El año que nos robaron a la reina del carnaval

carnaval 1990

…Amo su inocencia, 17 años
amo sus errores, 17 años
soy su primer novio, 17 años
su primer amor…
Cumbia: Tiene 17 años.
Los Ángeles Azules

 

Carnaval que no tiene escándalo, se acostumbra a decir por los viejos porteños, simplemente no tiene encanto, es una fiesta más sin el oropel de las emociones, el alcohol, la infidelidad, la vagancia, que se sintetiza en la máxima de complicidad colectiva: Lo que pasa en el Carnaval, se queda en el Carnaval. Incluso, si hubiera que medir los carnavales por la calidad de los escándalos, sin duda, hay unos mejores que otros. El que le vamos a redescubrir cumple con todos los requisitos que define un escándalo, es decir, el de aquellos comportamientos atípicos que rompen con la tradición de lo socialmente correcto —si de ello se puede hablar en la fiesta de la carne.

En 1990 se había realizado la competencia entre una decena de bellas chicas porteñas y las finalistas fueron las jóvenes Rocío del Carmen Lizárraga, quien fue considerada como la representante del pueblo y Libia Zulema Farriols, hija de una leyenda que nos llegó desde Guasave y que había sido no sólo Miss Sinaloa sino Miss México por lo que era la representante de la élite —Hoy, como ejemplo, la reina es la nieta que lleva el mismo nombre de la dinastía de reinas.

Rocío del Carmen, fue electa Reina del Carnaval Internacional de Mazatlán, y Libia Zulema Reina de los Juegos Florales. La Reina del Carnaval era una chica de solo 17 años, en la flor de su juventud, y con toda la alegría para gozar de la fiesta máxima de los mazatlecos y recibir los halagos y aplausos con que se le dispensa por su pueblo.

Mazatlán se vestía con todo el oropel imaginable y el trabajo de preparación de los carros alegóricos y monos. Estaba a la satisfacción de Rigo Lewis que fumaba en la Fonda Santa Clara, uno tras otros de sus cigarros Raleigh, mientras miraba con satisfacción el preámbulo de la fiesta. Llegó el jueves de Carnaval con un sol espléndido y los primeros acordes de la música de viento en Olas Altas, todo estaba a punto para iniciar la fiesta, pero había ocurrido algo inesperado e inexplicable. A la reina no se le encontraba por ningún lado. Se encendieron las alarmas y todo mundo se preguntaba: ¿Dónde está la reina? Y, algunos con preocupación se preguntaban: ¿Se suspenderá la fiesta?

Los padres de la joven no tenían respuesta o si la tenían no se atrevían a hablarlo a los cuatro vientos, habían pasado del gozo a la tristeza de no saber de ella. Todo mundo pensó que había sido un secuestro, que un enemigo del Carnaval había ido más allá de lo tolerable, y todas las fuerzas vivas del puerto empezaron a pronunciarse a favor de su pronta liberación, el alcalde pedía que fuera liberada de inmediato, el obispo declaró que le fuera devuelta a sus padres y al Carnaval; los jefes de las policías trabajaron horas extras para tratar de localizar a la muchacha. Nadie sabía nada. Parecía que se la había tragado la tierra. Llegó el viernes y tampoco apareció la chica. Y la solicitud de clemencia subió de volumen y otras voces, entre ellas la de su novio, un miembro de la familia Coppel, se hicieron escuchar sin ningún resultado.

Se vivía una crisis existencial en el puerto: ¿Cómo un Carnaval sin su reina? ¿Con quién cubrir su carro alegórico sin que pareciera un engaño? No había respuesta y sus familiares estaban abatidos por la desesperación, hasta que llegó una foto donde ella aparecía sonriente con Francisco Arellano Félix, que se había casado un día antes con ella en Guadalajara y se encontraban disfrutando en un bar de Tijuana. ¡Francisco, quien regenteaba en Mazatlán la discoteca Franky Oh!, era el hermano mayor de Benjamín y Ramón, que ya eran conocidos en el mundo del trasiego de drogas hacia los Estados Unidos de Norteamérica.

Esto provocó nuevas reacciones, para algunos se confirmaba que había sido secuestrada y que a la joven se le había obligado a casarse con Francisco. El escándalo escaló y se vivía un gran desasosiego en el puerto, especialmente entre los organizadores del Carnaval que no atinaban sobre qué hacer ante la ausencia de la reina y finalmente decidieron habilitar como reina del Carnaval a Libia Zulema que dudó en aceptar esa promoción. Finalmente entró a salvar la fiesta. Luego llegaría una carta que se publicó en los principales medios de comunicación y fue la comidilla de los días de Carnaval:

“Yo, Rocío del Carmen Lizárraga Lizárraga, reina del Carnaval Internacional de Mazatlán 1990, me encuentro en estos momentos en esta ciudad y puerto de Mazatlán” (…) No quiero juzgar, ni señalar al hombre que será el padre de mis hijos, el que me dio su apellido y del que solamente he recibido atenciones, pues nunca he recibido un mal trato de su parte.Acepto con resignación el camino que me ha deparado el destino y si Dios me ha puesto en este camino, debo seguir. Espero que, con la bendición de Dios, de mis padres y de todos ustedes que llegaron a apreciarme un poco, logré ser feliz de alguna manera al final de mi camino”.
En definitiva, una vez más, el escándalo rodeo la fiesta de los mazatlecos como hoy la siguen disfrutando.

Artículo publicado el 23 de febrero de 2019 en la edición 891 del semanario Ríodoce.

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