Matan al amigo por una deuda en Los Mochis

vicefiscalia zona norte

Copartícipe acepta acuerdo de 15 años para declararse culpable

Uno de los pocos casos en el que la Fiscalía General de Justicia del Estado (FGJE) ha llevado a juicio al autor intelectual y a los materiales de un asesinato entró a su fase final en Ahome.

Y es que el pasado jueves y viernes, Jozghar Fabián A.M., conocido por los apodos de el Grillo o el Cachi se acogió al derecho de terminación anticipada y aceptó una sentencia de 15 años de prisión por declararse culpable en un juicio abreviado por el que aceptó ser copartícipe de homicidio calificado con premeditación ejecutado por retribución en agravio de Luciano S.G., un agricultor y prestamista de 63 años de edad y residente del fraccionamiento Scally, en Los Mochis.

El Grillo no declaró en el juicio abreviado que se desahogó el pasado jueves dentro del caso 04/2020 en su contra, que inició el 9 de diciembre, luego que fuera capturado en Tijuana, Baja California, en donde se ocultaba después de huir, al saberse buscado por el asesinato del prestamista.

Él fue el último en ser capturado de los tres perpetradores: Maximiliano F. E, el Max, quien pagó 60 mil pesos por matar a su prestamista y amigo; Uriel Alexis I.D., el Narizón, quien haló el gatillo de una pistola reglamentaria y Jozghar, quien aporto el arma, planeó el arribo y la fuga del lugar del crimen, según las indagaciones de la Unidad de Homicidios Dolosos presentadas en la audiencia inicial.

En la audiencia de juicio abreviado de este jueves (16), un juez de control, y enjuiciamiento penal validó la terminación anticipada cuando escuchó de labios del acusado que aceptaba haber participado en el asesinato, renunciaba al juicio oral y estaba conforme con la sentencia de 15 años de prisión.

“Con ello, se tiene por acreditado la coautoría de manera dolosa y no hay causal de excluyente”, dijo el magistrado.
Jozghar había llegado al juicio abreviado con una tranquilidad pasmosa. Vestía un jean azul, tenis de color negro y una chamarra deportiva del mismo color que el calzado. Tenía el cabello recortado. Era un retrato de cuando se presentó en la audiencia inicial del 7 de diciembre, cuando le leyeron los cargos y se resolvió el auto de vinculación a proceso, dos meses de investigación complementaria y prisión preventiva oficiosa.

Con los cargos, él tenía en su haber una sentencia mínima de 20 años y una máxima de 50 años, en caso de que quisiera enfrentar las acusaciones en un juicio oral.

Sin embargo, una semana después ya estaba sentado de nuevo en la sala: había llegado a un acuerdo con la fiscalía: aceptar los cargos por una sentencia reducida.

Pero cuando el pasado jueves se aprestaban a ratificar el acuerdo, el “Grillo” flaqueó. Dudó. Pidió al defensor de oficio que interrumpiera la audiencia. Así se hizo, y se concedió un receso de 10 minutos que se extendieron a 20 minutos.
Luego, de hablar con su abogado en locutorios, la audiencia se reinició.

Ya estaba más calmo, tanto que no quiso declarar en el juicio. Sólo se limitó a responder con monosílabos a las preguntas del juez.

Durante la audiencia, esporádicamente levantó la mirada. Nunca volteo hacia ningún lado. Siempre la tuvo clavada en la formaica del escritorio o perdida en el infinito de la pared beige que le daba hacia el frente.

No movió ningún músculo del rostro cuando el fiscal antihomicidios reconstruyó la escena de aquel 15 de octubre del 2019 cuando el Narizón y el Grillo abordaron el Ford Mustang de color rojo y deportivo que Juan Carlos, primo de la esposa del primero, tenía para jugar arrancones.

Esa tarde, a bordo, Jozghar guío a Juan Carlos por las calles de la colonia Scally. Le pidió detenerse en un crucero y entonces le dio la pistola al Narizón. Cuando éste bajo, ambos se retiraron hacia una esquina, en donde esperaron. Dos balazos rompieron la tranquilidad del lugar. Luego gritos y una carrera desenfrenada, se escucharon.

Intempestivamente, el Narizon aborda el auto y los tres se van hacia la colonia Infonavit Bachomo a esperar a el Max, quien les pagaría los 60 mil pesos prometidos por el trabajo realizado.

Mientras, en una casa de la calle Río Évora, entre Francisco I. Madero y Aquiles Serdán, Luciano, el amigo y fiador del “Max”, agonizaba con un balazo en la cabeza. Él moriría en un hospital, mientras sus agresores se embriagaban.

El tiempo pasó y las investigaciones ubicaron el Mustang rojo, porque era un vehículo tan único en la ciudad. Atando cabos, se dio con el conductor y este delató al primo de su esposa, a su acompañante y al patrón, el Max. Luego, todo se aclaró.

Hoy, el crimen de Luciano este semi aclarado. Uno sentenciado y dos en etapa intermedia.

De los centenares de asesinatos cometidos en los años recientes, este es el único caso en donde se procesa a quien ordenó el asesinato para no pagar una deuda, a quien haló el gatillo de la pistola y a quien planeó la ruta de llegada y escape de la escena del crimen.

Artículo publicado el 19 de diciembre de 2021 en la edición 986 del semanario Ríodoce.

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