Julio, un mes obligado para recordar algo de una artista “fantástica, inevitable, peligrosa y sintomática de México”. Más este año, cuando se cumplen 70 años de su muerte.
Me imagino a Frida Kahlo sepultada en el mar de chucherías producidas en su nombre: tazas, playeras, calcomanías, toallas femeninas, cervezas, todas las piezas de ropa que produjo el gigante del fast fashion para homenajearla. Me imagino a esa bomba amarrada con listones, que según Breton fue su arte, ahora oxidada, pegoteada de esos mismos objetos efímeros, baratos, intrascendentes. Ella y su arte en el fondo de ese océano hiperconsumista, masticados por la boca siempre hambrienta del capitalismo que devora, parcha y tapona todo deseo, malestar, toda potencia de transformación. ¿Frida Kahlo ya no es Frida Kahlo? Quizás exagero. Exageremos un poco, los tiempos dan para eso.
Si Frida Kahlo ya no es ella tendríamos que asumir que hubo una Frida primera; una que imaginé atrapada en el fondo del mar. Me equivoco, ella es el mar y el fondo. También es este monstruo del marketing en el que la han convertido. Frida fue artista. También fue esposa, ah como fue esposa, no hay texto donde no se mencione a Diego Rivera. Fue hija, amante, comunista, ícono de la moda, estrella de Hollywood. ¿Dejamos de ver su obra por ver su imagen? ¿dejamos de ver sus pinturas para ver sus tocados, sus cejas, sus bigotes? Podríamos ver un poco más a la Frida cuya potencia fue capaz de pintar criaturas inadecuadas, a ella antes que a nadie; de reclamar en su obra la posibilidad de materializar el dolor, de pagar la deuda que el lenguaje siempre tiene frente a la mudez del sufrimiento físico; de dejarnos ver su cuerpo como acontecimiento y ruina, su deseo, su amor desbocado. No vamos a salvarla, no creo que le hubiera gustado la idea de ser salvada, recuperada. Vamos a ver con detenimiento. Prometemos ver.
Magdalena Carmen Frida Kahlo y Calderón nació el 6 de julio de 1907 en Coyoacán, Ciudad de México. Hija de Guillermo Kahlo y Matilde Calderón. A los 6 años la enfermedad le mordió el cuerpo por primera vez: una poliomelitis que le dejó una pierna más flaca y corta que la otra. A los dieciocho años, ese famoso 17 de septiembre de 1925 que tantas veces volverá a aparecer en sus diarios y en los testimonios de sus conversaciones, sufrió un accidente: un tranvía embistió el camión donde viajaba con Alejandro Gómez, su primer amor. Frida quedó atrapada y atravesada por los fierros de las máquinas. Ese accidente le rompió la columna vertebral, el cuello, las costillas y la pelvis. Después de ese día y hasta el día de su muerte, Frida se sometió a treinta y tantas operaciones. Fue en esa primera convalecencia que empezó a pintar con más dedicación. Su madre le acercó un caballete especial e instaló un espejo en el techo de su cama. Ahí inicio su camino como artista. Ahí también nació su producción de autorretratos. Se pintaba a sí misma porque era a quien mejor conocía. Su hacer artístico fue un ejercicio de autodescubrimiento. Frida Kahlo fue, es y seguirá siendo una artista exitosa. No se dejó clasificar tan fácil, muchos años después dijo que ella se había enterado que era surrealista hasta que Breton dijo que lo era. Carlos Fuentes la llamó fantástica, inevitable, peligrosa y sintomática de México.
Prometimos ver: La columna rota, Autorretrato de mujer sufriendo (1944) y El venado herido (1947) En las dos piezas ella es la protagonista. Nos está mostrando la historia de su cuerpo. En la primera pintura Frida está en el centro. Es un autorretrato. Su torso está abierto, nos deja ver una columna jónica en lugar de su columna vertebral. Su piel repleta de clavos. Un corsé la sostiene y parece que también la tortura. Lágrimas pesadas le recorren el rostro. En la segunda es una criatura extraña: venada con cabeza de mujer. Otra vez atravesada, herida. Frida cazada, ¿huyendo? en medio de un bosque tenebroso y al fondo un cielo en tormenta. ¿Qué une a estas dos pinturas que en apariencia son tan distintas? Las dos materializan el sufrimiento de Frida. No figuran el dolor, lo son. Ambas piezas nos muestran su ser a partir de los elementos que componen su universo personal: amor, dolor, pulsión, sufrimiento, color.
Frida Kahlo es una de las más importantes voces del dolor en el arte. Fue una mujer sufriente, pero no sólo eso: fue artista. Ahora una marca registrada, pero no será sólo eso: su arte persistirá cuando el furor de la fridomanía se esfume. Frida es un caleidoscopio de pasión, creación y polémica que seguirá dándonos qué pensar, qué discutir, qué amar. Mostrándonos una y otra vez, como escribió en sus diarios, que la angustia y el dolor, el placer y la muerte, no son más que un proceso.
Artículo publicado el 14 de julio de 2024 en la edición número 02 del suplemento cultural Barco de Papel.