Cómo se juega la vida la ‘primera línea’ dentro del Hospital General de Culiacán 

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Cada inicio de turno son las mismas incertidumbres entre el personal médicode laboratorios, administración y enfermería del Hospital General de Culiacán. Demasiadas al mismo tiempo: ¿tendrán el equipo de protección suficiente para la jornada? ¿Cubre-bocas, gorros, botas, guantes? ¿Responderán los jóvenes suplentes que hacen las coberturas de quienes consiguieron un permiso en el trabajo? ¿Cuánto más soportará el sistema de oxigeno, tan fatigado como los pulmones de los pacientes con Covid? 

Lea: Desamparo en la ‘primera línea’; trabajadores de Salud expuestos al contagio y al rigor laboral https://bit.ly/36cXGO4

Los trabajadores del Hospital General de Culiacán, casi 200, están exhaustos. Pasan las semanas y la carga se pone más pesada. Están al cien por ciento ocupados en las camas Coviden los últimos siete días. El reporte oficial solo admite el 50 por ciento de la ocupación. 

“A veces hay todo, a veces una parte…y hay días que nada”, confiesa Lucía. No es su nombre, y su rostro apenas se ve por el tapabocas que hoy sí hubo. 

El Hospital General de Culiacán estaba por cerrarse antes de la emergencia. Este 2020 se inauguraría uno nuevo, ya casi terminado con inversión enteramente pública. Desde hace por lo menos seis años, al Hospital Bernardo J. Gastélum no se le invierte un peso. En el gobierno de Mario López Valdez porque buscaron construir uno nuevo bajo el esquema de inversión público-privada. Las instalaciones lo resienten, tiene que mantenerse abierto no se sabe por cuánto más tiempo. 

 

Trabajar o huir 

Lucía explica que se readaptaron todas las áreas antes de que llegaran los pacientes CovidUrgencias, terapia intensiva, el nivel 7 –similar a las clínicas privadas-, pediatría, traumatología, tienen camas CovidEl resto, incluido un quirófano, están para el resto de la atención. 

Mientras unos se preparaban para lo peor, otros huían. Entre el personal del Hospital General de Culiacán es abierto que muchos de quienes logran permisos para no trabajar en la emergencia, no los necesitaban o los obtuvieron para trabajar en las clínicas privadas, donde se pagan hasta 1 mil 700  pesos por una guardia. 

El lunes 11 de mayo, un grupo de trabajadores del Hospital General le entregó una carta al Secretario de Salud, Efrén Encinas, de visita a las instalaciones para supervisar el avance del área de estacionamiento donde se habilitaron camas Covid. Pedían equipo, y retorno de los trabajadores con licencia. Dos días después no había respuesta.  

En el cambio de turno del miércoles 13 de mayo, a las 8:00 de la mañana, algunos de los trabajadores de la salud estuvieron en el acceso de urgencias “para hacer una petición a los medios”. Quizás así podrían tener la respuesta de la autoridad. 

“No son cosas que no nos puedan dar —diría una enfermera convertida en vocera— para empezar queremos protección. Hay servicios donde no les dan la protección adecuada para estar con pacientes con este problema (Covid). Queremos botas, cubre-bocas, uniformes quirúrgicos, gorros.” 

Lucía cuenta, aparte, que muchos trabajadores han sido cambiados de áreas, por los permisos a trabajadores con riesgos por ser hipertensos, diabéticos, o mayores de 60 años. Otros más tienen que convertirse en instructores del personal de apoyo, que llegaron inexpertos para una situación de emergencia como la actual. 

Hay trabajadoras sociales, por ejemplo, en la recepción de pacientes. Jornada doble, porque además tienen que hacer lo que siempre tenían asignado. 

Calculan dentro del hospital que solo quedaron cuatro de cada 10 trabajadores de base. Y aunque se contrataron nuevos, siguen faltando quienes se fueron. 

La enfermera que tomó la palabra en la protesta pacífica sin interrupciones de labores pide: “Revisen los expedientes del personal que se fue con licencia. Porque muchos se han ido nomás con una hojita, y están en su casa muy a gusto. Se salen a la calle, porque los hemos visto, a lo mejor no tenemos evidencia pero muchos sabemos que se salen a la calle.” 

No se atrevió a decir lo que dentro del hospital se sabe, y piden que se investigue. Enfermeras, médicos y laboratoristas que están trabajando en las clínicas privadas, porque lograron un permiso en los hospitales donde están empleados. 

Está otro grupo de empleados que son madres con hijos menores de 5 años, ahí piden que vuelvan a trabajar.  

“La mayoría de nosotros somos personal con más de 20 años laborando, y no tenemos descanso. Estamos aquí trabajando porque tenemos la camiseta puesta. Pero también los cuerpos se cansan”, dijo la enfermera desde el acceso del hospital. 

 

A tope 

Todos los días, en distintas ciudades de México ocurre algo muy parecido. Se enfrenta la falta de suministros, el exceso de trabajo, el hospital al borde del colapso. Los contrastes entre lo que las plataformas oficiales de información reportan, y lo que viven los médicos, enfermeras, trabajadores sociales y administrativos en el día a día. 

Pocos quieren hablar sobre lo que sucede dentro de los hospitales de México. No hay tiempo ni fuerza, para la protesta y la queja, se desperdician las horas de descanso. Otros no quieren que solo hablen los Secretarios de Salud o lo gobernadores, y están dispuestos a señalar que no se cuenta con todo, como ellos insisten. No se admiten las carencias que se enfrentan todos los días. 

Hay descontento, coraje, rabia. Hay también compromiso, responsabilidad, y valentía. El trabajo es siempre colectivo en los hospitales, todos dependen de todos. 

Las enfermeras, por ejemplo, señalan que es incongruente que los médicos tengan una valoración de su trabajo como alto riesgo, mientras a enfermeras baja a mediano riesgo. Piden igualarse en esa valoración, que cambiaría también sus ingresos. 

Cuando se pregunta cuántas camas están ocupadas, responde todos que al cien por ciento. Por la separación entre pacientes es verdad que hay camas sin ocupar, pero es porque no es posible poner a los contagiados tan cerca entre sí. 

Ante la emergencia, la enfermera del Hospital General que habla por todos públicamente remata: 

“Aquí estamos, día a día, trabajando. Mis compañeras de urgencias que no descansan. Doce horas puesto el overol blanco. Queremos que se vengan esas personas que están en sus casas y que también les den descanso. Pero intercalar el descanso. Una semana ellos, otra nosotros.” 

Artículo publicado el 17 de mayo de 2020 en la edición 903 del semanario Ríodoce.

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