En los últimos días del Juicio del Siglo en Nueva York

Nueva York._ Dámaso López Núñez estudió hasta tercer año de universidad, es originario de Portacelis y tiene 52 años. Su porte es desganado y su mirada fría. Tiene una mueca displicente al contestar las preguntas de los abogados. Cuando entró a la sala 8D el 22 de enero de 2019 vestía su uniforme azul de prisionero. Ha sido sentenciado a una cadena perpetua por narcotráfico y a una multa de 25 millones de dólares.

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Al final de su segundo día rindiendo testimonio en el juicio contra Guzmán Loera, el abogado Eduardo Balarezo empieza a hacer una serie de preguntas relacionadas con medios de comunicación en México. Está preparando el terreno.

Después, le pregunta si él ha asesinado a alguien personalmente. López Núñez responde que no. “Dijo que nunca mató a nadie personalmente, pero ¿tiene problemas morales con matar?”, quiere saber Balarezo.

“No es mi costumbre”, responde el testigo.

“¿Pero su hábito sí es transmitir órdenes de asesinar?”, indaga.

“En algunas ocasiones se dio”, dice López Núñez sobriamente.

“Y estuvo bien en su universo moral… ¿Ordenó secuestros?”, pregunta Balarezo.

“Sí, en el narcotráfico eso sucede”, responde.

“¿Porque hacen algo contra su negocio, su hijo, su familia?”, quiere saber el abogado.

“Cuando ha sucedido, siempre hay una razón”, dice fríamente el testigo.

El abogado revira y cambia el tema de la conversación; le pregunta por otras partes de su testimonio intentando evidenciar que es un testigo poco confiable con muchos crímenes propios. Aborda el tema de su arresto en 2017, en lo que el abogado describe como un departamento de lujo en la Ciudad de México. Después de su arresto, en las primeras reuniones con el gobierno estadounidense, López Núñez confesó todos sus crímenes como parte de su acuerdo de colaboración. Eduardo Balarezo tiene una copia de esas confesiones y quiere hacer que las reconozca en la corte.

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“¿Recuerda que los agentes del gobierno le preguntaron si estuvo involucrado en el asesinato del periodista Javier Valdez Cárdenas?”, pregunta el abogado.

“Sí”, contesta el testigo desde el estrado y ahonda: “era un prestigioso y reconocido periodista sinaloense”.

Inmediatamente, López Núñez niega haber estado involucrado en el asesinato de Javier. El abogado le muestra una foto de la portada de Ríodoce con la foto de su cofundador. El testigo dice reconocer el periódico, pero nunca conoció a Javier, dice, y no lo identifica. López Núñez incluso añade que el periódico publicó una crítica de su hijo por órdenes de Iván y Alfredo, los hijos de Guzmán Loera. Desde que lo arrestaron, no ha hablado con su hijo, asevera López Núñez.

El testigo, que a menudo ofrecía información voluntaria extra en sus respuestas a los abogados, ahonda. Dice que Ciro Gómez Leyva publicó en su programa una historia de que él había emboscado y herido al Mayo y a los hijos del Chapo. Para corregir esa versión falsa, aprovechó la oportunidad que Javier le hizo cuando le ofreció una entrevista.

Pero según su versión bajo juramento, a los hijos del acusado no les gustó esto. Incluso amenazaron a los editores de Ríodoce, dice, para evitar que no publicaran la entrevista. “Pero como el periodista era íntegro, la publicó, desobedeciendo las órdenes de los hijos de mi compadre y la publicó. Y como los hijos de mi compadre están coludidos con el gobierno no encontraron a un culpable y culparon a mi hijo”, añade López Núñez al final.

Las 16:30 horas impiden que el contra interrogatorio de la defensa continúe.

El periodista Javier Valdez Cárdenas fue asesinado el 15 de mayo de 2017 al salir de las oficinas del semanario Ríodoce en Culiacán, Sinaloa. Tras casi un año de investigaciones, el 24 de abril de 2018, la Procuraduría General de la República detuvo a Heriberto “N”, el Koala, como uno de los presuntos asesinos materiales de Javier y posteriormente fue acusado por el mismo delito Francisco “N”, el Quillo, quien se encontraba preso en Mexicali por portación de armas de uso exclusivo del Ejército.

En un interrogatorio con agentes ministeriales después de su arresto en México, López Núñez no admitió tener relación directa con el homicidio, pero aceptó que Juan Francisco “N”, el Quillo, y su primo Heriberto “N”, el Koala, formaban parte de su grupo delictivo.

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Al día siguiente en la sala 8D de la corte federal de Nueva York, Balarezo regresa al tema de Javier Valdez. Con López Núñez aún en el estrado de los testigos, le pregunta si conocía a los pistoleros llamados el Koala y el Quillo, los presuntos asesinos de Javier. Amanda Liskamm, la fiscal que llevó el interrogatorio directo del testigo, objeta. López Núñez no tiene permitido responder y los abogados acuden al juez para decidir si este tema se puede abordar.

En la reunión cerrada para el público, Liskamm se queja con el Juez Cogan, pues Balarezo había prometido no preguntarle nada más que si él había asesinado a Javier Valdez. El abogado de la defensa dice no recordar esta conversación, pero asegura que él tiene información que contradice el testimonio del testigo. Su información indica que López Núñez y su hijo son responsables del asesinato.

Balarezo le explica al juez que es importante abordar estas preguntas porque hablan directamente de la credibilidad del testigo. Ahora López Núñez dice que el Chapo le dijo que sus hijos cometieron el asesinato, cuando el día anterior decía que Guzmán Loera no lo sabía. “¿Usted tiene información de que su cliente no le dijo a él que sus hijos cometieron el asesinato?”, le pregunta el Juez Cogan a Balarezo. “¿Por qué el Chapo admitiría haber cometido un asesinato que no cometió?”, quiere saber el abogado. “Tal vez su cliente no sabía que su gente ordenó el asesinato”, dice el juez.

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Inmediatamente después, el Juez Cogan decide que no es relevante al caso en cuestión y le prohíbe al abogado de la defensa preguntar más sobre el asesinato de Javier Valdez, sobre el Koala, el Quillo y sobre cualquier cosa que nos acerca a la verdad. El juicio del Chapo continúa, dejando atrás las posibilidades de extraer alguna pisca de justicia del proceso que se ha convertido en un espectáculo en la corte federal de Nueva York.

Artículo publicado el 27 de enero de 2019 en la edición 835 del semanario Ríodoce.