Yo soy Simón

 

 A sus 17 años, Simón (Nick Robinson) considera que lleva una vida normal: todos los días se levanta para ir a la escuela, no sin antes pasar a la cocina, despedirse de sus padres (Jennifer Garner y Josh Duhamel) y probar los experimentos culinarios de su hermana (Talitha Eliana Bateman), quien sueña con ser chef.  En su trayecto en auto, el joven pasa a la casa de sus amigos: Leah (Katherine Langford), Nick (Jorge Lendeborg Jr.) y Abby (Alexandra Shipp) para llevarlos con él.

Un día se publica en la página de la escuela que un chico es gay. Simón consigue su dirección de correo y comienza, con quien se hace llamar Blue, una relación virtual, hasta que uno de sus compañeros se entera, y lo amenaza con descubrirlo si no le ayuda a acercase a Abby.

A partir de ahí, Simón vivirá con el miedo de que, si se “destapa la olla”, Blue se asustará y dejará de escribirle; con el remordimiento de haber traicionado a sus amigos; y pensando en cómo puede hacerle para conocer al chico misterioso, de quien termina enamorado.

Yo soy Simón (Love, Simon/EU/2018), dirigida por Greg Berlanti, no es la gran película de adolescentes; incluso su tema, que pareciera atender una “moda”, tampoco es muy atractivo, pero tiene ventajas que la hacen entrañable, disfrutable y, quizás, perdurable. Uno de sus mayores aciertos es abordar la homosexualidad sin morbo, con naturalidad, centrándose en una historia de amor, sin importar las etiquetas.

Es interesante que llega el momento en que el principal problema de Simón no es asumirse gay. Por supuesto que le es difícil abordarlo, pero en el fondo sabe que ese no es el gran conflicto, menos después de que contacta a Blue, con quien comparte su experiencia, se desahoga, encuentra empatía y se acepta, por lo que para cuando se abre ante los demás, ya lo tiene, prácticamente, resuelto. Su mayor preocupación, en cambio, es que el amor que siente no sea correspondido: que Blue deje de contestarle y perderlo.

La cinta basada en la novela Simon vs. the Homo Sapiens Agenda, de Becky Albertalli, destaca en cómo Simón defiende su derecho a decir quién es: una vez que asimila su preferencia sexual, no le preocupa decir que es gay y está enamorado de otro chico, su molestia con quien lo descubre se debe a que le quitó su derecho a cuándo y a quién expresárselo, porque es algo que sólo le pertenecía a él. Además, es interesante que cuestione por qué los homosexuales deben “salir del close”, cuando los heterosexuales no tienen necesidad de hacerlo.

Otra ventaja de la cinta es mostrar a unos padres comprensibles, que apoyan incondicionalmente a su hijo, quien seguirá siendo el mismo para ellos, independientemente de su sexualidad. Lo mismo sucede con sus amigos, a los que no les molesta que ese a quien conocen desde siempre sea gay. Es verdad que se enojan un tiempo, pero fue por la traición de Simón hacia ellos, con tal de no ser evidenciado. También destaca cómo el filme, en función de averiguar quién es Blue y distraer al espectador, muestre a los chicos que Simón imagina como probables, de manera muy real.

El filme es más significativo de lo que parece, al menos su mensaje es honesto, coherente, asertivo y oportuno. Vaya a verla… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

 

Artículo publicado el 22 de abril de 2018 en la edición 795 del semanario Ríodoce.

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