AMLO 266 días de gobierno; 276 horas de habla

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Fox creyó que la alternancia por sí sola representaría el cambio en la vida pública de México, presumió que resolvería los problemas del país en quince minutos acompañado de un gabinetazo; Calderón centró el discurso en la lucha contra el narco, una forma sangrienta de legitimar un mandato cuestionado, planteaba recuperar el espacio público y rescatar las instituciones; Peña Nieto quiso llevar el tema a las reformas estructurales, nada de hablar de guerras, y sería el pacto por México su estrella donde los actores políticos contrarios pueden llegar a acuerdos; López Obrador quiere desterrar la corrupción, un discurso donde primero los pobres estarán masiva y directamente recibiendo apoyos de programas sociales.

Esta es, en un párrafo, la historia política del siglo XXI mexicano. Sin matices, es cierto, pero ayuda a ejemplificar un país donde el poder avasalla la agenda pública. Una tierra acostumbrada a los caudillos, a las figuras imponentes. Donde los ciudadanos son ninguneados. Donde equilibrar ese poder omnipotente es casi imposible.

Pero este otro párrafo es también la historia del siglo XXI:

Fox no logró desmantelar un sistema de casi un siglo, el cambio se entrampó, como priista de closet hizo lo imposible por heredar la silla presidencial, y de pilón banalizó la figura presidencial; Calderón perdió la guerra contra el narco, malgastó el respeto —o miedo, que no prestigio— que aun conservaba el ejército en ese momento, y hundió al país en un pozo sin fondo de violencia, asesinatos, poder-narco; Peña Nieto exhibió el cobre en el otro pacto que era más profundo, la corrupción como modelo de saqueo, la Casa Blanca de origen negro, una gran estafa cínica, y sin querer hablar del tema es hasta hoy el sexenio con más asesinatos de la historia reciente; López Obrador…

Este capítulo, el del Presidente Andrés Manuel López Obrador, se está escribiendo apenas. Y será difícil sintetizarlo en unas frases. Habla muchísimo.

Van 266 días de gobierno —al cierre de esta edición— y son 184 conferencias mañaneras con una duración promedio de 90 minutos. De lunes a viernes el presidente se avienta un partido de futbol madrugador. Completito. Hay quienes le hacen un seguimiento puntual de las intervenciones mañaneras, como la empresa de comunicación SPIN. Cuentan las palabras frecuentes, los acompañantes del Presidente, desglosan temas, miden su aparición en redes sociales. A esos 90 minutos multiplicados por 184 conferencias nadie se ha puesto a sumarle las intervenciones en sus giras de fin de semana, viernes, sábado y domingo, donde habla y vuelve hablar, y a eso también sería necesario sumarle las entrevistas a medios, sean banqueteras en sus giras o exclusivas con algunos periódicos o canales. Más los tuit, los escriba él o no, más discursos oficiales…imposible abarcarlo.

Hay una conclusión simple: López Obrador habla demasiado. Los mismos que le dan seguimiento aseguran que estos 266 días de mandato, a poco más de tres meses de llegar a su primer año, aseguran que ya habló más que cualquier otro antecesor en su cargo, y que cualquier otro mandatario en funciones en este momento. Eso es decir bastante.

Margen de error
(Hablar) ¿Hay algún problema con hablar demasiado? Sería entonces la siguiente pregunta. Es claro que para AMLO no, al contrario, es el eje principal de su política de comunicación gubernamental. Cada día arrebata el discurso a cualquier otro personaje público. Incluso por encima de cualquier tema. No hay en estos nueve meses alguien que siquiera le haga sombra a la permanencia mediática de López Obrador. Para cuando alguien alcanza a reaccionar sobre cualquier asunto público, el Presidente ya puso otros cuatro en la agenda. Parece que nada lo contiene.

Aun así hay más esfuerzos por darle orden a tanta palabra, a demasiadas ideas, órdenes, posicionamientos. Por ejemplo www.verificado.com.mx hace un seguimiento quincenal de las afirmaciones de López Obrador y las clasifica en verdadero, falso o engañoso. Y cita fuentes de la confirmación como verdadero, o porqué se refuta como falsa la afirmación del mandatario, lo mismo con engaños.

Este ejercicio se practica también por el Washigton Post con Donald Trum, él sí campeón de campeones en mentiras.

Mirilla
(Al revés) ¿Convendría un ejercicio similar con las críticas a la actividad pública? Es decir, una verificación a quienes desde la oposición o la crítica al poder se encargan de un discurso que también puede contener verdades, falsedades o contenido engañoso.

Primera cita
(Al sur) En contraparte de López Obrador estaría un Presidente que hable poco. Y lo encontramos en un pequeño país del sur: Uruguay. Tabaré Vázquez, de 79 años —tiene un gabinete parecido al de AMLO en promedio de edad— es el sucesor de José Mujica. Vázquez es un oncólogo de bajo perfil, discreto; Mujica era igualmente discreto, solo que sus maneras, comportamientos y discursos lo volvieron célebre.

Se habla hoy de Tabaré Vázquez porque siendo médico oncólogo padece cáncer. Pero respecto a su discreción al hablar vale citar su dicho, donde parafrasea al mandatario francés Francois Mitterrand: “Cuando habla un presidente, habla un país y el presidente no puede entrar más que a decir las cosas que le importan a la gente”.(PUNTO)

Columna publicada el 25 de agosto de 2019 en la edición 865 del semanario Ríodoce.

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