El clan de los rectores

ROCHA Y CUEN. Incongruencia y olvido.

Somos únicos en el país. Sinaloa como ningún otro estado de la república, y vaya que hubo o hay otros cacicazgos universitarios en Jalisco, Hidalgo, Colima, Estado de México, Morelos, donde un hombre, una familia o un grupo de poder, han tenido bajo control la universidad pública. Y es que, en la nuestra, se ha formado un clan de tres rectores que si estiramos la cuerda podría alcanzar a Rubén Rocha Moya y serían cuatro, pues para muchos observadores este ya es parte del engranaje.

Como él mismo lo aceptó en una entrevista reciente, afirmando que como parte de sus funciones de senador se sentó con el rector para resolver problemas de la institución rosalina y seguramente, en caso de ganar la elección, lo seguirá haciendo y consolidará su influencia dentro o fuera del clan de la UAS.

Y, mejor todavía, para el clan es que en mayo vendrá el relevo de Juan Eulogio Guerra Liera, con otro connotado miembro de esta familia política, como es Jesús Madueña, un incondicional en toda la línea de la llamada Universidad partido, y si se cumple con ello, estaríamos hablando de un cuarto o quinto miembro de este clan de rectores que tiene un solo eje indivisible: Héctor Melesio Cuen Ojeda.

Pregunto ¿Eso ha sido y será bueno para la UAS, el estado, para todos? Sé que cualquier cuenista, compra sin factura la propaganda de positivos. Sin embargo, la esencia de la universidad pública radica en sus tres funciones esenciales: la investigación, la docencia y la extensión universitaria y para ello, se necesitan universitarios en toda la línea, profesionales, capaces y sin otro mandato, que no sea otro que la creación constante de nuevos conocimientos y la formación de profesionales en las distintas áreas de especialización, sin resta alguna, en su orientación humanista.

Y ese proceso de continuismo que inició Héctor Melesio y va para 17 años, debería tener ya resultados verdaderamente sorprendentes y motivo de estímulo, para hacer lo mismo en otras instituciones de educación superior.

Pero no, al contrario, es motivo de señalamientos duros porque no se fortaleció como Universidad, sino creó un cacicazgo patrimonialista que hoy, en una ironía de la vida, sus aliados otrora críticos quisieran olvidar y en la paradoja, tenemos que los críticos de hoy son los que antes lo animaron, lo protegieron y exaltaron.

Y el mejor ejemplo de esta anomalía, fue la constitución de una Universidad partido, donde sus funciones sustantivas con todo y matices han derivado en el mejor de los casos, en un acto de militancia cuando no de simulación política.

Así, los investigadores existentes, se dividen entre quienes han creado su propia burbuja de excelencia y viven ajenos a la realidad de la UAS y, aquellos, más avispados, que han saltado y buscan combinar la investigación con la militancia partidista, como una manera de capitalizar personalmente los beneficios de ambas cobrando en dos o más nóminas.

En la docencia, que vemos hoy, en el mejor de los casos, virtualizada a través de aplicaciones digitales, es el verdadero caldo de cultivo de reclutamiento para “el proyecto” político del clan, no hay manera de acceder a una plaza o unas horas definitivas sin pasar por el filtro político mostrado in situ, es decir, en procesos no electorales haciendo trabajo partidista en comunidades urbanas y rurales a través de asistencialismo social desde consultas médicas a curiosos juegos de lotería con los vecinos y en los electorales, activismo en las calles donde dejan su dignidad, cargando las banderolas coloridas del PAS y repartiendo volantes en cruceros de alta circulación.

En ese bucle de control social los estudiantes son reclutados y sus tareas, están dirigidas a incidir en el comportamiento electoral de las familias y para ello está la recogida de copias de credenciales de elector, que luego son presentadas como acompañamiento en iniciativas de participación ciudadana, como lo es la nunca alcanzada modificación del horario de verano.

Y, qué decir de la extensión universitaria, nada tiene que ver con llevar la ciencia y la cultura a la población en general sino, principalmente, hacer las tareas de todo partido que son promocionar la marca electoral y llamar a votar por sus candidatos.

O sea, la Universidad al servicio de las necesidades de un partido político, de un liderazgo a golpe de sumisión y pérdida de dignidad, y eso fue castigado severamente en las elecciones de 2018 cuando ante la imposibilidad de dar mejor argumento, Héctor Melesio acusó a sus “dirigentes” de haber simulado y eso explicaba su derrota escandalosa y, ahora, busca lograrlo con la alianza con Morena.

En fin, no cabe duda que la política hace milagros y une a los contrarios.

Columna publicada el 07 de marzo de 2021 en la edición 945 del semanario Ríodoce.

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