Ambientes obesogénicos, espacios que condicionan nuestra salud

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Mantener buenos hábitos alimenticios es un verdadero reto hoy en día. Cualquier gurú cantaría un rezo del tipo ‘querer es poder’ para deshacer esta afirmación, pero, ¿qué hay de todos los otros factores que no tienen que ver con la voluntad? La obesidad no es una lucha exclusiva de motivaciones; necesita ser atacada desde distintos frentes, ya que es un cúmulo de falta de información, malas decisiones, malos hábitos y poca voluntad para cambiar el statu quo.

Un factor adicional que promueve la obesidad es el ambiente obesogénico. Este término se refiere al entorno dentro del cual nos alimentamos y abarca temas que van desde la disponibilidad de los alimentos hasta los hábitos alimenticios de nuestros allegados.

¿Quién es el culpable de que una sopa instantánea cueste lo mismo que una manzana? El mercado. ¿Quién mueve al mercado? Nosotros. Una sopa que no se vende se deja de producir, pero como no es el caso hay tantas marcas y variedades de sopas como colores en las frutas. Esta densidad en la oferta de productos de fácil acceso, alto índice calórico y bajo aporte nutricional es una de las principales razones por las que existe el concepto de ambiente obesogénico.

 

El ambiente y la edad temprana

Crecer en un ambiente obesogénico puede ser un serio problema conforme los individuos avanzan en edad. Adicional al daño individual, la percepción errónea de la ‘naturaleza’ con la que se vive en este ambiente puede influir en la futura herencia y volverse el problema colectivo a través de los años.

Un ejemplo de este tipo de ambientes es el de las escuelas. Estas son uno de los principales ambientes para desviarse de los buenos hábitos alimenticios. En niveles básicos, las escuelas son lugares donde se observan y corrigen ciertas conductas, pero ninguna de ellas relacionada con la alimentación. Dentro y fuera, las escuelas son paraíso de azúcar y acidez, de botanas fritas y molletes, de refrescos y aguas dulces. Todo libre de vigilancia parental.

El doctor Bernardo Krause, especialista en neonatología por la Universidad Católica de Chile, resalta que “el estar expuesto a un ambiente obesogénico desde etapas del desarrollo temprano me condiciona a ser obeso y yo después condiciono obesidad a mis hijos y nietos”.

Además de las escuelas, los mismos hogares son ambientes que promueven la obesidad a causa de los hábitos de compras de los padres: un hogar donde no falten galletas, cereales dulces o refresco en cada comida y en el que además prevalezca el sedentarismo, es propenso a formar individuos obesos.

 

El factor socioeconómico

Este tipo de espacios se generan con mayor facilidad en sectores de clase económica baja. Las colonias inseguras, con mala iluminación y sin espacios donde caminar o practicar algún deporte promueven que las familias no salgan de sus casas y prefieran pasar más tiempo viendo televisión o conectados a internet.

‘Es imposible que la gente se haya enfermado toda de repente, que todos tengamos un problema genético; más bien, hemos cambiado los buenos estilos de vida y nos hemos dejado influir por esos ambientes obesogénicos. Antes la gente salía a jugar fútbol a la calle, comía porciones más pequeñas porque las mamás ahorraban comida’, señala Carlos Olimpo Mendívil, doctor por la Universidad de Harvard.

Para Mendívil, lo principal por ahora es darse cuenta de que estos ambientes existen y no es normal. El reto es sobrevivir en un ambiente obesogénico.

Otro factor relacionado con la economía son las decisiones de compra. Se trata de llevar al hogar lo que llene, sin valorar si verdaderamente es nutritivo o potencialmente nocivo, en estos casos, el precio final juega un papel importante en la toma de la decisión. Es por eso que actualmente abundan los casos obesidad y desnutrición al mismo tiempo.

 

Los centros de trabajo, fábricas de sobrepeso

La vida moderna es en sí un serio promotor del sobrepeso. El ritmo del hombre laboral actual es una rutina constante de trabajo y poco descanso. Dentro de esta rutina es común que la alimentación pierda importancia y se priorice el mismo trabajo y los ratos de esparcimiento sean placenteros y de poca actividad. La baja actividad física, el estrés y el fácil acceso a comida chatarra es una constante en estos espacios de trabajo.

La obesidad es el principal factor de riesgo evitable para nuestra salud. En México, siete de cada diez adultos padecen sobrepeso u obesidad y se calcula que para 2030 la cifra aumente a ocho de cada 10.

Se considera que un trabajador con problemas de peso puede reducir su rendimiento hasta en un 50 por ciento y que además es dos a tres veces más probable que se ausente de sus labores. Es por eso que algunas empresas ya adoptan las prácticas de salud al interior como la habilitación o el convenio con algunos gimnasios, recomendaciones de salud nutricional a través de comunicados o el monitoreo periódico de la salud de los colaboradores con visitas de profesionales de la salud.

Artículo publicado el 02 de mayo de 2021 en la edición 953 del semanario Ríodoce.

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