Cásese quien pueda

Cine
Ya en otra ocasión comenté la interesante particularidad del cine mexicano (aunque no exclusiva): puede entregar cintas extremadamente buenas, experimentales, de festivales, u otras indiscutiblemente malas, nada originales y aburridas.
Cásese quien pueda (México/2014), dirigida por Marco Polo Constandse y estelarizada, producida y escrita por Martha Higareda, es un ejemplo del segundo caso: un compendio de incongruencias, por lo que es una lástima que tenga tanto espacio en las salas de cine, cuando hay otras de este mismo país, realmente atractivas, que no corren con la misma suerte.
Ana Paula (Higareda) es una defeña que está a punto de casarse con su novio (Juan Pablo Medina), pero cuando descubre que le es infiel con su prima, se pone una borrachera tal, que termina, increíblemente, en una selva de Quintana Roo.
Su hermana Daniela (Miri Higareda) estuvo enamorada de Gustavo (Luis Gerardo Méndez), su mejor amigo desde que tenía siete años, por lo que cuando éste la invita a festejar el cumpleaños de su papá (Fernando Luján), se siente la más afortunada.
En la selva, Ana Paula tiene la suerte de encontrarse con un médico extranjero (Michel Brown) que atiende a los habitantes de ese lugar, y le ayuda a entender cómo sobrevivir en un lugar tan diferente al que ella está acostumbrada, mientras regresa a tiempo al Distritito Federal, a su boda.
Las circunstancias llevan a Daniela y Gustavo a fingir que son novios, ya que el papá de éste quiere que su único hijo varón (de quien piensan que es homosexual) se case y le dé un nieto.
El problema comienza cuando el novio de Ana Paula llega a Quintana Roo para encontrarse con ella y se da cuenta que no está sola, y al enterarse Daniela quién era, realmente, en la niñez, la musa inspiradora de Gustavo.
Es incongruente que Cásese quien pueda se anuncie como comedia: por más que lo intenta, con “chistes” malos y nada creativos, no hay un solo momento en el que la película provoque una risa auténtica.
El filme debería ser más claro en la explicación de cómo hace el personaje de Higareda para llegar del Distrito Federal a Quintana Roo en tan pocas horas y en una camioneta vieja, cuando es imposible, por los kilómetros hay entre estos lugares.
Es de mal gusto el discurso de resaltar las comunidades indígenas de ese lugar y dar un reconocimiento a sus tradiciones, cuando, desde que Ana Paula pone un pie ahí, se dirige a los niños como si no entendieran español (¿sólo porque los ve morenos? Porque ni siquiera sabe dónde está).
Es increíble la forma en que se llega a formalizar un noviazgo en tan poco tiempo, con las justificantes de que hay un padre a punto de morir, y porque no piensen mal del galán, aún cuando uno de los dos haya estado perdido de amor por el otro.
Nada auténtico resulta el hippie extranjero, con espíritu altruista, maravillado y enamorado de culturas autóctonas.
Sí, los paisajes son muy bonitos, pero no es suficiente para hacer una película que no atina ni en las actuaciones (ni siquiera la de Luján, que pasa desapercibido). Vaya a verla… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

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