Sueño en otro idioma

 

La lengua zikril está a punto de extinguirse, por lo que Martín (Fernando Álvarez Rebeil), un lingüista interesado en su preservación llega al pueblo donde viven sus tres últimos hablantes, para registrar sus conversaciones: Jacinta (Mónica Miguel), Isauro (José Manuel Poncelis) y Evaristo (Eligio Meléndez).

Muy pronto, Jacinta Muere, quedando solo dos personas para hacer el trabajo. El problema es que tienen alrededor de 50 años que no se dirigen la palabra, y aunque nadie sabe exactamente por qué, corre el rumor de que, de jóvenes, Isauro y Evaristo (Hoze Meléndez y Juan Pablo de Santiago, respectivamente), eran amigos inseparables, pero se enamoraron de la misma mujer y terminaron peleados.

Mientras Isauro no habla español, es muy amable y está dispuesto a colaborar con Martín, Evaristo sí se comunica en ese idioma, pero todo el tiempo está enojado y no quiere reencontrarse con su contrincante.

El joven lingüista no perderá la esperanza de lograr su objetivo y se apoyará en Lluvia (Fátima Molina), la nieta del malhumorado Evaristo, sobre todo después de conocer el verdadero motivo del distanciamiento de los amigos.

Como con su primer largometraje Párpados azules (2007) —la película más reciente de Ernesto Contreras—, Sueño en otro idioma (México/2017) ha sido muy ovacionada —Premio del público en Sundance en 2017 y 16 nominaciones en el Ariel de ese mismo año, por ejemplo— y no es casualidad: el filme destaca por la perspectiva desde la que aborda su tema central, las actuaciones, la fotografía y la música.

El amor es de los planteamientos más desarrollados en el cine, pero pocas veces los involucrados lo experimentan como los de esta historia y menos lo conservan hasta una edad avanzada, y esa es una de las virtudes de la cinta escrita por Carlos Contreras, hermano del director, que expone la imposibilidad de vivir plenamente un sentimiento y mantenerlo en secreto por los prejuicios, convencionalismos y opresiones sociales: muestra la intensa frustración al reprimir una emoción que antes, ahora y siempre debería respetarse y asumirse sin dificultades.

Aunque están desaprovechadas por su poco tiempo en pantalla, Mónica Miguel y Norma Angélica actúan muy bien; Álvarez Rebeil y Molina, no decepcionan; pero son Poncelis y Meléndez quienes más destacan: uno con su bondad, serenidad y casi santidad, y el otro por su terquedad, persistencia y enojo, llevan al espectador a la risa, el llanto y la reflexión.

Las debilidades del filme, que es mucho mejor en sus primeros minutos, son que se pierde en esa atmósfera mágica que envuelve a los hablantes del zikril —la lengua fue creada exclusivamente para el filme— porque no se desarrolla adecuadamente para ser creíble; el miedo de los enamorados a ser más atrevidos antes de “partir” y mostrarse más cariñosos, como lo hicieron de jóvenes, lo cual hubiera sido más significativo e impactante; y su complaciente e inverosímil final.

Por fortuna, buena parte de las desventajas quedan opacadas con esas hermosas imágenes captadas por Tonatiuh Martínez en la región de los Tuxtlas, en Veracruz, y esa muy disfrutable música a cargo de Andrés Sánchez. No se la pierda… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 6 de mayo de 2018 en la edición 797 del semanario Ríodoce.

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