Este sábado se reanudó el futbol profesional en Alemania con los juegos de la Bundesliga, el primer gran torneo que se reemprende tras más de dos meses de parón por la pandemia del Covid-19, a puerta cerrada y con gradas vacías.
El torneo ahora en tiempos de del coronavirus se pone en marcha entre protocolos y enormes medidas sanitarias con el objetivo de que se pueda terminar la liga y de marcar el camino a países como España, Italia o Inglaterra, que también están poniendo toda la carne en el asador para acabar las competiciones.
Los jugadores de la Bundesliga tienen prohibido darse la mano, no pueden festejar los goles abrazándose y en el banquillo los suplentes lucirán mascarilla. El entrenador no está obligada a llevarla siempre que mantenga 1.5 metros de distancia con el resto de personas. Las botellas para cada jugador deben ser personalizadas y se exhorta a no escupir.
Sobre el terreno de juego y sus aledaños apenas permitieron alrededor de un centenar de personas, con 5 árbitros, 22 jugadores, 18 personas en banquillos, 20 auxiliares, 4 recogepelotas, 3 personas de limpieza, 3 fotógrafos, 4 enfermeros, 4 personas de seguridad y 15 por el VAR y la señal de TV, y en general, contando gradas, palcos y anillo de alrededor de los estadios sólo presenciarán o participarán de las organización de los partidos unas 300 personas.
Los equipos de la Bundesliga llevan días cerrados a cal y canto en los hoteles en régimen de concentración, circunstancia que disgusta a muchos futbolistas de la Liga española y de la Serie A italiana.