Cine: ‘Cuarentones’

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El certamen en Cancún, para seleccionar al mejor de los pequeños restaurantes de México, es la posibilidad para que Paolo (Adal Ramones), el dueño de un establecimiento de comida consiga el dinero que una de sus ex esposas le pide para los estudios de su hija. Para su amigo y exitoso chef, César (Erick Elías), significa una válvula de escape que lo podría reconfortar emocionalmente, tras esa fuerte revelación que le hace su esposa Amelia (Ximena Gonzalez-Rubio).

Cuarentones (México/2022) llega a Netflix para colocarse como una de las peores ofertas de su cartelera. Es una comedia de mal gusto que, ni siquiera acierta en mostrar, por lo menos, lo más turístico, pero atractivo y hermoso, de Cancún y sus alrededores, y se limita a desarrollar su historia, mayormente, en un hotel, haciendo innecesario ir hasta allá.

La trama del filme dirigido y escrito por Pietro Loprieno es por demás inverosímil, comenzando por las reacciones en torno a una “fuerte revelación” familiar: se supone que hay una “falta” terrible de parte de la esposa y su actitud pareciera más de víctima; el hijo (Ricardo Zertuche) no es ni para poner la cabeza en la almohada pensativo, menos deprimido, por eso tan drástico que acaba de pasarle; y el padre, ante ese “enorme problema” que se le junta con la muerte de su madre, no es capaz de preocuparse ni conmoverse, menos llorar, pero sí irse de viaje a un “mediocre” concurso de comida. Es increíble que la “dificultad” no provoque a ninguno la necesidad de reclamar, discutir, descolocarse y maldecir, y hagan como que no pasa nada.

El “mejor amigo” del esposo en cuestión tampoco atina en empatizar con él, escucharlo y permitirle que se desahogue. Por el contrario, lo fuerza a asumir la situación como algo menor, cuando es, quizás, una de las más impactantes y significativas de su vida, por lo que, para “sanar”, sí o sí se requiere de un proceso que, de entrada, lleva tiempo. En lugar de eso, repentinamente César “resuelve” su “conflicto” “enamorándose perdidamente” de la primera chica que ve (Gaby Espino).

En la trama, no tiene explicación ese odio/coraje/envidia/maltrato que Paolo recibe del anfitrión del concurso (Miguel Pizarro), ni su súbita amabilidad y agradecimiento una vez que acaba el certamen; así como los reclamos, celos y trato de “pareja” de Paolo a César: el jefe/”amigo” del chef, le habla, mira, toca, se comporta y le reclama como no lo hizo en ningún momento la esposa en medio de esas “dificultades” que hacen tambalear a su familia y la llevan para siempre a una dinámica distinta.

Como es de esperase, las actuaciones de todos son pésimas, incoherentes y falsas: Ramones luchando por parecer simpático y de 40 años, cuando cae mal y tiene 60; Elías fuera de tono al estar “dolido” y al sentirse “sanado” y “feliz”; Pizarro, incapaz de construir, delinear y sostener a su personaje; y Espino sin esforzarse a expresar algo, ni al verse en “apuros”.

La película se desarrolla en la idea de que solo por poner actores de “renombre” o “conocidos” tiene el éxito asegurado. En lugar de aprovecharlos y entregar algo digno, los arrincona en apariciones innecesarias disfrazadas de “cameos”. Como ejemplo: Anabel Ferreira, Giovanna Zacarías y Juan Carlos Colombo. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 05 de junio de 2022 en la edición 1010 del semanario Ríodoce.

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