Rocha y sus viejos camaradas

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Un malestar recorre a una franja izquierda que simpatiza con la eventual candidatura de Rubén Rocha Moya al gobierno del estado. Se trata especialmente de ex militantes de los desaparecidos PCM y PMT que no terminan de aceptar que la candidatura del hoy senador necesariamente tenga que ver con llevar de aliados a personajes como Jesús Vizcarra, Jesús Aguilar Padilla o Héctor Melesio Cuen. Les resultan incómodos. En su visión representan contra lo que lucharon en su juventud enarbolando las banderas y proclamas justicieras.

Intuyen con cierta certeza que este tipo de aliados significan el continuismo político en el estado. No dejan de tener razón. Se trata de una suerte de cabezas de poderes fácticos que han venido influyendo en forma intermitente en el ejercicio de los gobiernos estatales. Y es impensable que llegado el momento de la habilitación de Rocha Moya no vayan a seguir queriendo influir en la integración del gabinete con todo y sus intereses políticos y empresariales.

Es decir, en esta lógica, la candidatura de Rocha Moya provocaría un punto de encuentro entre exponentes de la vieja izquierda universitaria y cabezas de grupos priistas o peor estarían en el mismo barco del grupo político que domina la UAS desde 2005. Y eso, seguramente, tiene abierta una discusión política sobre la naturaleza de esta eventual alianza de facto y el tipo de gobierno que saldría de esa confluencia política tutti frutti. Algunos ven esa coalición de amplio espectro, de “cajón de sastre”, innecesaria por la fuerza de la marca Morena, pero en el fondo les plantea problemas de tipo moral.

Sin embargo, planteado así, es no entender que Rocha Moya quemó las naves de la izquierda hace prácticamente veinte años y la hoz y el martillo, están a buen resguardo histórico, el ex rector ya no es de ese equipo anclado al pasado y quizá tampoco algunos de ellos que viven de sus nostalgias juveniles. Así que el malestar de los antiguos camaradas no tiene un lugar en esta coyuntura política. Se impone el pragmatismo político y se convoca a tirios y troyanos, de todos los partidos para construir una gran alianza sin distingos. Ya se sabrá quienes se subirán a esta ola y quienes decidirán marginarse por razones políticas e ideológicas o morales. De congruencia con su pasado incluso el inmediato. El de sus disputas legislativas por la centenaria casa de estudios.

Rocha sabe que, si quiere ser candidato y ganar la elección constitucional debe establecer alianzas con los factores de poder, también tomar distancia de aquellos sectores empresariales, que por sus posturas antiAMLO, estarían marginados de los contactos en esta suerte de precampaña lo que reconfigura el sistema de alianza que han existido en los últimos gobiernos. Y ante este descarte, buscarán jugarla en el 21 con el PRI o el PAN. Esto seguramente provoca mayores dudas entre los que desde la izquierda están deshojando la margarita del apoyo. Algunos, me dicen, ya han dado un paso adelante bajo la idea simple y llana: ¡Rocha, es nuestro viejo camarada, vamos con él! Y es que esa izquierda hoy sabe que no hay más candidato que el ex rector de la UAS y que es la última oportunidad de que uno de los suyos llegue al gobierno del estado. Punto. Te subes o te bajas, sería la disyuntiva. No vaya a ser que resulte candidato un indeseable el que enarbole las banderas programáticas de Morena.

Entonces, de mantenerse la tendencia demoscópica favorable a Rocha Moya podríamos estar presenciando una amplia alianza que hace dos años resultaba impensable y que hoy el triunfo de AMLO la ha vuelto una realidad, una tentación, que anima a sacudirse las telarañas ideológicas. Vamos, una alianza históricamente inédita, como también lo que traería consigo un triunfo electoral, en materia de integración de gabinete, programa, políticas y presupuestos. Y, claro, los compromisos políticos que se hacen con estos y otros actores que hoy observan quizá desde las sombras mismas.

En definitiva, estamos en el supuesto de que Rocha siga en caballo de hacienda hacia la candidatura de Morena por la gubernatura, porque finalmente se puede imponer de última hora el dicho popular:“que no por mucho madrugar amanece más temprano”. El gran error, o la gran virtud de Rocha es que empezó temprano su campaña y eso conforme pase el tiempo podría provocar un desgaste de su imagen política. Ya lo decía un alcalde en funciones que también aspira “si se lo pide AMLO”, cuando señala a sus íntimos que la sobre exposición terminará afectando al hoy senador y quizá beneficiándolo a él.

Al tiempo.

Columna publicada el 8 de marzo de 2020 en la edición 893 del semanario Ríodoce.

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