En Culiacán destruyen casas protegidas por el INAH

En Culiacán destruyen casas protegidas por el INAH

Compra una empresa filial al Grupo Coppel y mete máquinas sin estar autorizada para derrumbar muros

 

“Yo creo que debe de tener más de 100 años, cuando llegamos nosotros ya estaba esa vecindad”, explica Juan Péreznúñez. Él es oriundo de Culiacán y nacido en la vieja vecindad a la que alude. “Nosotros la conocemos como la bolsa, por la calle Zaragoza entre la calle Morelos y la calle Donato Guerra”, añade.

Pero ahora el lugar está abandonado. Desolado. Unos sellos de clausura mal adornan un par de rejas. Hacia adentro de los domicilios no hay nada. Los muros y techos fueron derribados y nada más queda la fachada. En los años 60 era conocida como “la Garrita”.

El domicilio estaba marcado con el 351 sobre la calle Ignacio Zaragoza en el centro de Culiacán y durante más de 75 años albergó a familias, tenía vida, era una vecindad, la bolsa. Pero ahora son ruinas.

Desde hace alrededor de un año que derrumbaron sus muros. Sólo queda la fachada. Las construcciones de ese tipo en Culiacán no prosperan, sólo unos pocos se salvan.

Algunos nacieron ahí, la mayoría, como el caso de Juan Pereznúñez quien relata cómo fue el peregrinar de vecinos que fueron dejando el sitio, apresurados por la modernidad y los centros comerciales.

“Según tengo entendido, la abuela de los que heredaron era la sirvienta de los señores, el señor quedó viudo, se casó con la sirvienta y estos heredaron pero sin papeles, y ellos de una u otra manera han podido vender. Tengo entendido que les ofreció a Coppel y les ofreció como 400 mil pesos a cada familia que tenía mucho tiempo viviendo ahí”, explica Juan.

“La gente aceptó, excepto las que tenían como 40 años pero finalmente aceptaron y a partir de ahí se hizo una fiesta antes de la pandemia”, añade.

La fiesta se celebró el 9 de marzo de 2019 en donde el largo del pasillo de la bolsa se convirtió en pista y los tablones con comida y bebida fueron compartidos por última vez entre los que ahí vivieron.

 

‘Balearto’ el zapatero

El nombre con el que se le conoce a la bolsa tiene su origen en un zapatero. José Ángel Reátiga alias Balearto atendía el negocio y a la vez era el casero. Se encargaba de cobrar la renta a las familias que vivían en cada una de las 16 casas.

La del mero enfrente, la casona, la marcada precisamente con el 351, era la de Balearto y era una zapatería, además. Su nombre: la Garrita.

“Zapatero remendón, le decíamos en ese entones. Arreglaba zapatos a muchas personalidades, entre ellos a Mario Ramos, quien fue presidente municipal de Culiacán, a Renato Vega que fue gobernador, ahí se llevaban en ese barrio y a muchas personalidades de la época o que vivía en los alrededores del centro”, rememora Juan.

Cuando Balearto cobraba, la gran mayoría rentas congeladas de 5 y 10 pesos. Y así fue durante toda su vida que llegó hasta los 103 años.

“Y creo que hasta la fecha pagaban muy poco, nosotros nos movimos a la vuelta por Donato Guerra pero pues ahí nos criamos. La vecindad recuerdo que dormíamos, como eran cuartos chicos de una recámara y todos los patios daban al huerto de estas personas, pues sacaban los catres a dormir ahí en el pasillo de la entrada que era de pura tierra, todo mundo sacaba catres y ahí dormía y todo mundo se conocía”, explica.

“En ese entonces si te hacía falta café, tortillas, azúcar o tantito aceite, todo mundo se conocía, eran 16 casas. Yo vivía en la número uno y luego en la 16”, añade.

Hubo personalidades de la época que vivieron en la Garrita, sobre todo deportivas como Carlos Caliquín Gómez, pelotero de la vieja Liga de la Costa e integrante de los Tacuarineros de Culiacán, así como de Domingo el Chino Sepúlveda.

“Es un barrio muy deportivo que inició con el beisbol, era de tradición hacer equipos y se llamaba la Garrita porque así se llamaba la zapatería de Balearto, decían que era una ‘garrita’ y él los remendaba”, recuerda Juan.

Durante más de 60 años Juan Pereznúñez formó parte de ese barrio. Primero en la Garrita y años más tarde a la vuelta por Donato Guerra, pero siempre ligado con sus vecinos en la bolsa.

Y ahora la modernidad de Culiacán se hará cargo de ese viejo barrio. Pocos quedan, ya.

“Era de una familia de apellido Aviña, persona que era prestamista, quien se hizo de muchas propiedades en el centro. Si me enfoco en el barrio ellos tenían la casa grande que cruzaba desde Zaragoza hasta Rafael Buelna”, explica Juan.

Caminar por ese sector de Culiacán es respirar el barrio viejo pero también la extinción. Poco a poco los negocios y locales comerciales se han ido apoderando del sector. Muy pocas casas habitación quedan y eso orilló a Juan y a su familia a migrar.

“Poco a poco se fue quedando solo, dejaron esas casas y la verdad sentí peligroso ya porque se venían mis hijos y sus amigos y como es pasadera del Tres Ríos los asaltaban, ya estaba solo, sin casas habitaciones, quedan como tres casas”.

La Garrita estaba dentro del listado de inmuebles históricos, padrón levantado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Sinaloa y según vecinos de la ahora extinta vecindad, vendido a una empresa filial de Grupo Coppel.

El sitio no debió ser derrumbado y al respecto no hubo respuesta a este semanario por parte del Instituto, sólo una petición de hablar después.

A la Garrita se le suman otros sitios derrumbados y que también aparecen en dicho padrón como el ubicado en la esquina de Francisco I. Madero y Donato Guerra, convertido en un estacionamiento a cielo abierto.

Los inmuebles viejos en Culiacán sólo sirven para eso, no para la historia, no para conservarlos.

Artículo publicado el 11 de julio de 2021 en la edición 963 del semanario Ríodoce.

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