Punto de nostalgia XII: El arroyo de los perros

ALEJANDRO INZUNZA. Paisajes de la ciudad.
ALEJANDRO INZUNZA. Paisajes de la ciudad.

Leonidas Alfaro

Esta vez, queridos lectoras, les hago llegar este híbrido, que combino entre narrativa y entrevista porque tuve la fortuna de encontrarme con mi amigo Alejandro Inzunza Villavelázquez, que vive en la colonia Jorge Almada. Nos pusimos a platicar y aproveché para preguntarle qué me podía contar sobre el legendario Arroyo de los perros. Alex, muy a su estilo, me informó que él había nacido en ese barrio en el año de 1944, y por tanto, tenía recuerdos muy presentes de ese famoso arroyo.

“En aquellos años de la década de los 50, mi estimado Leonidas, las calles de la colonia no estaban pavimentadas, y en época de lluvias eran unos verdaderos ríos, en particular la calle Nicaragua, cuyo caudal la convertía en el afamado arroyo, un peligroso sifón que arrastraba todo tipo de basura.

“En el Culiacán de aquellos tiempos, había muchos animales que la gente criaba en sus corrales improvisados, expuestos a esas torrenciales avenidas, así que entre la basura arrastraba gallinas, guajolotes, puercos, chivos, vacas y una notable cantidad de perros; casi te puedo asegurar que en esa calle había más de 200. Se hacían notar porque nadaban y ladraban tratando de salvarse, era un espectáculo verlos.

“Todo esto: animales, enseres y basura iba a estrellarse a un muro de contención que tenían las instalaciones de Pemex, allá al fondo donde contiguo estaba la estación del ferrocarril. Ahí la empresa petrolera tenía unos tanques elevados donde almacenaban chapopote para el servicio de las vías férreas, diésel, gasolina y petróleo que distribuían en algunos expendios.

“Había pocos carros en la ciudad, y ahora te cuento de un percance que tuvo el señor Jesús Almada; aprovecho para decirte que él y su hermano Jorge fueron personas de mucha visión industrial y comercial, eran los dueños del Ingenio La Primavera de Navolato, gente de conciencia civil y ciudadana, aquí una muestra.

“Una noche, don Jesús andaba de parranda y chocó su carro contra un estanquillo que estaba en Bravo y Juan José Ríos, un tanto mareado bajó del auto a buscar al dueño, casualmente por ahí pasaba mi tío Rafael Villavelázquez, quien tripulaba un taxi, era un Ford modelo 1938 que manejó hasta la década de los 70, y por ello cobró cierta fama, el auto, no él.

“Pues bien, mi tío le informó del dueño del puesto. Al día siguiente don Jesús se presentó con el propietario a quien respaldó con una renovación total del local, le pagó la mercancía dañada y hasta una cantidad extra por las ventas perdidas. Así de ese calidad moral y civil eran los hermanos Almada, creo que por todo lo que ellos desarrollaron como empresarios, y por su calidad humana, los viejos vecinos de esta colonia en la que presumimos ser dueños de la leyenda del Arroyo de los perros, también nos sentimos orgullosos del nombre de la colonia: Jorge Almada ”.

—Ahora cuéntame algo del desarrollo de tu arte, sé que eres uno de los primeros sinaloenses egresados de la famosa Escuela Nacional de San Carlos —el rostro de Alex se cubre con una sombra de melancolía y sus ojos se humedecen. Sabe que noto su reacción.

—Disculpa Leonidas, pero es que eso me emociona. Existe un antecedente muy importante, tanto mi madre doña Ignacia Villavelázquez como mi padre don Néstor Inzunza, siempre me apoyaron en mi inquietud que empecé a demostrar desde muy pequeño, y es que mi padre fue un gran dibujante y pintor empírico, tenía una sensibilidad innata para el arte del dibujo y la pintura, captaba en el aire los contornos de las figuras y las dibujaba tal cual, por eso, cuando yo les manifesté de mi decisión de abrazar la carrera del arte con gusto me apoyaron.

“Me fui al DF y me inscribí, recuerdo, empezamos alrededor de 400 alumnos, de esos terminamos graduados 30, pero solamente 8 con título, curiosamente cuatro mexicanos y cuatro extranjeros de América del Sur. Mi primer maestro fue don Erastro Cortés Juárez, gran historiador y grabador, fundador de la Escuela de Artes Plásticas de Culiacán, donde me inicié a la edad de 13 años; a los 18  me fui a México y allá en la Academia de San Carlos fueron mis maestros don Antonio Ramírez, gran pintor, don Héctor Cruz García, paisajista y don Antonio Rodríguez Luna, pintor de origen español. De mis compañeros alumnos recuerdo a Fausto Lecona, Eida Argelís Urrutia, Alejandro Chacón y Ricardo Reyna”.

—¿Qué es lo que más aprecias del arte?

—Que el  verdadero artista se inspira en el alma, no realiza su trabajo para buscar poder o riqueza sino para vivir de manera congruente a la moral y la ética, con un profundo compromiso social, solidario con el ser humano.

Esto último me impresionó, porque la forma de ser y hasta el estilo artístico de Alex, así lo demuestran. Sus paisajes refieren a la ciudad, sus retratos son de personajes conocidos que han dado lustre a nuestra sociedad, sin descuidar la parte dramática, pero tampoco la belleza; muestra en su obra el uso del dibujo en piel, de verdad soberbia.

Me despedí del artista, quien me invitó a su próxima exposición en el Country Club Culiacán del 20 de marzo al 5 de abril. Les extiendo la invitación.

leonidasalfarobedolla.com

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