Punto de nostalgia XI: Colegio Civil Rosales

colegio rosales

Leonidas Alfaro

El Liceo Rosales fue creado por el brillante intelectual, ingeniero Eustaquio Buelna Pérez, en 1873. Lo fundó en Mazatlán siendo éste gobernador del estado, pero debido a problemas con la burguesía del puerto, al año siguiente hubo de cambiar su sede a Culiacán, instalándose precisamente donde ocupa el edificio central administrativo de la ahora Universidad Autónoma de Sinaloa; el nombre cambió por el de Colegio Rosales; la fecha de tal acontecimiento fue el 1 de marzo de 1874.

El primer rector fue don Francisco Gómez Flores y los catedráticos: Luis G. Orozco, Honorato Díaz Peña y el doctor Ramón Ponce de León, y tres más cuyos nombres no pude encontrar. Impartían: secundaria, preparatoria y las carreras de Preceptor de letras, hoy Filosofía y letras;  Tenedor de libros, ahora contador público; Agrimensor, hoy Ingeniero civil; Abogacía, lo que es la carrera de Leyes, y Farmacéutico, que es Químico. Iniciaron con 30 alumnos, un mozo, seis catedráticos y el Rector, quien también impartía clases.

El Colegio Rosales estaba ubicado en el Centro Histórico por la Ángel Flores, entre Riva Palacio y Teófilo Noris. El edificio tiene esa imagen que inspira la palabra Colegio: establecimiento de enseñanza. Ahí cursé el segundo y tercer grado de secundaria —nocturna—; el primer grado apenas lo pude terminar en la Pre vocacional No. 28, La Prevo, de donde me corrieron por “revoltoso”.

Tengo grabados en mi mente, uno a uno, los pilares que forman los pasillos del Rosalino, y los escalones que conducen al segundo piso, pues el maestro de dibujo al que identificábamos como Davinchi, me obligó a dibujarlos muchas veces; me los devolvía una y otra vez, nunca pude ser dibujante.

El profesor de inglés era muy elegante y se le conocía como Oscar Wilde; le gustaba hacer exámenes orales.

—A ver Alfarito, qué quiere decir The second  floor? Di second flur… di second flur…

—¿Está seca la flor?

—Estás reprobado, Alfarito.

—¡Oh my God!

El que impartía biología era un máster en química, con tendencias extrañas; su ídolo era Hitler y expresaba que su sueño político era llegar a ser dictador; extraño ¿no?

El maestro Corchetes, sí, el de música, faltaba mucho y nos íbamos a jugar una cascarita de fut a la plazuela Rosales, ahí conocí a Roberto Pérez, el ahora famoso Roberto Jordán.

El Colegio Civil Rosales ha tenido una transformación impresionante, sólo hay que comparar las decenas de elementos que lo iniciaron con los millares que ahora son. La historia registra una lucha permanente, difícil; muchos han sido los que han utilizado a nuestra Alma Mater para medrar a favor de intereses muy personales y de grupos mafiosos; han hecho verdad la frase del príncipe Maquiavelo: el fin justifica los medios, pero al estilo de los engendros que sólo buscan el poder para robar e imponer sus obtusas intenciones; no han tenido empacho en pisotear bestialmente los recintos sagrados del saber universitario, donde incluso han derramado la sangre de noveles estudiantes.

Por fortuna, la acción de los buenos se ha impuesto sobre los malos, y en esas luchas, aquella brillante idea Buelnista se robustece con el espíritu benefactor, poniendo por delante que sólo la inteligencia podrá sacarnos de la inmundicia y la pobreza.

Esa transformación, la historia la registra así: Fundador: Ing. Eustaquio Buelna (1873) Liceo Rosales (1874) Colegio Rosales. En  1918 el General Ramón F. Iturbe la declara Universidad de Occidente. En 1922 es nombrado Colegio Civil Rosales. En 1937, por influencia del General Lázaro Cárdenas se convierte en Universidad Socialista del Noroeste. En 1941 Universidad de Sinaloa, y en 1965, tras intensa lucha de maestros, estudiantes y trabajadores de la institución, se denomina Universidad Autónoma de Sinaloa.

Con este último movimiento quedó fuera la facultad del Gobernador del Estado de nombrar al Rector, pero también se recrudecieron las confrontaciones, de tal forma, que desde aquella fecha hasta muy entrada la década de los setentas,  hubo movilizaciones, muchas de ellas, reitero, con malsanas intenciones que convirtieron a la Universidad en un bastión de lucha, que costó mucho en retraso y desgaste.

Uno de los pasajes que no debe quedar en el olvido, para que no vuelva a suceder, fue aquel que aprovechando la efervescencia de los ideales comunistas que se respiraba en las aulas universitarias medró, en el seno de nuestra Universidad en pos de oscuros intereses políticos; pues en aquellos tiempos el Rector era considerado un fuerte candidato a Gobernador del estado y en el afán de obstaculizar esa posibilidad al que entonces ocupaba el puesto, seres perversos fraguaron el sacrificio de estudiantes; ellos fueron, para sufrimiento de sus familiares y amigos: María Isabel y Juan de Dios; la sangre de estos muchachos es una mancha que aún perdura.

La política es una de las actividades más nobles porque el fin primordial es servir al prójimo; el Colegio Civil Rosales nació, debo reiterarlo, gracias a esta mística. Por fortuna, somos muchos más los que nos aferramos a ese monumento Rosalino en el que abrevamos los conocimientos para reafirmar que la academia universitaria es, y seguirá siendo, el faro que ha de guiarnos: Hacia la Cúspide. Sursum Versus.

leonidasalfarobedolla.

 

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