Álvaro Blancarte, maestro y pintor errante

BLANCARTE ZETA

A sus 87 años el pintor sigue siendo un artista prolífico, considera que es un ‘viejo vigente’

 

Álvaro Blancarte Osuna nació en Culiacán, Sinaloa, en 1934 pero ha vivido más de la mitad de su vida en Tecate, Baja California Norte, donde se ha convertido en uno de los personajes principales en la escena de las artes visuales; pintando, dando clases y manteniendo activa una vida cultural.

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No puede hacerlo de otra manera, piensa que nació artista, al nunca haber estado en la disyuntiva que en su momento planteó Pablo Picasso: “Todos los niños nacen artistas. El problema es cómo seguir siendo artista al crecer”, porque partiendo de esta idea, está seguro que desde que estaba en el vientre de su madre sentía el mundo de los colores, las formas, la creatividad y nunca se alejó de él.

No olvida esa imagen de estudiante de primaria cuando sacaba plastilinas para moldear sus primeras esculturas, que tomaron formas más definidas en casa de sus padres: Laura Osuna Lafarga y Amado Blancarte, construyéndole un horno de ladrillos, en el patio trasero de la casa familiar, para lograr de manera autodidacta sus primeras piezas de barro, primero sin una consciencia y después ya con una preocupación estética.

Este proceso de trabajar a prueba y error le definió su vocación en sus años de adolescencia, cuando se matriculó como alumno de Erasto Cortés Juárez, en el Taller de Artes Plásticas de la Universidad de Sinaloa, y que para su beneficio, al vivir en el primer cuadro del viejo Culiacán, que configuraba su traza urbana, le era cercano.

Al paso de seis años ya dominaba técnicas además de la escultura, la pintura y el dibujo, lo que le permitió incorporarse como maestro e incluso como el primer director de la Escuela de Artes y Oficios de la Universidad, en 1970, y empezó su vida como creador errante y así como Heródoto viajó a España y después se afincó en la Ciudad de México donde desarrolló una prolífica labor como maestro y pintor.

El terremoto de 1985, recordó Blancarte, trastocó su vida en la capital y al ver morir a varios de sus amigos decidió tomar sus pinceles, óleos y emprender camino a la tierra fronteriza de Baja California Norte para radicar con su familia en Tecate.

“Yo venía de una ciudad verde y me encuentro con la maravilla de La Rumorosa, las pinturas rupestres y eso ha hecho que de manera inconsciente trabaje con las texturas cafés, azules, que hacen que siempre quiera estarme sorprendiendo a mí mismo”. dice.

“Yo llegué para cambiar la plástica en Baja California, promoviendo el arte-instalación, primero a través de la Universidad, en Tecate, en ese entonces no había nada de arte”, contó.

 

 

Diariamente, además, viajaba de Tecate a Tijuana para apuntalar a generaciones de quienes hoy son artistas consagrados como Marcos Ramírez Erre, Franco Méndez Calvillo, Enrique Ciapara, Jaime Ruiz Otis, César Hayashi.

“Para mí es un vicio enseñar, igual como el que tengo por crear. El arte actual me merece el mayor de los respetos, enseñar a las nuevas generaciones y estar de acuerdo con el pensamiento de la época de los jóvenes. Soy un viejo vigente”, consideró.

“No puedes ser un viejo engarrotado en una época, hay que estar más allá que la época, que los muchachos pueden estar inmersos en esa dinámica de estar enseñando, pero también aprendiendo”.

Blancarte fue madurando su propuesta artística de tipo abstracta con cuya obra materializa sus sueños, en las que aparecen los chamanes, el barroco profundo, los recuerdos, la frontera, el transitar, la mexicanidad, los colores de la tierra; cafés, azules, amarrillos, verdes, que afirma que es un pintor y escultor de rupturas y continuidades.

Otro aspecto fundamental en su ejercicio creativo, es el desarrollo de la pintura mural en distintos espacios, como el ubicado en la garita El Chaparral que une a San Ysidro, California con Tijuana, en la que recupera elementos simbólicos provenientes de los pueblos nativos de la región, particularmente de la cultura Kumiai, en el Palacio de Gobierno de Sinaloa, se encuentra otro con temática histórica.

A sus 87 años Blancarte sigue siendo un artista vital. Sigue pintando desde su estudio La Panocha, en Tijuana, ahí está su mundo creativo, rodeado de aprendices, de su familia.

“En todo este tiempo he tenido y vivido de todo. He podido crear, amar la pintura. Ser pintor te da la oportunidad de vivir, no sé a quién quiero más si a mi mujer o al arte, la verdad es que son dos cosas que no puedes dejar aunque te mueras”.

Artículo publicado el 23 de mayo de 2021 en la edición 956 del semanario Ríodoce.

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