Las voces que no se escucharon… y la que sí durante visita de AMLO

Las voces que no se escucharon… y la que sí durante visita de AMLO

El profesor Alfonso Gutiérrez viajó desde la cabecera municipal de Salvador Alvarado a la capital sinaloense. Con 65 años de edad y paciente diabético, desafió al coronavirus con tal de hacerle saber su caso al presidente Andrés Manuel López Obrador.

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Es la mañana del 5 de agosto. El termómetro supera los 40 grados y en el lugar apenas hay una leve sombra que hace la barda del complejo privado Álamo Grande, lugar donde el presidente y su comitiva supervisarían la obra del dren Bacurimí.

Y ahí pegado a esa barda está el profe Alfonso. Platica con una reportera. Ataviado con una cachucha y su cubre bocas, expone su caso. Fue cesado injustamente de sus labores en la Secundaria Técnica 33 de Guamúchil y con un laudo a favor, su esperanza es que el presidente solucione la corrupción que critica al interior de la Secretaría de Educación Pública y Cultura.

“Este es un problema que inició hace como cuatro años, por allá en el 2016. El problema fue que me quisieron rescindir de mis funciones por el examen que aplicaban a los maestros. Yo me defendí ante los tribunales… fue puro cuento de la secretaría, sabían que legalmente no me podían a mí rescindir, yo estaba para jubilarme, tenía 32 años de servicio”, explica.

Junto al profe su hermana, también docente y también con una carpeta bajo el brazo. Llevaba su petición a la procesión presidencial. Y afuera, junto a ellos, decenas de personas se remolinan también en busca de una sombra y también con la intención de ser escuchados por el presidente López Obrador.

Pero el mandatario está adentro, en el residencial Álamo Grande. Una muralla de concreto y unas rejas de herrería gruesas impiden el paso a todos. Pronto, el profe Alfonso se da cuenta que no podrá acercarse al presidente.

“Nosotros lo vimos entrar, sí entramos pero hay otro filtro ahí enseguida donde agarras para la carpa y si no aparece uno en la relación, no pasan, y cómo vamos a entrar nosotros si ustedes que son los reporteros no les dieron oportunidad de entrar”, cuestiona.

Alfonso fue testigo de cómo uno tras otro reporteros locales intentaron entrar al evento que se transmitió vía redes sociales bajo el argumento de la sana distancia. Un evento al aire libre pero en un lugar exclusivo como lo es Álamo Grande.

Ahí, en febrero de este año, se celebró la boda de Grisel Guzmán López, hija de Joaquín Guzmán Loera y de Griselda López Pérez.

Y pegado a esa barda no perdía esperanza. El tiempo se le fue en secarse el sudor provocado por los más de 40 grados centígrados. Estaba empeñado en hacer llegar su caso al presidente. No en balde viajó desde Guamúchil. Salió tempranito con su hermana. Pero fue en vano.

Al igual que el profe Alfonso, una mujer y su madre hacen guardia. Ellas van ataviadas con una suerte de vestido hechizo donde llevan pegadas fotografías y documentos. Es la quinta vez que buscan al presidente.

Martha no pierde la esperanza tampoco. Ella expone un caso de nepotismo en el sindicato del ISSSTE en Culiacán. Todo documentado. Fechas, talones de cheques, procesos y escalafones, fotografías. Todo.

Bajo el rayo de sol expone su caso a medios locales. Los reporteros aprovechan. Madre e hija no se cansaron de decir el nombre de María Elena Rubio Aldanda, secretaria general del sindicato de trabajadores del ISSSTE.

Martha lleva 11 años cubriendo suplencias por 2 mil pesos trimestrales. Sí, cada tres meses recibe ese pago y por eso su urgencia de ver al presidente. En Culiacán nadie le supo resolver el problema y por eso, por quinta vez, lo busca.

“Fui a Badiraguato cuando vino, hasta allá fui, muchacho. También fui a Mazatlán y todas las veces que ha estado aquí. Esta es la quinta vez y lo único que quiero es que conozca mi caso”.

Ella es educadora. Pero como suplente hace de todo, hasta de administrativa. Aun con todo ello la han brincado en el escalafón. Ahora es la número uno pero dice que eso no sirve de nada. Por eso está dispuesta a hablar con el presidente López Obrador.

Después de más de 2 horas de espera un hombre del equipo del presidente se acerca a la cerca. Y la gente rápido se amontona del otro lado de la barrera. Todos levantan la mano con su carpeta en mano y el hombre da unas instrucciones. Su orden fue recoger todas y cada una de las quejas y solicitudes ciudadanas.

Poco a poco fueron sintiéndose aliviados. Finalmente, aunque sea de rebote, el asunto llegaría a manos del presidente. Al menos eso quiere pensar el profe Alfonso quien no pudo quedarse hasta el final. Apenas su hermana dio las carpetas al enviado presidencial, se fueron. Iban en ayunas y el calor y la edad no son aliados en esos menesteres.

Pero Martha aguantó. Poco antes del mediodía la Suburban negra sale del complejo y ella le cierra el paso. El presidente hace una señal y le permiten acercarse unos segundos. Extiende su vestido hechizo con las quejas y deja su solicitud. Se creyó victoriosa.

Lo que nadie afuera sabía era la escala que había hecho el presidente. Antes o después del evento, al interior del exclusivo complejo, un hombre con botas y sombrero logra sacarse una fotografía con López Obrador. Las redes sociales hicieron el resto.

Apenas bastó una señal para que el vehículo presidencial se detuviera y el mandatario bajara del vehículo. Pronto los celulares y cámaras captan el momento. El cantante parece niño en feria, emocionado, él no era la estrella.

Es Alfredo Ríos conocido como el Komander y su giro son los narco corridos. El video circuló rápidamente en Twitter y en la fotografía posan. Sonríen. Y afuera, la gente se remolina por un segundo del presidente.

Artículo publicado el 09 de agosto de 2020 en la edición 915 del semanario Ríodoce.

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