La boda

carton LA BODA

Ella y él estaban esmerados en los preparativos de la boda. Emilio, el empleado del hotel que se encargaba de organizar todo, estaba también entusiasmado. Boda de lujo y derroche, de cumplir todos los caprichos de ella y de que él se pusiera a sus pies en todas sus ocurrencias. Dinero había. Dinero hasta en la sopa de arroz. Dinero en la cocina de esa casa que habían construido y en el carro lujoso que le había comprado a la novia.

Lea: Malayerba: Celebración https://bit.ly/2BPx7jl

Un día llegaban con Emilio y le decían que los manteles deberían ser de este color, el arreglo en el centro de la mesa de esta forma, los adornos en las paredes del salón así y le señalaba una revista de modas en la que había visto novedades usadas en bodas.

Emilio asentía. Era su trabajo y lo hacía muy bien. Empleado estrella del hotel, decía que sí a todo y ponía pocos peros. Él mismo los veía apasionados, con esos destellos en la mirada de ella, con la mirada de él en los ojos de su prometida: la tomaba de la mano, la rodeaba con su brazo, sonría cuando ella hablaba, imantado a su piel y su rostro, al cabello y sus manos.

Ella en cambio se le recargaba en su brazo, lo tomaba del hombro más cercano. Lo abrazaba completo y parecía traspasarlo, de sus pectorales hasta las paletas de su espalda. Y era tal amor y adoración que en cada abrazo se fundían y confundían. Acaso, tal vez, eran uno solo. Pero al día siguiente los caprichos del anterior se vencían fácilmente. Había visto alguna novedad, lo comentaron sobre los centros de mesa. Ella le habló a Emilio y él cambió todo el esquema. Pocos días antes de la boda, el salón majestuoso ya los esperaba y al fin estaba todo acordado: la música, los corazones rojos, los adornos, los invitados y su distribución, las luces, las flores, las bebidas, el brindis, los padres de ambos, la cena y el postre.

Entonces Emilio recibió una llamada. Era él. Le había agarrado aprecio, porque Emilio era eficiente y cálido, servicial. Un profesional de las fiestas. Cuando todo esto acabe, en la noche, después de la fiesta, voy a darte un millón de dólares. Quiero que pongas tu propio negocio. Yo te voy a ayudar. Emilio agradeció y cuando llegó a su casa le dijo a su esposa. Quién sabe de dónde vendrá ese dinero: no lo agarres. Le prometió no hacerlo, aunque el gesto lo conmovió y halagó. Un día antes de la boda, hubo una balacera en una colonia de la ciudad y varios hombres murieron. La noticia le llegó de rozón, pero hasta ahí.

Temprano, esperó la llamada que no llegó. Se le hizo extraño no tener noticias de los novios y estuvo a punto de buscarlos por su cuenta, pero desistió. Entró una llamada. Era ella. Emilio. Y la voz se hizo sollozo y luego llanto. No va a haber boda. Él pensó que era broma, pero el silencio empezó a doler. Me lo mataron, Emilio. Me lo mataron.

Columna publicada el 27 de octubre de 2019 en la edición 874 del semanario Ríodoce.

Facebook
Twitter
WhatsApp
Email
  • 00
  • Dias de Impunidad
RÍODOCE EDICIÓN 1104
GALERÍA
Operativo de fuerzas federales en el sector de La Lima, tras enfrentamiento ocurrido la madrugada de este domingo en Culiacán, que dejó un elemento de la Guardia Nacional (GN), muerto y otro lesionado .
COLUMNAS
OPINIÓN
El Ñacas y el Tacuachi
BOLETÍN NOTICIOSO

Ingresa tu correo electrónico para recibir las noticias al momento de nuestro portal.

cine

DEPORTES

Desaparecidos

2021 © RIODOCE
Todos los derechos Reservados.