Don Santitos vive para contarla, pero desplazado

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Don Santos es bajito, de pieloscura, curtida por el sol.

Es de cabello lacio, entrecano.

Su hablar es pausado, pero firme. Tiene toda la pinta de ser un indígena sierreño. Y no lo niega, lo acepta abiertamente.

Es de esos líderes entrañables, que habla claro.

Ha enfrentado muchas batallas, en las que ha vencido, pero también lo han derrotado.

Ha vivido muchas situaciones difíciles, de esas que desgarran por dentro, que aniquilan.

Ha sepultado a sangre de su sangre, y a compañeros yoremes.

Una de sus últimas búsquedas lo condujo para encontrar la parentela.

Aquel había desaparido justo después de cobrar “Sembrando Vida”, un plan del gobierno federal para detener la migración y generar riqueza. Para lo que realmente detuvo fue a los hampones porque allá arriba, el que no entrega la paga muere. Y familia del cobanaro murió.

Ha defendido su territorio como ninguno, reacio a abandonarlo. Muchas vicisitudes cruzo, pero siempre ha regresado a su terruño, en Cieneguitas de Núñez.

Esta es una comunidad que va en decadencia. En el 2005 tenía 110 habitantes registrados en el portal Pueblos de América que retoma información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), que disminuyó a 106 en el año 2010, pero 10 años después, en el 2020, la ocupación se desplomo a sólo 37 habitantes. La población indígena es de cero. Allí Don Santos era casi el último descendiente de yoremes.

Él ocupaba uno de las 9 casas que están construidas de adobe. Las 16 restantes ya están abandonadas por habitantes que fueron forzados a desplazarse.

En la Cieneguita de Núñez no hay empleo remunerado y se vive de lo que la naturaleza ofrece.

Recién, el gobierno federal aplicó un plan de repoblación con el proyecto Sembrando Vida, pero el dinero que les paga es despojado por los bandoleros.

Y peor aún, el lugar es uno de las últimas comunidades en ser ocupadas por personas, y por ello, blando de ataques para forzar el desplazamiento.

Allí tomó fuerzas Don Santos, Don Santitos, como muchos lo conocen. Él defendió a su comunidad hasta sus límites.
Estos llegaron el lunes 25 de octubre cuando el cobanaro del centro ceremonial “San Isidro Labrador” en Cieneguitas de Núñez, Santos Moreno Cabada y su primo y comisario municipal, Sabino Moreno Irigolla, fueron privados de la libertad personas por un grupo armado que los interceptó y bajó de un autobús en algún punto entre los poblados San pedro y el Aguajito de Bajahui, Choix.

Luego de llevárselos y manteniéndolos cautivos durante 48 horas, Don Santos y su primero fueron liberados.

Sabino se quedó en su casa de la colonia Las Conchas, pero el cobanaro se fue a su rancho.

Allá estuvo sólo unas horas.

Su familia lo descubrió muy golpeado, y decidieron trasladarse de urgencia a Los Mochis.

Y junto con él, bajo su familia.

Los malos lo habían vencido. Y de ser reticente a dejar su pueblo lo tuvo que hacer, finalmente, porque ahora estaba entre espadas, y desarmado, y sin defensa, sin aliento y nada. Estaba solo.

A principios de octubre, a El Saucillo, una comunidad vecina de la Cieneguita de Núñez, había llegado un pelotón de soldados. Vio las casas vacías y las saquearon. Robaron la despensa, sillas de montar y enceres domésticos. Luego huyeron. Eran militares acantonados en el Real Blanco para la operación anual de destrucción de enervantes.

Cuando los residentes se enteraron del robo, lo denunciaron al 911. Los militares se enteraron del saqueo por un sistema espejo que administran.

Pero la llamada no quedó en el anonimato, sino que se entregó a los ladrones. El reporte incluía el celular desde donde había salido la denuncia.

Estos comenzaron a hostigar a los residentes. Las amenazas fluyeron como balazos. Las incursiones policiales en busca del denunciante también sucedieron, y con ellas los recados tenebrosos: cuando lo encontremos verán.

En ese contexto, el líder indígena desapareció.

Y en su búsqueda fueron enviados soldados y policías estatales. Son los mismos que saquearon las casas y es la misma fuerza la que también hostiga a los sierreños. Así es que estos no localizarían a Don Santos. Y así sucedió.

Inesperadamente, el jueves, el líder regreso a su casa por su propio pie.

Con nadie quiso hablar sobre lo ocurrido.

Sólo aceptó que lo bajaran del poblado y lo hospitalizarán. Aún se encuentra en esta ciudad, recibiendo atención médica.

Del asunto ya nadie habla.

Don Santos Montes Cabada el defensor de las tradiciones, el líder que quería el terruño había sido vencido por los malos. Vivió para contarla y callarla… pero desplazado.

Artículo publicado el 31 de octubre de 2021 en la edición 979 del semanario Ríodoce.

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