Ejército mexicano

Acreditar o desacreditar el papel que juegan las fuerzas armadas, específicamente el ejército mexicano en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, se ha vuelto un asunto de gran debate. Y no es para menos, hay quienes, sus defensores, el presidente en primerísimo lugar, arguyen su origen popular y campesino, que proviene de la Revolución Mexicana de 1910, su papel en casos de desastres, etc. En contraparte, sus críticos, incluso algunos de sus partidarios, señalan su papel como instrumento represivo desde la masacre a la familia de Rubén Jaramillo en Morelos en el año de 1962, la represión al movimiento ferrocarrilero, la masacre del 2 de octubre de 1968, la violencia contra comunidades campesinas e indígenas en varias partes de la geografía nacional, con el pretexto de combatir grupos guerrilleros.

Primero los datos; la participación de las fuerzas armadas en operativos de seguridad y lucha contra la delincuencia del narcotráfico fue política de Estado con el gobierno de Felipe Calderón, auspiciado y fortalecido con el apoyo de Estados Unidos, que le canalizó recursos por 1 mil 400 millones de dólares en tres años, al amparo de la Iniciativa Mérida. El costo de esa guerra fue enorme, más de 70 mil víctimas civiles. De ahí vino, también, el aumento desmesurado del presupuesto destinado a la SEDENA. Vean su evolución: Con Zedillo el aumentó el 14 por ciento, Fox, 16 por ciento, Calderón 72 por ciento, Peña Nieto 33 por ciento, y en los cuatro primeros años del gobierno de AMLO lleva un promedio 10.8 por ciento.

Luego entonces, el quid del debate no consiste en los apoyos presupuestales, sino, de verdad, en su mayor o menor protagonismo en la función gubernamental; y aquí sí, el debate toma su nivel.

Sin duda que durante su campaña López Obrador prometió sacar al ejército, de funciones de seguridad, igual prometió muchas cosas más que se ha visto impedido de cumplir; prevalece la máxima: la vida es verde, la teoría gris. Sólo el que carga el costal sabe lo que trae en él.

Los problemas nacionales eran, y son enormes en todos los rubros, pero sobresalen dos que pueden sellar el destino de cualquier gobierno; la seguridad y la corrupción. La corrupción no se ha eliminado y pasarán varios años más para ponerla en un nivel “presentable”, al menos fuera de la gestión pública; en el tema de la seguridad, el asunto está más complicado.

Sin duda que nuestro vecindario, en especial con Estados Unidos, influye demasiado para nuestro bien y para nuestro mal. Porque tenemos la mayor economía del mundo en nuestra frontera, el desarrollo económico y social pueden tener las mejores expectativas para su crecimiento; pero, al mismo tiempo, tenemos a la mano el mayor consumidor de drogas ilegales; esto ha llevado a incluir, queramos o no, entre nuestros activos, un poder económico y un ejército armado que compite con el poder del estado.
No es broma que el gobierno de Estados Unidos haya considerado a los dos grandes cárteles mexicanos, el de Sinaloa y el Nueva Generación, como las dos mayores amenazas en nuestro mundo globalizado, y esa comparación, a pesar que libran una verdadera guerra mundial contra Rusia en la espalda de los ucranianos.

La pregunta que hay que responder es: ¿Por qué el presidente le otorga un papel tan protagónico al ejército mexicano en la coyuntura actual?

Quiénes observamos detalladamente lo que dice y hace el presidente, nos damos cuenta del gran conocimiento en la historia nacional, y del oficio que ha desarrollado con el paso de los años. Sabe, por ejemplo, que los errores de Madero, por más bondadoso y bien intencionado que haya sido, fue alejarse del pueblo raso, confiar en la lealtad del ejército y en que los gobiernos extranjeros respetarían la soberanía nacional.

Los cambios, reformas y transformaciones en curso, son de gran calado, por menos de su quinta parte se han derribado gobiernos en otras latitudes y tiempos.

Las posibilidades de rebeliones y asonadas militares, de intervenciones externas, no son imposibles, de hecho, hay quienes trabajan para ello, y no solo los derechistas estadounidenses, también los propios. La ingenuidad y “bondad” de Madero, está lejana de quien no quiere se le recuerde como mártir, sino como cabeza de la Cuarta Transformación.

Así pues, para no poner en riesgo el curso de su propio gobierno el presidente hace todo lo necesario para tener de su lado el poder de las fuerzas armadas. No únicamente para combatir a las bandas delincuenciales con éxito, sino también para brindar la seguridad que el país requiere. Pero ojo, a diferencia de Calderón y Peña Nieto, que desdeñosamente hablaban de “daños colaterales” este presidente, refiere un día, y otro también, que cualquier militar que se exceda en el uso de las armas será juzgado, el respeto a los derechos humanos estará garantizado.

El costo para el país, por un cambio malogrado por errores de cálculo político, sería desastroso. De ese tamaño es el reto de AMLO y lo valioso de tener al ejército de su lado.

Artículo publicado el 09 de abril de 2023 en la edición 1054 del semanario Ríodoce.

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