Hospitales sin terminar; pasivos sin fuente de pago; muerte por COVID-19

Los plafones de un techo venidos abajo. La imagen da la impresión de un edificio en ruinas o colapsando. El blanco del techo tiene un hoyanco y sobre el piso los restos del plafón y al fondo una puerta. Fue sacada del interior del nuevo Hospital Pediátrico de Sinaloa (HPS).

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Una empleada hizo circular la imagen. Señala que debido a esos problemas no se logró inaugurar el área de consulta externa como se vino manejando desde inicios de octubre. Por fuera, el edificio luce impecable pero adentro aún no funciona nada.

Así se marcha Quirino Ordaz Coppel. La inversión en tres hospitales en Culiacán la presumió mucho durante su quinto informe pero hasta el viernes 29, a dos días de que culmine su administración, ninguno funciona.

Versiones de trabajadores del HPS indican que no se quieren mudar a ese edificio. El temor es que les caiga el techo en la cabeza.

“Cuando quisieron empezar allá (a trabajar) con las consultas se cayó un pedazo de techo de tabla roca o falso plafón y por eso se retrasó”, explicó una fuente.

Además, el sitio sigue sin ser equipado. La inversión que presume en el lugar se acerca a los 450 millones de pesos en la obra física.

A ese hospital se le suman el nuevo General de Culiacán y el Centro de Salud Urbano también en la capital del estado y ambos tampoco han sido entregados para su operación.

El primero es operado por la SEDENA para atención de pacientes con COVID-19 y el segundo sigue siendo obra inconclusa. En total, el gobernador presumió inversión superior a los 3 mil millones de pesos.

Por otra parte, Auditoría Superior del Estado (ASE) reportó que no se licitó la contratación del servicio integral de pruebas de laboratorio de análisis clínicos para Hospitales Generales, Integrales de Especialidad y Centros de Salud cuyo monto fue por 31 millones de pesos.

Tampoco se licitó la contratación de servicios de mezclas terapéuticas y parenterales para el Instituto de Cancerología, Hospital General de Culiacán, Hospital de la Mujer y Hospital General de Mazatlán, por 30 millones de pesos.
Además quedan pasivos sin fuente de pago por 352 millones de pesos.

Pero esas son cifras y datos relacionados con los servicios de salud estatales. Por otro lado queda la cifra de fallecimientos por el COVID-19 que queda en la herencia de Quirino Ordaz y su manejo de la pandemia.

Al corte, son más de 8 mil 700 muertes de una estadística que ha ido administrando los fallecimientos, reportando un promedio de 15 muertes diarias desde el primer deceso cuando en realidad la cifra es mucho mayor.

El sistema de salud que operó la administración de Ordaz Coppel deja a Sinaloa con una tasa de mortalidad por el coronavirus superior a 200 por cada 100 mil habitantes en más de 600 días de pandemia.

Para poner en contexto, el virus SARS-CoV-2 tuvo mayor mortalidad en comparación con cualquier otra causa de muerte, por ejemplo, las enfermedades isquiémicas del corazón, tuvieron tasa arriba de 111 entre el 1 de enero y el 18 de octubre mientras que el coronavirus en el mismo período tiene tasa de casi 169 por cada 100 mil habitantes.

Además, la pandemia significó un gasto de 241 millones 230 mil pesos.

Y al término de la administración de Ordaz Coppel, sus obras más divulgadas en Culiacán en cuestión de salud, no están operando.

Queda ejemplificado en el mismo sitio donde fue invitado por Andrés Manuel López Obrador a ser embajador en España: el Hospital Pediátrico de Sinaloa.

Artículo publicado el 31 de octubre de 2021 en la edición 979 del semanario Ríodoce.