La vuelta del Estado

AMLO-informe de gobierno

Que curioso. Quienes durante las últimas cuatro décadas pugnaron por el libre juego de las fuerzas del mercado y la sana distancia del Estado, son los que paradójicamente ahora reclaman, exigen, llaman a los gobiernos a que vengan a ordenar los desequilibrios que está produciendo la propagación del virus Covid-19. O sea aquella doctrina liberal, de que “cada producto debe generar su propio mercado”, no aplica cuando se trata de “que cada empresario debe salvar su propia empresa” en tiempos de inestabilidad económica, de pérdidas económicas y empleos.

Entonces, al unísono los factores de la producción llaman a que el Estado venga a sanear sus finanzas. Es decir, que las pérdidas y la quiebra privada se transforme en deuda pública. Esto viene sucediendo hoy en el mundo. Los gobiernos independientemente del color político lanzan programas destinados a combatir la pandemia y al mismo tiempo vastos recursos para la “recuperación económica” de los países. Eso es lo normal en el mundo.

Lo sorprendente es que haya un gobernante que se salga de ese concierto de voces y diga que no va a salvar a los grandes empresarios. Que estos deberán rascarse con sus propias uñas. Que el recurso escaso del gobierno estará destinado a apoyar a los “pobres”. Eso ha provocado un escándalo donde no han faltado los peores calificativos: “irracional”, “loco”, “populista”, mesiánico”, “cabrón”, “miserable”.

Más los que se acumulen en estos días en que se digiere el mensaje a favor de los pobres de la tarde del pasado domingo. Ese mensaje tiene algo de provocador a los grandes empresarios que seguramente esperaban oír los Nocturnos de Chopin, música suave para sus oídos y solo escucharon tamborazos y cencerros.

Y por eso sus líderes, inmediatamente después del discurso de AMLO se pronunciaron por un gran pacto nacional para enfrentar el coronavirus y sus efectos sobre la estructura económica.

Sin embargo, la política de inversiones públicas, estará destinada a las grandes obras del gobierno obradorista y a sostener la política asistencialista. Mirando el mediano plazo. Aquel que viene con la consulta sobre la revocación de mandato y los comicios concurrentes de 2021.

AMLO sabe que sosteniendo la política asistencialista las probabilidades de ser ratificado en el cargo estaría asegurado para la segunda mitad del gobierno de la 4T y que esta medida de política pública eleva las posibilidades para contar con mayoría absoluta en la Cámara de Diputados incluso calificada a través de sus aliados políticos.

Eso notoriamente molesta a sus adversarios políticos que no ven cómo remontar esa pendiente trayendo muy baja la intención de voto. Una encuesta reciente le daba a Morena un 38 por ciento, al PAN un 19 por ciento y al PRI un 9 por ciento. Es por eso por lo que se agarran de cualquier tema para provocar un mayor desgaste en el ejercicio de gobernar.

Lo hicieron con el tema del saludo de AMLO a la madre del Chapo Guzmán y ahora con el mensaje a la nación. Buscan revertir los porcentajes de preferencia electoral, pero estos se mantienen impávidos. Inalterables. Y menos será ahora cuándo refrenda una política económica anticrisis basada en salvar a los más pobres sin endeudar más al país.

Es el acabose ha dicho molesto el mundo de opinología oficialista y pronostican los peores escenarios. Incapacidad para enfrentar el azote del coronavirus, quiebra del aparato productivo, desempleo masivo, fuga de capitales. Y un largo etcétera. La cosa se pondrá perra. O sea, no se le da el beneficio de la duda; la decisión para ellos está destinada al fracaso.

Cómo si el endeudamiento público estuviera destinado per se al éxito. Cómo si no lo hubiéramos vivido antes con el Fobaproa y la contratación de deuda pública. La situación no es fácil. Ya se ve una desaceleración de la economía muy fuerte. Y no precisamente en las grandes empresas trasnacionales, sino en las PYMES y el mercado informal.

Este segmento empresarial altamente demandante de mano de obra es el que se la está viendo negras para sobrevivir en medio de la crisis de consumo. Y seguramente un buen porcentaje de ellas no va a alcanzar a salir de esta. Y AMLO sabe de los riesgos que se corren por eso la aportación de cuatro meses de ayuda a los “viejitos” para que en medio de la crisis tengan con que consumir a la “tienda de la esquina” en el peor momento de la pandemia.  Y lo mismo los apoyos cuantiosos para la PYMES. No es la panacea al problema económico. Ni de cerca.

La crisis ya está aquí y la pregunta si el Estado debe intervenir conforme la ortodoxia neoliberal o la heterodoxia keynesiana para reactivar la economía cuando pase su etapa más crítica. Ahí están, como ejemplo Italia y España, luego de meses muy duros empiezan a achatar la curva ascendente para empezar a plantearse gradual y segmentariamente la reactivación económica.

En definitiva, el escenario apocalíptico que algunos pronostican y omiten recordar que los impuestos que habrán de este año son los generados el año pasado y estos son de los gobiernos para impulsar sus políticas públicas de redistribución de la riqueza. Y a eso deberíamos todos estar empeñados en que se cumpla, porque lo contrario se colapsaría ese Estado que muchos hoy piden que los salve.

Columna publicada el 12 de abril de 2020 en la edición 898 del semanario Ríodoce.

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