Desde el cerro del Caracol piden ayuda personas con discapacidad desplazadas por violencia

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“Necesito que mi sobrino, el doctor Rubén Osuna Lizárraga, nos ayude a cambiarnos de la casa del Cerro del Caracol, porque a mi edad no puedo vivir sin agua y lejos de la atención médica”, clama doña Zenaida Lizárraga Velarde.

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A sus 90 años de edad, Lizárraga Velarde, frágil de salud, minada por la falta de atención médica y agobiada por la pobreza extrema, pero todavía con lucidez mental, vive entre el riesgo de accidentarse y/o contraer una neumonía.

Desplazada de El Tecomate de La Noria, doña Zenaida no ha encontrado reposo, pues su peregrinaje ha sido tortuoso desde la zona serrana hacia las comunidades de El Portezuelo, El Zopilote y Lomas de Monterrey, hasta que llegó con su pobreza a cuestas buscando refugio al puerto de Mazatlán.

“Yo siempre trabajé lavando y planchando ropa ajena, y asistiendo mujeres paridas, para mantener a mi’jo”,  cuenta doña Zenaida expuesta en su cama a  los frentes fríos protegida solo con un tejabán que sobresale de la vivienda.

Lizárraga Velarde vive en la calle Violeta, número 5207, en la colonia Prolongación Ricardo Flores Magón, casi en la cumbre del Cerro del Caracol, donde se erigen las antenas de estaciones de radio locales y estatal.

Ella vive con Juan Mendoza Lizárraga, su hijo de 54 años, quien tiene problemas de lenguaje, cuyo único capital económico es su destartalado triciclo y pese a su dificultad para comunicarse sostiene que lo valioso es su madre.

Juan tiene memoria de que su padre, consciente de que él era su única familia firme, desde el lecho de su enfermedad donde agonizaba, le hizo un encargo para toda la vida: “cuida a tu madre, porque nomás esa hay”.

Con sus limitaciones de comunicación, se dedica a la recolección de plástico y botes de aluminio que vende en las chatarreras y con el dinero obtenido compra una raquítica despensa para alimentarse él y doña Zenaida.

Para no dejar sola a su madre en casa, Juan sube a la señora Zenaida en su silla de ruedas sobre el triciclo arruinado y diariamente baja con ella a bordo haciendo malabares desde el cerro del Caracol

Al menos 500 metros de su recorrido es un terreno accidentado con zanjas, piedras y desniveles peligrosos que conducen hacia  la avenida Bahía Kino, misma que atraviesa las colonias Ricardo Flores Magón y Rincón de Urías.

Esa tarea la repite Juan todas la mañanas, pero en las noches cuando regresa a casa se complica la penuria cuesta arriba con su progenitora sentada en el triciclo que derrapa constantemente amenazando con rodar hacia el voladero.

La vivienda que habita doña Zenaida no tiene los servicios elementales de agua potable, energía eléctrica y gas doméstico, por lo que al bajar Juan a recolectar plástico al mercado de abastos del Conchi, ubicado en la colonia Flores Magón, aprovechan para comer en los puestos de cocina “económica”.

En la absoluta indigencia, doña Zenaida sobrevive sus noches en completa oscuridad y las madrugadas con frío, con una estufa portátil sin utilizar por falta de combustible y sin agua para la más elemental higiene.

La situación de subempleo de Juan Mendoza Lizárraga, que lo mantiene en la pobreza extrema, la sufre también su madre, porque cuando llueve, Juan no puede bajarla en el triciclo del Cerro del Caracol y no comen en todo el día.

“Está muy difícil, tengo que salir a juntar botes de aluminio y plástico para sacar dinero para comer, y no puedo dejar sola a mi madre sin agua y sin alimentos en el Cerro del Caracol”, comenta Mendoza Lizárraga.

Mendoza Lizárraga recuerda que hace un año llevaba a doña Zenaida a la Secretaría de Bienestar (Sedesol) cuando un carro se impactó contra su triciclo y la anciana sufrió lesiones en sus piernas, pero logró recuperarse.

Ante la indigencia, Juan Maldonado Lizárraga pide a su primo, el médico Rubén Osuna Lizárraga, que los ayude a cambiarse de la casa que les presta en el Cerro del Caracol, para evitar accidentes y estar cerca de un hospital, cuando se presente una emergencia médica por la endeble salud de su madre.

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“Que Rubén me ayude a cambiarme de la casa que nos presta en el cerro del Caracol, un día se me enfermó en la madrugada y tuve que bajarla en el triciclo porque ninguna auriga ni taxi quiso subir para llevarla al médico”, lamenta.

Por su parte, el médico Rubén Osuna Lizárraga dijo que su tía Zenaida y su primo Juan, son “muy difíciles” y los tiene viviendo en una casa de su propiedad, porque ella no se deja ayudar aceptando vivir en el asilo “Una Gota en el Océano”, donde él colabora atendiendo a los pacientes de la tercera edad.

“Juan no reúne los requisitos para el asilo, a mi tía Zenaida la he atendido dos veces en la clínica, pero no quiere vivir en el asilo, viven en la casa que compré (en el cerro del Caracol), está muy bonito ahí, pero le he dicho a Juan que se ponga trucha (al descender con todo y triciclo)”, dijo Osuna Lizárraga.

Artículo publicado el 05 de enero de 2020 en la edición 884 del semanario Ríodoce.

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