Sobrevivientes del COVID-19, víctimas de las secuelas

SECUELAS DEL COVID. El otro martirio.

Se liberan del virus, pero no de las consecuencias en sus órganos

 

 

Claudia se infectó de COVID-19 a finales de diciembre. La infección le provocó neumonía, taquicardia, hipotensión, vértigo, dolores de garganta, encías, musculares y de cabeza, anemia, afectación del sistema inmune, conjuntivitis, pérdida del olfato y el gusto y tuvo crisis emocionales. Su tratamiento fue en casa y se prolongó durante 20 días, hasta que dio negativo al virus.

Después de un mes, la culichi no ha recuperado el gusto ni el olfato, padece dolor en el pecho y articulaciones, fatiga, problemas de la vista, mareos, caída del cabello e insomnio. Su doctora le ha dicho además que la recuperación de los pulmones será prolongada.

“Me caigo mucho, se me cae el pelo, no puedo dormir, me canso, me duelen las piernas y las articulaciones, no me sabe la comida y no huelo, y ahora tengo que usar lentes para todo y antes no (antes del COVID utilizaba anteojos sólo para leer)”, expresó Claudia.

Su hijo Ulises, de 26 años, también se contagió. Sus síntomas fueron más leves: dolor de cabeza, de garganta, encías y musculares, además de temperatura. Su recuperación fue más rápida, pero al igual que Claudia no ha logrado recuperar el sentido del gusto ni el olfato y presenta fatiga.

Ambos forman parte de los enfermos postcovid que padecen alguna de las 55 secuelas de la infección por el virus SARS-COV-2, que reveló un estudio realizado por siete investigadores de universidades e instituciones de México, Estados Unidos y Suecia.

El estudio denominado “Más de 50 efectos a largo plazo de COVID-19: una revisión sistemática y un metanálisis”, identificó un total de 55 efectos a largo plazo asociados con COVID-19.

“Esta revisión sistemática y metanálisis muestra que el 80 por ciento de las personas con un diagnóstico confirmado de COVID-19 continúan teniendo al menos un efecto general más allá de las tres semanas posteriores a la infección aguda. En total, se identificaron 55 efectos, incluidos síntomas, signos y parámetros de laboratorio, siendo la fatiga, la anosmia, la disfunción pulmonar, la radiografía/TC de tórax anormal y los trastornos neurológicos los más comunes”, señala.

“Las cinco manifestaciones más frecuentes fueron fatiga (58 por ciento), dolor de cabeza (44 por ciento), trastorno de atención (27), caída del cabello (25), disnea (24 por ciento). Se observó una radiografía/ TC de tórax anormal en el 34 por ciento de los pacientes”.

Otros síntomas se relacionaron con enfermedades pulmonares (tos, molestias en el pecho, disminución de la capacidad de difusión pulmonar, apnea del sueño y fibrosis pulmonar), cardiovasculares (arritmias, miocarditis), neurológicas (demencia, depresión, ansiedad, trastorno de atención, trastornos obsesivo-compulsivos), y otros fueron inespecíficos como la caída del cabello, los acúfenos y la sudoración.

La investigación consistió en una revisión sistemática y metanálisis de 18 mil 251 publicaciones, de las cuales se retomaron 15 estudios de Reino Unido, Estados Unidos, Australia, China, Egipto y México sobre síntomas, signos o parámetros de laboratorio de pacientes en una etapa post-COVID-19, (evaluados tres semanas o más después de los síntomas iniciales), a grupos de 100 pacientes de entre 17 y 87 años, y que fueron publicados antes del 1 de enero de 2021.

El tiempo de seguimiento de los pacientes osciló entre 15 y 110 días. Seis de los 11 estudios incluyeron solo pacientes hospitalizados por COVID-19. El resto mezclaron pacientes con COVID-19 leve, moderada y grave. El número de cohortes (grupos) de pacientes que se siguieron en los estudios osciló entre 102 y 44.799.

“Los síntomas, signos o parámetros clínicos anormales que persisten tres o más semanas después del inicio del COVID-19 y que no regresan a un valor inicial saludable pueden potencialmente considerarse efectos a largo plazo de la enfermedad. Aunque tal alteración se informa principalmente en sobrevivientes de enfermedades graves y críticas, los efectos duraderos también ocurren en personas con una infección leve que no requirieron hospitalización”, señala la indagatoria.

“Aunque se han dirigido esfuerzos sin precedentes de la comunidad científica y médica para secuenciar, diagnosticar, tratar y prevenir el COVID-19, los efectos duraderos de las personas después de la fase aguda de la enfermedad aún no se han revelado. Hasta la fecha, no existe un término establecido para acuñar la condición lenta y persistente en individuos con secuelas duraderas de COVID-19”.

La Secretaría de Salud Federal señala que de los más de 2 millones de personas infectadas en el país, alrededor de 380 mil presentaron síntomas más graves del COVID-19 y fueron hospitalizados. Y de acuerdo al estudio estarían presentando algunas de las secuelas de la infección, el resto aun cuando fueron casos ambulatorios, también podrían presentar alguna secuela.

Tras la revisión se encontró además que pacientes postcovid presentan síntomas neuropsiquiátricos, dolor de cabeza (44 por ciento), trastorno de atención (27 por ciento) y anosmia (21 por ciento).

“La etiología de los síntomas neuropsiquiátricos en pacientes con COVID-19 es compleja y multifactorial. Podrían estar relacionados con el efecto directo de la infección, la enfermedad cerebrovascular (incluida la hipercoagulación) 25, el compromiso fisiológico (hipoxia), los efectos secundarios de los medicamentos y los aspectos sociales de tener una enfermedad potencialmente mortal”, indica.

“Los adultos tienen un doble riesgo de ser diagnosticados nuevamente con un trastorno psiquiátrico después del diagnóstico de COVID-19, y las condiciones psiquiátricas más comunes que se presentaron fueron los trastornos de ansiedad, el insomnio y la demencia. Las alteraciones del sueño pueden contribuir a la presentación de trastornos psiquiátricos”.

Los especialistas recomiendan incrementar los modelos de atención en salud mental en hospitales y comunidades durante y después de la pandemia.

“Más evidencia e investigación de equipos multidisciplinarios son cruciales para comprender las causas, los mecanismos y los riesgos para desarrollar medidas preventivas, técnicas de rehabilitación y estrategias de manejo clínico con perspectivas integrales del paciente diseñadas para abordar la atención después del COVID-19″.

Desde el punto de vista clínico, los médicos deben conocer los síntomas, signos y biomarcadores presentes en pacientes previamente afectados por COVID-19 para evaluar, identificar y detener rápidamente la progresión prolongada de la infección, minimizar el riesgo de efectos crónicos y ayudar a restablecer salud pre-COVID-19.

“El manejo de todos estos efectos requiere una mayor comprensión para diseñar intervenciones intersectoriales dinámicas e individualizadas en clínicas Post-COVID con múltiples especialidades, que incluyen ejercicio gradual, fisioterapia, chequeos continuos y terapia cognitivo conductual cuando sea necesario”.

La directora de la Organización Panamericana de la Salud, Carissa F. Etienne, consideró que la pandemia ha provocado una “crisis de salud mental” que debe ser atendida de urgencia.

Artículo publicado el 21 de febrero de 2021 en la edición 943 del semanario Ríodoce.

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