Cine: ‘Entre vino y vinagre’

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El valle del vino en California es el escenario para que las amigas por más de 20 años: Abby (Amy Poehler), Naomi (Maya Rudolph), Rebecca (Rachel Dratch), Catherine (Ana Gasteyer), Val (Paula Pell) y Jenny (Emily Spivey), festejen por un fin de semana el 50 aniversario de una de ellas. Al principio, todo indica que los inconvenientes no son parte del viaje, pero no pasan muchas horas para que el alcohol se encargue de sacar a flote sus emociones y sentimientos más añejos. Si bien, el itinerario no se cumple cabalmente, las chicas se despojan de temores y prejuicios, y sin ningún pudor hacen y dicen lo que, quizás, siempre habían deseado, lo cual las lleva a un crecimiento personal y en su relación.

Entre vino y vinagre (Wine Country/EU/2019) no es de las mejores opciones que ofrece Netflix. Sin embargo, no carece de bondades dignas de disfrutarse. La primera de ellas es el lugar en el que está filmada: el impresionante valle de Napa, en donde se producen de los vinos más disfrutados en el mundo. Los diferentes colores de la siembra de la uva, y las interminables líneas formadas por los surcos, lucen extraordinarios en esas tomas abiertas, que provocan tranquilidad.

La cinta dirigida por Amy Poehler (la Abby del grupo), no es la primera que se filma en este escenario natural cercano a San Francisco. Jugo de gemelas (1998) es una de ellas y, aunque el éxito de esta, protagonizada por la
controversial Lindsay Lohan, es incuestionable, es probable que Entre copas (2004), de Alexander Payne, con Paul Giamatti, Thomas Haden Church, Virginia Madsen y Sandra Oh, le significara y diera más proyección al, también llamado, “paraíso del vino” –la nota de Toni García en 2013: Napa después de ‘Entre copas’, en El País Semanal, señala que la película atrajo más turistas, a la vez que hundió al merlot, por el discurso de Giamatti, acerca de esa variedad de uva.

Por cierto, la idea central de Entre vino y vinagre no está, para nada, alejada de Entre copas, y bien podría haberse inspirado en aquel filme de hace 15 años, en el que dos mejores amigos se van por una semana a disfrutar de un
recorrido por el valle vinícola, a manera de despedida de soltero, porque uno de ellos está a punto de casarse.

Igualmente, las degustaciones de alcohol  hacen su efecto para que surjan los conflictos y las oportunidades de crecer en todos los sentidos.

Más que las actuaciones, la química entre las actrices protagonistas es otra de las ventajas del filme de Poehler. Cada una de ellas tiene su momento para lucirse, pero lo más atractivo es cómo se ven y funcionan juntas, y la manera en que viven su genuina y longeva amistad: a pesar de los inconvenientes, hacen todo para que el viaje no sea una mala experiencia; y aprovechan las palabras y acciones malintencionadas del lejano pasado, para afianzar su relación.

Al final, “catar” Entre vino y vinagre deja un ligero buen sabor de boca, incapaz de activar al máximo los sentidos y lograr percibir aromas, colores, añejamiento, texturas, temperatura y efervescencia, aunque sí experiencia, empatía, madurez, solidaridad, tolerancia y entretenimiento. No se la pierda… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 17 de mayo de 2020 en la edición 903 del semanario Ríodoce.

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