de fuerte contenido antiimperialista y su denuncia del papel de Estados Unidos como gran potencia en el mundo actual.

 

“Siempre (hay que) acordarse de lo que decía el Che: al imperialismo yanqui no se le puede dar ni un tantito así, nada. Y eso es lo que tenemos que seguir haciendo”, dijo Aleida Guevara. (Texto editado de AP).

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