Norte. Una propuesta de lectura  

 

 

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¿Qué es una antología si no una propuesta de lectura? Detrás de un caos aparente o un orden que nos puede parecer indiscernible se oculta la infatigable tarea de un crítico-escritor que ha leído minuciosamente durante años, ha educado su gusto literario con avidez, sin descanso, y ha seleccionado de un mundo personal e impersonal a la vez aquellos cuentos, poemas, fragmentos de novelas o ensayos cuya calidad y factura se corresponden con la finalidad de la antología que se quiere publicar.

 

Norte. Una antología (Era, 2015) partió de una intuición que en las últimas dos décadas se transformó en un hecho: los narradores nacidos en el norte de México o hechizados por él se han incrementado y han estado formando con su narrativa un espacio textual permeado por la violencia, la aridez, lo desértico, los planos abiertos y la soledad, una atmósfera hosca, hostil, de desamparo, un lenguaje híbrido, poroso, humorístico, seco, ágil y plástico, que ha venido a distinguir lo que el periodismo literario y la academia llaman literatura del norte.

 

Dicha literatura, admitámoslo, también es una etiqueta comercial que pronto devino en otra categoría: la narcoliteratura, fórmula con la que lucraron las editoriales y la cual les permitió acaparar mesas de novedades con una cohorte de advenedizos, imitadores y falsos escritores cuyos nombres hemos olvidado. Quizás este baturrillo en los medios que privilegió a ciertos autores y a un solo tema: el narco, orilló a un crítico literario a decir que “toda escritura sobre el norte es sobre el narcotráfico”. Desde cierto punto de vista, no le faltaba razón: quien escribe teniendo como escenario o eje temático la región del norte, difícilmente puede eludir al narcotráfico. Sin embargo, lo que se impugnaba era una narrativa demasiado orgullosa de sí misma y de su región, que en lugar de ficcionalizar a ésta, la reproducía sin imaginación. Los dardos de aquella crítica apuntaban hacia la flojedad de su realismo: tautológico, tartamudo.

 

Ese cuestionamiento tan directo, para muchos injusto y reduccionista, no sólo sacudió a críticos y escritores, sino que provocó que autores como Eduardo Antonio Parra, Heriberto Yépez y Cristina Rivera Garza, o más actualmente Geney Beltrán, Oswaldo Zavala e Ignacio Sánchez Prado, subrayaran con más ahínco, en sus trabajos de análisis, la diversidad temática, de estilos, técnicas y recursos narrativos que caracterizan a la literatura del norte.

 

En este libro uno puede trazar afinidades, también distancias. Hay cuentos realistas, pero igualmente de fantasía, de detectives, de misterio, de fantasmas, oníricos, urbanos y hasta de vampiros. No encuentro homogeneidad sino diversidad tanto en los temas y las formas de abordarlos, así como en los lenguajes. Si bien algunos eligen lo coloquial, según las necesidades de su relato, otros rozan la poesía, la parquedad y alcanzan la perfección del silencio.

 

Si se trataba de demostrar que los narradores nacidos o radicados en el norte del país escribían y escriben más allá de los tópicos del desierto, el narcotráfico y la frontera, configurando universos personales con oficio literario en la mayoría de los casos; si se trataba de exponer la multiplicidad de las técnicas literarias, atmósferas y tonos de sus escrituras, creo que esta antología es una muy buena muestra de todo ello, aunque me parecen inexplicables las ausencias de Geney Beltrán y Carlos Velázquez.

 

 

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