Mató a su padre, dijo, porque lo tenía harto

Mató a su padre, dijo, porque lo tenía harto

Se decía de la maña; ahora enfrenta un proceso por parricidio

Durante mucho tiempo vivió la fantasía de ser parte de la maña. A cada rato se repetía para sí y para otros que la gente de la sierra lo respaldaba: la del Pichol y la de Bacayopa. Entonces su actitud se tornó violenta, pero con su familia. Martirizó a su esposa e hijos y terminó asesinando a su padre, sepultándolo en el patio de una casa.

El crimen había pasado desapercibido para muchos, hasta que sus víctimas lo delataron. Ahora enfrenta un caso penal que comenzó el pasado jueves.

Cuando cruzó la puerta de locutorios hacia la sala B de audiencias públicas del Sistema de Justicia Adversarial y Oral, en Los Mochis, Arturo G. H. junior estaba enfundado en una playera de color negro, jeans oscuros y tenis. Su mirada es penetrante y sus ademanes retadores.

En la sala estaban sentados quienes lo denunciaron, sus tíos, hermanos de su padre, Arturo G. H., un contador de 65 años de edad, a quien recién acababan de dar sepultura. Su cuerpo fue exhumado de una fosa clandestina cavada con un metro de profundidad en el patio de la casa 2066 de la calle Jacarandas, en el fraccionamiento Jardines del Bosque. La tumba clandestina fue ocultada bajo una losa de cemento.

Arturo Junior apenas levanta la cabeza. La mantiene ligeramente clavada, al igual que su mirada, en el escritorio, y en ocasiones perdida en el piso. Dos o tres veces intercambia impresiones con el defensor de oficio, solo las suficientes para declarar que del caso guardará silencio y que duplicará las horas a 144 para que se le defina la vinculación o no a proceso.

Mientras tanto, él no voltea hacia atrás, a sus espaldas, en donde están sus víctimas indirectas. Hombres mayores y dos mujeres. Una de ellas es prima de Arturo.

Y sentado junto a él esta su cómplice y compadre, Óscar Fermín R. V. el Aguachile de San Miguel Zapotitlán. Él es un soldador. Es un hombre moreno, quemado por el sol, regordete, panzón, bajo de estatura, que viste una camisa a cuadros, jeans desteñidos y zapatos de trabajo.

A su lado izquierdo están los fiscales de cargo. Es la Unidad Especializada de Homicidios Dolosos, agentes del Ministerio Público que se turnaron para presentar imputaciones, después de una investigación llevada con sigilo.

Los fiscales, explican que la familia le temía a Arturo junior porque era violento y alardeaba con pertenecer a la maña, por eso no tenía trabajo formal y a decir de sus conocidos, sostenía una adicción. Eso le infundía valor, bravura y valentía… pero son su familia. A esta la mantuvo amenazada durante mucho tiempo hasta que su padre se enfadó y le reclamó el proceder. Buscó reencausarlo y lo amenazó con desheredarlo y cambiar sus posesiones a nombre de sus tíos, porque él evidenciaba que andaba en malos pasos, recordó el fiscal los dichos de la familia.

Aquello fue una sentencia de muerte y Arturo G. H. junior urdió la forma en que mataría a su padre, Arturo G. H., de 65 años de edad.

El plan se echó andar la tarde del jueves 24 de agosto del 2023, cuando él llamó a su padre para pedirle gasolina y arrancar una camioneta que tenían estacionada en la casa de la calle Jacarandas. Cuando su progenitor llegó, lo metieron a la casa y adentro le golpearon la cabeza hasta fracturarle el cráneo, luego, lo sepultaron en la fosa que ya habían preparado y extendieron la losa de concreto.

Esa noche, Arturo se fue a su casa y se sinceró con su esposa, Wendy Abigail: “Acabo de matar a mi apá’. Ya me tenía harto”.

Ella se ahogó con las emociones de aquella confesión, y entró en terror cuando su pareja le advirtió que no dijera nunca nada a nadie porque mataría a sus hijos, a toda su familia y a ella.

Así transcurrieron los primeros días, hasta que los hermanos comenzaron a extrañar al ausente. Le llamaron al celular y remitía al buzón; la casa que habitaba en la calle Aquiles Serdán y Emiliano Zapata estaba intacta, y su hijo tenía comportamientos extraños: como el haber vendido el auto Nissan Sentra para comprar un Camaro, y remitirles video de la vivienda presumiendo que todo estaba igual. Pero les movía que el propio hijo no denunciara la desaparición.

Tras días de presión, Arturo accedió a la denuncia, pero huyó de los fiscales, que entonces sospecharon que algo ocultaba. Sin embargo, la investigación se atoró porque él se ocultó, lo mismo que su esposa, pese a la persistencia de los hermanos en sospechar que él era el responsable de la suerte de su propio padre.

Repentinamente, la mujer reapareció en la distancia y dijo que estaba huyendo de su pareja, dando detalles de lo ocurrido la noche del 24 de agosto del 2023, cuando su suegro y abuelo de sus hijos desapareció.

Entonces, los investigadores se enteraron de la existencia del compadre, de la casa de la calle Jacarandas y de la confesión de Arturo. En poco más de una semana, los investigadores cerraron la pinza, que los fiscales redujeron en la audiencia de este jueves. Declararon al compadre, desecharon su coartada, catearon la casa, exhumaron el cadáver y localizaron la cartera con credenciales del finado. Obtuvieron dos órdenes de aprehensión. Arturo fue detenido la mañana del miércoles 3 de julio en una granja acuícola, y su compadre y cómplice en el crimen, Óscar Fermín R. V. el Aguachile, en San Miguel Zapotitlán.

Poco después de las 09:30 horas del miércoles, ambos quedaban a disposición de un juez de control y ese mismo día se fijó para las 15:00 horas la audiencia inicial en el caso 392/2024 por homicidio agravado en razón de parentesco y de delitos vinculados con la desaparición forzada para el primero y por homicidio con agravante de premeditación y ventaja y de delitos vinculados para ocultar un cadáver para el segundo. Sin embargo, el defensor público, difirió la audiencia un día más porque no estaba enterado del caso. El juez de control lo aceptó, pero este jueves escuchó la imputación que realizó la fiscalía, y decretó la prisión preventiva oficiosa. El caso se definirá este lunes.

Artículo publicado el 7 de julio de 2024 en la edición 1119 del semanario Ríodoce.

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