Desde que ve por primera vez una película, Samay (Bhavin Rabari) termina maravillado con el cine, por lo que solo piensa dedicarse a eso. Su deseo lo lleva a entablar una amistad con Fazal (Bhavesh Shrimali), el proyectista de la sala del pueblo, quien le permite ver los filmes desde la cabina, a cambio de la comida que su madre Ba (Richa Meena) le prepara con tanto amor. No obstante, el chico tiene que ingeniárselas para que su padre Bapuji (Dipen Raval) no se entere, porque no está de acuerdo en que su hijo quiera ser cineasta.
Con un tema encantador, La última función de cine (Last Film Show/India/2021), dirigida y escrita por Pan Nalin, es ante todo un homenaje al llamado séptimo arte, no nada más porque la cinta nombra directamente a directores fundamentales de este oficio, sino por mostrar detalladamente la manera de contar historias a la vieja usanza: en una sala, con un proyector que lleva la película de un carrete a otro para que pase por la luz y aparezcan las imágenes en la pantalla.
Más allá de ese reconocimiento al cine —imposible no pensar en la entrañable Cinema Paradiso (1988)— lo más significativo de la cinta es el planteamiento de hacer realidad los sueños. Samay se enamora del cine desde su primer contacto con él y no solo piensa en regresar a deleitarse con los filmes, sino en cómo funciona el mecanismo que permite exponer imágenes en movimiento y hacerlo él mismo. Para eso observa, estudia y analiza el proyector, corta y une las tiras de película y descubre la luz y lo fundamental de esta en esa magia. Cuando reúne todos los datos se dedica crear, rudimentariamente, sus propios medios para contar historias: dedicarse a su vocación.
Al niño enamorado del cine y seguro de lo que quiere hacer en la vida no lo detiene nada: las prohibiciones su padre; que las autoridades se enteren que él y su pandilla son quienes roban las películas para jugar, inventar y materializar su deseo de expresarse; quedarse sin comer por regalar al proyectista la comida que su madre le prepara, para seguir con su objetivo; que su padre se entere que cambió la escuela por el cine, y que lo puede reprender fuertemente por eso.
La cinta que recientemente estuvo en cartelera acierta, también, por su bien estructurado guion para presentar una trama que encanta al espectador por las buenas actuaciones, por las impresionantes imágenes permiten adentrase en la cultura de la India, sobre todo en la comida –la forma en la que la madre de Samay prepara los alimentos y cómo registra eso la cámara, parece el instructivo detallado de un programa de cocina; los gestos de Fazal al ingerirlos sugieren un sabor inigualable.
Uno de los aspectos más impactantes y tristes de la cinta es esa secuencia en la que el niño en cuestión descubre el cambio de formato para proyectar las películas, y dónde y cómo termina la manera tradicional de hacerlo, razón por la cual ya no puede ir al cine y su amigo se queda sin trabajo. Sin embargo, eso no le da motivos para dejar de perseguir su mayor anhelo, así tenga que ir a otro lugar y alejarse de los suyos. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.
Artículo publicado el 28 de mayo de 2023 en la edición 1061 del semanario Ríodoce.