Desde que el humano explota a otros y vive a sus costillas, seguramente, apareció la política, y atenazado a ella, la simulación; esta existe y se desenvuelve quitada de la pena por todo el planeta. En Europa, cuna de la civilización, la cultura y los “buenos modales”, existe un racismo desenfrenado contra los “diferentes” y el saqueo de las riquezas de las zonas económicas bajo su influencia se mantiene como en sus mejores épocas coloniales; Israel y los judíos, “víctimas sufridas” del nazismo hacen algo similar con el pueblo palestino –no todos, pero sí su estado y la mayoría de ellos– y la mayoría de los gobiernos “civilizados” del planeta los apoyan a ciegas.
Desde que se reformó el sistema electoral y el gobierno dio “autonomía” a su órgano responsable, el IFE luego INE, se ha presumido la democracia mexicana como ejemplo mundial, quiénes lo afirman y se opusieron a la reforma electoral del presidente López Obrador argüían que se pretendía atentar contra esa “perfección” democrática del sistema político mexicano, ejemplo mundial. La simulación les impedía tomar nota de lo sucedido en el 2006, cuando Fox, PRI y PAN robaron la elección: “A mí no me avergüenza” –dijo Elba Esther Gordillo al exigirle a Calderón cumplir los compromisos contraídos con ella, echarle votos “extras” a las urnas para ello “dispuso” de 20 mil maestros como representantes en casillas y “ayudar” al fraude–, a cambio obtuvo, entre otros compromisos, 20 millones de renta al mes, la Dirección General del ISSSTE, dos subsecretarías, la de educación para su yerno, direcciones generales y posiciones para sus incondicionales. Vicente Fox: “Cargué los dados a favor de Calderón”; Manuel Espino: “Me reuní con ocho gobernadores del PRI para que apoyaran a Felipe”; Rubén Moreira: “Calderón se robó la presidencia y llegó gracias a un acuerdo con el PRI; Sergio Aguayo: “Me costó aceptarlo varios años, pero sí hubo fraude en 2006”. El propio INE, bajo la influencia de Elba Esther que tenía al frente a su alfil, Luis Carlos Ugalde Ramírez, festinó y validó con singular alegría ese fraude.
La democracia a la “mexicana”, salvo pruebas en contrario, es la más costosa del planeta, cada voto cuesta casi 600 pesos. Mientras a nivel mundial el voto sale en 6 dólares, en nuestro país ronda los 30. Tanto dinero no asegura el respeto al voto y que prevalezca la democracia, está muy visto.
No satisfechos con ese gasto, las burocracias de los partidos políticos y de los múltiples órganos electorales han “profesionalizado” sus funciones y viven año tras año del erario. Excepto en época electoral, todos los años y meses no hacen más que rascarse la barriga, así pues, claro, que defienden a muerte el presente modelo electoral.
Para el proceso electoral de este año, el INE dispondrá de más de 22 mil millones de pesos, y los partidos políticos tendrán apoyos por más de 10 mil millones de pesos para sus gastos ordinarios y las campañas electorales de sus candidatos a cargos federales –-aparte lo que cada entidad federativa les canaliza en prerrogativas locales. Así, dedicarse a la “política” o ser funcionario electoral, se ha convertido en la gran aspiración de los “profesionales” de la política, ocupación muy bien remunerada y poco exigente; basta con ser excelente “artista y simulador”.
Es muy probable que mis dichos sean un caso de intolerancia frente a esta realidad; la experiencia, el hartazgo, o la capacidad de ver las cosas como son: como sea, lo cierto es que todo el panorama electoral y político resulta infumable.
Desde mayo del 2023 empezó la precampaña de Claudia S. por la candidatura de Morena también, desde junio Xóchitl G. empezó tocando las puertas de Palacio. Desde julio-agosto iniciaron las precampañas por las candidaturas, desde entonces se han saturado los medios de comunicación y las redes. Más de seis meses de estar escuchando y leyendo, parecen no ser suficientes. Y aún no empiezan las campañas. Es demasiado.
El filósofo austriaco-mexicano Iván Ilich, documentó, con mucho acierto, que la cultura moderna hacía inaccesible para los ciudadanos y la gente común los contenidos esenciales de sus “especialidades” –-medicina, educación, leyes, en ese caso procesos electorales– utilizando términos y lenguajes sofisticados reservando el acceso sólo a los especialistas de su gremio, con el fin de ejercer dominio y tutela sobre la gente común. Así fue como los “especialistas electorales” hicieron de las leyes, reglamentos, procesos y términos electorales una compleja telaraña, comprensible solo para ellos y sus secuaces, para hacerse indispensables y vivir de ese “cuento”. Al fin lo electoral se convirtió en patrimonio exclusivo de los partidos y de los funcionarios de los órganos correspondientes y en terreno inaccesible para el común de los mortales.
Ahora que contienden más de 20 mil pretensos a cargos políticos de diversa índole –19 mil 746 para cargos políticos locales y 629 para cargos federales–, aún no empiezan y me siento harto de la propaganda política y las encuestas electorales.
Para qué tanto gasto, tanto tiempo y tanta propaganda y saturación de los medios, si al final el libre ejercicio del voto se decide en unos cuantos días e incluso horas. ¿Es necesario tanto gasto y publicidad, tanta estructura, tantas campañas?
Sí es indispensable un proceso electoral democrático y el libre ejercicio del voto de los ciudadanos, hombres y mujeres; pero es necesario refundar todo el proceso electoral, sus organismos, los partidos políticos y a todos los que viven de ese cuento para que las energías ciudadanas y la administración pública cumplan un mejor papel al servicio de la población en su conjunto. Esa reforma completa y de fondo sigue pendiente.
Artículo publicado el 28 de enero de 2024 en la edición 1096 del semanario Ríodoce.
