Brasil 2014, la Copa del Mundo más cara

Amplios sectores de la sociedad salieron a las calles para expresar su indignación.
Amplios sectores de la sociedad salieron a las calles para expresar su indignación.

En junio de 2013, paralelamente al desarrollo de la Copa Confederaciones en diferentes ciudades de Brasil, amplios sectores de la sociedad salieron a las calles para expresar su indignación por los gastos exorbitantes dedicados a los preparativos y organización del XX Campeonato Mundial de Futbol 2014.
Se estima que esas manifestaciones movilizaron a más de un millón de personas que con miles de carteles en mano ironizaban sobre el esfuerzo del gobierno de Dilma Rousseff en construir y reconstruir una docena de estadios, siguiendo las exigencias de la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA).
“Vale más un profesor de primaria que Neymar”, clamaban; “no queremos estadios, queremos escuelas y hospitales”, se leía en las pancartas de quienes expresaban la idea de que el dinero público se malgastaba de manera criminal, alimentando así la ira popular, al punto que la mandataria canceló el uso del presupuesto federal en esas obras.
En 2007, cuando Brasil fue elegido para realizar la Copa del Mundo de 2014, el país estaba en un gran momento bajo la conducción del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, apostando todo por mostrar al exterior que no estaba en “off side”.
Además de que tendría una actuación impecable fuera del terreno de juego, con el ofrecimiento de líneas de financiación por parte del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), mediante el programa Pro Copa Arenas.
Sin embargo, un tema que movió a la reflexión luego que Rousseff reconociera que era preciso dedicar más dinero a la educación que al futbol, fue la caída de una grúa que provocó la muerte de dos trabajadores en el Arena Corinthians, en el barrio de Itaquera en São Paulo.
El accidente registrado el 27 de noviembre pasado tuvo un efecto contrario al dar margen a las dudas sobre la capacidad real de Brasil para soñar con grandes eventos, como una Copa del Mundo.
La inquietante pregunta que se hacen los brasileños inconformes es si el país también ha tenido una actuación cuestionable en cuanto a gastos en esas construcciones y reconstrucciones para garantizar la infraestructura mundialista.
Al menos la mitad de esos estadios ya ha sido entregada y el resto está cerca de cumplir el riguroso calendario establecido por la FIFA, pero en el análisis de los gastos para construir o reformar las instalaciones, Brasil ya ha superado la suma que Sudáfrica y Alemania desembolsaron para las Copas del Mundo de 2006 y 2010.
El gasto en los 12 estadios ya alcanza tres mil 400 millones de dólares de los cinco mil 700 millones originalmente presupuestados para junio de 2014, según el Sindicato Nacional de Arquitectura y de la Ingeniería.
La entidad gremial ha realizado el seguimiento mensual de los proyectos relacionados con la competición, y entre sus datos más notables señala que Alemania gastó solamente mil 500 millones de dólares para el mismo número de estadios, mientras Sudáfrica erogó casi mil 400 millones de dólares para diez estadios.
La previsión brasileña en 2007 era que los gastos en estadios sumaran sólo mil millones de dólares, cifra que inmediatamente subió a dos mil 300 millones de dólares, pero este aumentará a más del doble al inaugurarse el certamen, según el llamado Documento Matriz de Responsabilidades (DMR), que reúne costos y plazos estimados de cada ciudad-sede para la conclusión de las obras.
Cuando Brasil fue escogido ese año para organizar el Campeonato Mundial de Futbol en 2014, el gobierno de Lula da Silva también ofreció a la FIFA los estadios de Río de Janeiro, Brasilia, Recife, Fortaleza, Salvador y Belo Horizonte como escenarios de la Copa Confederaciones de junio de 2013.
En Río, el Maracaná -escenario de la inauguración y de la final mundialista en 1950, perdida por Brasil ante Uruguay- fue el estadio escogido para los partidos Argentina-Bosnia-Herzegovina, España-Chile, Bélgica-Rusia, Ecuador-Francia, tres juegos más en semifinales y la gran decisión del 13 de julio de 2014.
Sin embargo, contrario a lo que sucedió en el siglo pasado, cuando el número oficial de localidades para el “maracanazo” fue de 199 mil 584 y de casi 170 mil 000 en un partido eliminatorio contra Paraguay en septiembre de 1969 para el Campeonato Mundial de México del año siguiente, en el siglo XXI, sorprendentemente, el estadio ha visto reducida su capacidad a 79 mil personas por las remodelaciones más recientes.
Otra enorme sorpresa es el valor de la reforma en un estadio que ya había sido remodelado para el Campeonato Mundial de Clubes de la FIFA en 2000 y los Juegos Panamericanos de 2007 en la ex capital carioca.
Fue la segunda edificación más cara, con una inversión de cerca de 500 millones de dólares, según un informe de los arquitectos e ingenieros sindicalizados de Brasil, la nación de los prodigios deportivos, los despropósitos políticos y las exageraciones económicas más grandes del mundo. (Notimex)

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