Amigos

 
Nunca antes había pasado por esta crisis de dinero y empleo. Nunca. Por eso estaba desesperado: las cuentas del sueño le arrojaba números rojos, de repente le agarró una temblorina en la mano izquierda, un fiel y persistente dolor de cabeza, y ausencia de hambre y sonrisas.
Qué te pasa, le preguntó su hermana. No tengo chamba, cabrona. La verdad estoy preocupado. Ni como ni duermo ni tengo ganas de nada. La joven lo abrazó, le acarició la espalda y el cabello. No te agüites. Vas a ver que pronto esto va a volver a la normalidad y de nuevo vas a tener trabajo. Ándale, aliviánate. Y ponte a comer, no vaya a ser que te me enfermes.
Uno de los jefes de la cuadrilla que trabajaba para él en las obras se le fue. Seguro es porque tenía dos quincenas que no le pagaba. Pero también pensó que había sido malagradecido. Tanto que lo apoyé al güey. Ahora anda con otro constructor, en otra chamba, y yo acá, solo y sin trabajo. Se sintió traicionado. Le dolió más porque le tenía estimación. Malos tiempos hasta para la amistad, pensó. Falta que me mee un perro.
Tiempos en que había mucho trabajo y dinero. Los narcos mueven dólares y ponen los precios. Los costos seguían bajos pero a los narcos no les importaba pagar más y más. Era asunto de estatus. Y él ahí, desocupado y sin dinero ni para sobrevivir.
Empezó a buscar trabajo entre quienes tenían obra. Con que me subcontraten, pensó. Fue con un amigo y compadre de él. Habían empezado juntos y ahora él tenía su empresa. Se llevaban bien y juntos, en tiempos difíciles, se apoyaban. Le dijo que no tenía nada que   ofrecerle pero que si necesitaba dinero, le prestaba. No, gracias. Mejor cuando tengas algo de chamba, me la pasas.
Se fue cabizbajo. Los malos tiempos no podían ser peores. Sintió la nube negra siguiéndolo, de día y de noche, sobre su cabeza. A los días, supo que ese amigo suyo había agarrado una obra grande y que subcontrató a alguien más. Ese alguien era aquel empleado que lo había abandonado. No pudo contenerse y agarró el cel. Las teclas sonaron furiosas. ¡Compadre! Te acabo de pedir chamba y me dices que no tienes, pero ahora que te cae algo grande le das el trabajo a otro: la voz se le quebró al gritar, los improperios parecían puntas de lanza.
Con voz pausada, le respondió que se acordara que se conocen desde hace mucho. Es una obra grande, sí. Y hay mucho dinero, sí. ¿Pero sabes por qué no te doy la chamba y se la doy a otro? Por eso. Porque somos amigos. Y ahí la dejamos, mejor. Ya que nos veamos te explico.
No lo vio más. A los seis días lo mataron. También mataron al otro, que se le había ido. Y a otros más. Con tanta chamba, también era mucho lo que les debían: salió más barato eliminarlos.
 
 

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