El año pasado, con motivo del setenta aniversario de la muerte de Roberto Bolaño, sus herederos, Lautaro y Alexandra Bolaño y Carolina López, su esposa, publicaron sin fines de lucro restos de libretas encontradas entre las cosas que dejó el escritor en algún rincón de su casa, manuscritos de notas y poemas, todos inéditos. Estos son algunos de ellos.
México (1976-1977)
Niña mía,
Yo no puedo escribir nada acerca de sus ojos
ni de su figura en general. Es mi underground,
mi boleto para viajar.
Su expresión (tiene la cara de Sancho Panza y
su figura en general) es mi boleto para viajar.
Notas, notas. Escribo notas solamente.
El autobús es verde: una hoja verde llena de
hormigas que el viento arrastra por el asfalto.
Así debiera haber escrito.
Pero no. El autobús es un cuerpo de fieras y
nosotros vamos con frío a trabajar. Y yo soy
un emigrado chileno y él es un emigrado de
algún lugar de España.
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Barcelona (1980)
Dentro de dos meses cumpliré 27 años y
no he hecho nada en la vida salvo perder amigos
que estimaban mis esfuerzos literarios y
amigas con quienes pude acostarme más veces.
Nada en realidad, una jam-session
a veces brillante a veces hilarante,
casi siempre sin sentido.
Buenos sentimientos. Buenas intenciones.
Supongo que muy cerca de esa monotonía
ética que propugnaba ejemplarmente Antonio Machado.
Con un poco más de ritmo.
Pero igualmente en blando desacuerdo con mis tiempos.
La espalda del amor, la espalda de los caminos,
la espalda de un gesto creativo, tan líquido como un pepino.
En fin nada ni siquiera rimas decentes que
ajustar a un sentido de humor más sencillo.
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A veces lo que más amo de esta ciudad son
sus emigrados. Mujeres de 30 años de ojos
profundos y vaqueros confeccionados en sus
tierras naturales, azules, resistentes al paso
de los meses. En las viejas calles barridas por
el otoño. Los muchachos árabes y las mujeres
latinoamericanas. Será el atardecer que alar-
ga las sombras. Mis compañeros. Los rostros
de los exiliados empapelan ciertos crepúsculos.
No puedo escribir su ternura. Su violencia.
Sus formas de agradecer al orar una
cena tranquila en compañía de los amigos o
sus maneras de sobrevivir al cerco cotidiano
de las autoridades de extranjería, esos
pobres cerdos.
(Observa el nacimiento de nuestra película.
No digas nada.)
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He balbuceado de felicidad
he trinado de felicidad
y nadie sabía dónde encontrarme.
He temido la locura
balbuceado y trinando
sin encontrar el camino de vuelta.
Hermosas noches de Barcelona.
Dejaré de escribir me tomaré un té.
Y leeré un rato antes de dormirme.
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Gerona (1980-1981)
¿Así Cavafis tu propia tumba?
Casi siempre de buen humor.
El dinero se le iba de las manos
tontamente.
Y a medianoche lloraba en el dique
seco.
Los libros y el amor, todo había sido
un fracaso y ya no tenía ganas
de empezar de nuevo.
Anhelaba, a veces, una hora
completamente plana
que fuera lo que él nunca había podido
ser: un momento exaltante
una máscara bondadosa, un fulgor.
Artículo publicado el 14 de julio de 2024 en la edición número 02 del suplemento cultural Barco de Papel.