En los últimos cincuenta años la medicina ha tenido un despegue espectacular, de hecho, en los últimos treinta el avance equivale a 300 años.
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La imagenología se ha convertido en una herramienta extraordinaria en materia de auxiliares diagnósticos, por ejemplo, a través de estudios de medicina nuclear como la tomografía por emisión de positrones, podemos encontrar con exactitud milimétrica o quirúrgica una metástasis de un tumor de próstata. La medicina genómica también ha contribuido a descifrar una serie de dudas acerca de enfermedades hereditarias, y la manipulación del genoma humano facilita algunos tratamientos insospechados, sin embargo, lo que se había quedado rezagado son los estudios relativos a las causas y tratamientos de la obesidad.
Hoy existen estudios muy interesantes como los del Dr. Eric R. Kandel, profesor del departamento de Bioquímica y Biofísica Molecular y del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Columbia. Su más reciente obra, “La Nueva Biología de la Mente”, describe los acercamientos científicos y los abordajes emocionales relativos a la obesidad y su origen en el cerebro más que en el tubo digestivo.
Los fracasos y las recaídas de los pacientes obesos que se han sometido a cirugía bariátrica, se deben en gran medida a que se trata el efecto y no en la causa, es decir, una cosa es reducir la cavidad gástrica o acortar el tracto digestivo, y otra cosa en controlar el apetito y la ingesta de calorías, por eso, a la vuelta de dos años en promedio, cerca del sesenta por ciento regresan o vuelven a subir de peso.
Actualmente los planteamientos teóricos neurocientíficos de la obesidad refieren principalmente dos cosas: una enfermedad crónica y adictiva. La cronicidad se da por entendida en tanto nadie se vuelve obeso a la vuelta de dos semanas, la obesidad es producto de la ingesta excesiva de calorías durante muchas semanas, hasta que el sistema metabólico se cansa o ya no puede compensar.
Por otra parte, la ingesta persistente del exceso de calorías y el desbalance entre los nutrientes, siempre va acompañado de un proceso mental obsesivo, es aquí donde se están centrando las investigaciones, en la relación estrecha entre el cerebro primitivo donde se produce la dopamina, la sustancia química o molécula que estimula la recompensa, el hipotálamo donde se encuentran los núcleos del hambre y la saciedad, y la corteza prefrontal donde se encuentran las funciones ejecutivas especialmente la conciencia y la planeación.
La producción de dopamina en el área tegmental ventral del mesencéfalo, termina estimulando los núcleos hipotalámicos del hambre y de alguna manera bloqueando al núcleo de la saciedad y así se produce el desbalance de la homeostasis o autorregulación del organismo. Si las investigaciones progresan por esta vía, dentro de poco tiempo estaremos tratando a la obesidad como una adicción más, con terapia cognitiva, y algunos medicamentos anti obsesivos.
Artículo publicado el 13 de febrero de 2022 en la edición 994 del semanario Ríodoce.