En la región de Guasave se realiza un estudio arqueológico en el “sitio 117”, para intentar ratificar al lugar como la frontera de Mesoamérica de las antiguas civilizaciones
La región de Guasave está sujeta a un nuevo estudio arqueológico que la podría ratificar como la frontera de Mesoamérica, pues recientemente han sido encontrados vestigios prehispánicos que son estudiados por un investigador de la Universidad de Oklahoma, José Rodrigo Vivero Miranda, quien intenta revivir la historia de la región del Petatlán habitada por los Guasaves antes de que fueran sometidos por los españoles.
En mayo de 1939, el estadounidense Gordon Frederick Ekholm encontró en la comunidad de Chorohui, Guasave, un cementerio prehispánico con 204 entierros, restos de cerámica decorada y puntas de flecha de piedra. A partir de este descubrimiento se le denominó arqueológicamente, “sitio 117”.
Hoy, el arqueólogo mexicano José Rodrigo Vivero Miranda, quien también es maestro de la Universidad de Oklahoma, retoma dichas investigaciones.
Vivero Miranda afirma que el “sitio 117”, cuyo término se utiliza para establecer fronteras culturales, es crucial porque marca la transición de las culturas mesoamericanas del norte de México y sur de Estados Unidos, aunque todavía se desconocen aspectos sobre las sociedades de la región antes de la llegada de los españoles.
Con su proyecto, el especialista busca descubrir más sitios arqueológicos sobre la cuenca baja del río Sinaloa. Hasta el momento ha registrado 17 sitios arqueológicos en rancherías, desde San Pedro Las Árguenas hasta la desembocadura del río en la costa, en los que ha descubierto piezas que datan del año 700-800 D.C hasta 1400-1450 D.C.
Son alrededor de siete sitios localizados a la redonda del “117”, el resto fueron ubicados en las comunidades de Palos Verdes, Carricitos y La Pitahaya. Estos se dividen en dos grupos según su ubicación, los que están cerca de la costa y en el valle.
Una isla de la bahía de Navachiste
A pesar de que la zona isleña es conocida localmente, no se habían adentrado arqueológicamente en ella y ha resultado ser uno de los yacimientos arqueológicos más grandes de la región, que cuenta con una extensión de 2 mil hectáreas.
En el territorio se registró la presencia de 10 montículos de concha con una altura promedio de entre 8 y 12 metros, 11 concentraciones de concha de entre 100 a 300 metros cuadrados, en conjunto con piezas de cerámica, metates y manos de metate.
La acumulación de conchas para las antiguas civilizaciones significaba transformar el paisaje y brindar protección para entierros, y el sitio de la isla de la bahía de Navachiste pudiera ser similar, pues entre los hallazgos fueron desenterrados restos óseos humanos asociados a los concheros.
Evidencia del intercambio
El intercambio comercial de los antiguos pobladores, de acuerdo a Vivero Miranda es que los habitantes del valle se movían hacía la costa para intercambiar cerámica por productos de la costa, ya que en esta última han encontrado vestigios que pudieran provenir del valle, como cerámica, metates y manos de metate, y en el valle brazaletes de conchas y piezas de indumentaria de figuras de animales.
“En el valle encontramos muchos productos de la costa, principalmente moluscos…, pero en la costa también tenemos materiales cerámicos que están decorados. Desde mi punto de vista estos productos llegan del valle, es decir, hay un intercambio”.
Algunas piezas de cerámica decorada exhiben cierta relación con la tradición cultural de Aztatlán, la cual es la expansión de las tradiciones mesoamericanas hacía el norte de México, especialmente Nayarit, esta arribó a Guasave cerca de los años 1000 a 1100 D. C.
Vivero Miranda señala que la actividad agrícola ha impactado los sitios arqueológicos, ocasionando que queden sepultados o destruidos, de igual manera las crecientes del río entierran los restos arqueológicos y otro problema que impide su preservación es la difusión de su existencia.
¿Cuál es el destino de las piezas?
Según Vivero Miranda, el destino final de las piezas es México, aunque previamente EU solicitará un permiso temporal para analizar su composición y procedencia.
El arqueólogo también expuso la posibilidad de tener un acercamiento con el Museo de Historia Natural de Nueva York, lugar donde se encuentran los objetos descubiertos en el “sitio 117”.
“La arqueología debe ser vista como una herramienta para reforzar la identidad de las poblaciones y uno de los problemas que tenemos ahora es la pérdida de identidad. El saber de dónde venimos nos ayuda a saber dónde estamos parados, quienes somos, pero también nos ayuda a saber hacia dónde vamos. Conocer el pasado nos ofrece la oportunidad de conocer los problemas que como sociedad se han cometido en el pasado y sabiendo esto, nos ayuda a no cometer los mismos errores”, concluyó.
Historia olvidada
“Se habla de un saqueo tremendo de las cosas más importantes de nuestras culturas prehispánicas, con mucha frecuencia vemos que en Europa hay venta de piezas arqueológicas de México…, el Museo de Historia Natural de Antropología de Veracruz, muchas de las piezas que exhibe, son compradas por el gobierno en subastas públicas llevadas a cabo en Nueva York”, declara Arnoldo Leyson Castro, abogado e impulsor del reconocimiento del sitio 117, el cual señala, no fue la excepción.
Leyson Castro manifiesta que en los planes de estudio que se imparten en las escuelas se menciona lo mínimo sobre las sociedades precolombinas que solían habitar el territorio del Petatlán, y es relevante reconocer también la presencia de los Yoremes en Guasave.
En cuanto al reciente hallazgo de la isla, considera que aún hay que saber más sobre ella para que pueda dar indicios de otra civilización. El abogado guasavense puntualiza que hemos sido omisos en conocer la historia de Sinaloa, de los municipios, la historia de la cual somos herederos, pues nosotros somos los que nacimos en el río, en el álamo, en la vereda.
Artículo publicado el 14 de julio de 2024 en la edición número 02 del suplemento cultural Barco de Papel.